Capítulo 15: Supporto

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Dos días después de la misteriosa llamada de Brad, Sofía estaba sentada en el porche de su casa, disfrutando de la tranquilidad de la mañana cuando un auto desconocido se detuvo frente a la puerta. Un hombre de aspecto serio bajó del vehículo y se acercó a ella con paso decidido.

—¿Sofía Smith? —preguntó con una voz que denotaba urgencia.

—¿Quién la busca? —respondió Sofía, sintiendo un nudo en el estómago.

—Mi nombre es Youl, soy un amigo de la familia. Necesito que vengas conmigo a Roma. Ha habido un incidente... una balacera. Lucas y Leah están heridos.

Las palabras de Youl cayeron sobre Sofía como un balde de agua fría. Sin perder tiempo, se despidió de sus padres, quienes la miraban con preocupación, y partió hacia Roma con él.

Durante el vuelo, la ansiedad de Sofía crecía. ¿Qué había pasado exactamente? ¿Cómo estaban Lucas y Leah? ¿Y Brad?

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—Guarda tus cosas, hay tiempo. Después debemos ir al hospital. —dijo Youl mientras tomaba su maleta y la colocaba encima de la cama.

—No hay tiempo de guardar nada... Youl. Vamos de inmediato. —Youl iba a detenerla, pero vio la expresión de pánico en su rostro y mejor se quedó callado y fue con ella al auto.

Sofía no podía concentrarse en nada más que en la necesidad de llegar al hospital lo antes posible. Dejaron la maleta sin hacer caso y se precipitaron hacia el auto. El motor cobró vida con un rugido, y en cuestión de minutos, estaban atravesando las calles de la ciudad con una velocidad que desafiaba el peligro.

Al llegar al hospital, se encontraron con que el ascensor estaba fuera de servicio. Sin perder un segundo, comenzaron a subir las escaleras, dos a la vez, la adrenalina anulando el cansancio. Pero en el tercer piso, la tragedia golpeó de nuevo: Sofía tropezó y cayó, su tobillo giró en un ángulo antinatural. Un grito de dolor escapó de sus labios mientras se aferraba a la barandilla.

Youl se detuvo en seco y se volvió hacia ella, su rostro reflejando la preocupación que sentía.

—Voy a buscar un médico —dijo, su voz tensa.

Sofía asintió, incapaz de ponerse de pie. Mientras Youl desaparecía escaleras arriba, ella se arrastró hasta un rincón oscuro, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

Fue entonces cuando escuchó la voz de Elza, distorsionada por el eco de las escaleras.

—¡Tienes que venir ahora, Antonio! Tus hijos están al borde de la muerte. ¡Arnold debe saber la verdad!

Sofía contuvo la respiración, su mente luchando por procesar la información. Lucas y Leah no eran los padres biológicos de Arnold. El verdadero padre era un hombre llamado Antonio, un nombre que nunca había oído mencionar antes.

Antes de que pudiera digerir completamente la revelación, Youl regresó, acompañado de un médico que llevaba un maletín de primeros auxilios. Pero antes de que pudieran decir una palabra, Sofía levantó una mano, pidiéndoles silencio.

—Esperen —susurró, su mirada fija en las escaleras por donde Elza había desaparecido.

El médico y Youl intercambiaron una mirada confundida, pero obedecieron. Sofía, con el tobillo vendado y gran determinación, se abrió paso hacia el área de cuidados intensivos, apoyándose en Youl y en la fuerza que brotaba de su propio corazón angustiado.

Al ver a Brad, su corazón dio un vuelco. Él estaba parado allí, una figura solitaria en el pasillo, su rostro reflejando un tormento que ella no conocía demasiado bien hasta ese momento. Sin decir una palabra, Sofía corrió hacia él, y Brad, con los ojos llenos de un dolor insondable, la recibió en sus brazos.

—Gracias a Dios que llegaste —susurró Brad, su voz quebrada por la emoción.

Sofía asintió, aferrándose a él con la promesa silenciosa de que no lo dejaría solo en este momento oscuro.

—Cuéntame qué pasó —pidió Sofía, mirándolo a los ojos, buscando la verdad en medio de la desesperación.

Brad tomó una respiración profunda, como si las palabras que siguieran fueran las más difíciles que jamás hubiera tenido que pronunciar.

—Fue el hijo de uno de mis deudores... alguien a quien le fallé —confesó, sin poder mirarla directamente—. No sé cómo burló la seguridad, pero entró armado y disparó sin pensar. Leah y Lucas fueron los primeros en su camino.

Sofía sintió cómo la ira y la tristeza se entrelazaban en su pecho.

—¿Dónde está ahora? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Está bajo mi control —respondió Brad, su voz teñida de una rabia apenas contenida.

Sofía colocó una mano sobre el brazo de Brad, su tacto un recordatorio de la humanidad que aún residía en ambos.

—No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, Brad. Esperemos y veamos qué sucede. La venganza no curará a Leah y Lucas, ni traerá paz a tu familia. —dijo con firmeza.

Brad asintió, la lucha interna evidente en su expresión. Sofía sabía que las próximas horas serían cruciales, no solo para la salud de Leah y Lucas, sino también para el alma de Brad y el futuro de toda la familia Di Marco.

El pasillo del hospital estaba impregnado de una tensión palpable, con el eco de los pasos y el murmullo de las voces creando un coro de ansiedad. Sofía y Brad esperaban fuera de la sala de cuidados intensivos, cada minuto sintiéndose como una eternidad. Finalmente, la puerta se abrió y el doctor apareció, su rostro cansado pero decidido.

—Lucas ha salido del quirófano —anunció, y Sofía sintió un alivio momentáneo—. Está estable, pero Leah... ella está luchando. Su juventud le da una oportunidad, pero aún es crítico.

Antes de que pudieran procesar completamente la noticia, Elza llegó, su presencia imponente llenando el espacio. Al oír las palabras del doctor, se acercó a Sofía y la abrazó. Sofía se quedó rígida en el abrazo, la incomodidad y los secretos recién descubiertos pesando sobre ella. Pero sabía que este no era el momento para confrontaciones.

Minutos después, Arnold llegó, su rostro reflejando la misma preocupación y miedo que todos compartían. Sofía se acercó a él, su voz suave pero firme.

—Lucas está fuera de peligro, pero Leah aún está luchando —le explicó, ofreciéndole un apoyo silencioso.

Arnold asintió, su mirada fija en la puerta cerrada de la sala de cuidados intensivos. Juntos, la familia Di Marco esperaba, unidos por la preocupación y la esperanza, mientras la batalla de Leah por la vida continuaba detrás de las puertas cerradas del hospital.

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