࣪ ˖ 𝒦𝒶𝓎𝓃𝑒 𝐵𝒶𝓀𝑒𝓇 ₊ ⊹
Para poder atrapar a un asesino, siempre me he preguntado: ¿qué es lo último que ve su víctima antes de perecer?
En ocasiones la respuesta es el nombre mismo de quién ha cometido el homicidio. Sin embargo, la simpleza de la vida no permite obtener información de manera directa. En ocasiones la imagen no da más información de la que se tiene; son las emociones y los colores capturados en ella los que evidencian al culpable. Aunque es difícil ver a través del terror que siente una persona por abandonar este mundo, debe haber una inmersión profunda en su mente hasta encontrar todo sentimiento contenido en su cuerpo al perecer. Tanto la aflicción como el júbilo son parte de la llave que nos abre las puertas hacia la verdad.
Es triste pensar que somos pocos quienes logran atestiguar dichas conexiones. De hecho, somos aún menos quienes sabemos qué hacer con esas emociones. Si bien pueden ser parte de la misma llave, también pueden ser múltiples variedades de llaves; cada una permitiendo el acceso a una verdad diferente. Es ahí cuando la intuición juega un papel incomparable. Así puedas entrar a todas las habitaciones de un castillo, debes saber qué puertas vale la pena abrir y, más que nada, cuáles es mejor dejar cerradas.
Además, se debe mantener cierta frialdad para evitar ser guiados hacia el pasillo incorrecto. Después de todo, las emociones humanas son tan volátiles y subjetivas que se malinterpretan con relativa facilidad.
Ahora que estoy en mi lecho de muerte, no me avergüenza aceptar que yo mismo he señalado inocentes bajo la influencia de dichos sentimientos. Hasta me enorgullezco de algunos de esos casos, pues trajeron consigo grandes riquezas y alegrías. Afortunadamente para los involucrados, esos casos ahora se irán conmigo a la tumba y nadie más podrá beneficiarse de ello.
El talento de no caer en cualquier tipo de enredo siempre lo envidié de mi hermano. Es por ello que me aseguré de dejarlo siempre fuera del mapa; en un lugar donde su gran inteligencia no pudiera acceder a mis más oscuros secretos.
Oh, Zacky. Lo que daría porque nunca supieras acerca de mi sentir y pensar en mis últimos segundos de vida.
Así jamás podrás saber todos mis pecados.
Ni siquiera la inteligencia de nuestro padre se compara con tu gran capacidad de elegir siempre la llave correcta. Tu único problema es la bondad que posee tu alma.
Es una lástima que sea esa misma la razón por la que pocos se atreven a confiarte los casos más complejos. Yo siempre estuve de acuerdo con eso. Incluso en este momento yo tampoco deseo que tengas en tus manos las llaves creadas a partir de cada emoción que recorre mi cuerpo.
No porque no quiero que encuentres al culpable, sino porque creo que no vale la pena el esfuerzo. ¿Qué más da si muero por gracia divina o por egoísmo humano? De igual forma, mi destino es el mismo y no es necesario condenar a otros de un final que yo deseo desde el día de aquel fatal accidente que me dejó en silla de ruedas.
El tiempo me ayudó a reprimir ese capricho. Me resigné a reemplazar la adrenalina de una carrera por la playa con la emoción de perder cantidades obscenas de dinero en juegos de azar.
Busqué, incansable, todo tipo de conflictos y situaciones que pusieran en peligro mi vida. Incluso entonces, me negaba a aceptar que no me importaba ver la luz del siguiente amanecer, y que prefería simplemente hundirme en el abismo más profundo. La realidad era cruel. Mi deseo de abandonar este mundo seguía vivo y parecía inmortal hasta que conocí a la persona que ha pintado largas líneas carmesí en mis antebrazos.
Así que no le pagaré a mi asesino con cadena perpetua por el gran favor que me ha hecho. La mejor retribución es su libertad.
Debo asegurarme de despejar el camino de los investigadores de todo temor y desesperación. Con cada lenta respiración me estoy encargando de darles una única llave; la cual los guiará hacia una mentira fabricada con amor y agradecimiento.
Mientras mi corazón da sus últimos latidos, recuerdo que los detectives se preguntarán: ¿qué es lo último que vio Kayne Baker antes de perecer?
No sólo les diré lo que vi. Necesito que ellos tengan toda la información necesaria para creer en mi falsedad.
Por ello agudizo mis sentidos. Dejo que el olor de mis medicamentos se mezcle con la esencia metálica de mi propia sangre al inundar mis pulmones.
Miro al frente, justo hacia la navaja que mi asesino presenta ante mí. Ignoro su cálida sonrisa a pesar de que mis ojos preferirían verle hasta el final de mi existencia.
Me concentro en mi reflejo. Sonrío al sentir el filo contra mi delicada piel. Confío en que su mano sabrá medir la profundidad y longitud exacta que necesita tener la lesión que me asegurará recibir el consuelo de la muerte en unas horas. Así que permito que el abismo frente a mí sea lo último que mis retinas capturen antes de cerrar mis párpados.Escucho las olas chocar contra las rocas a la lejanía; dejo que ese sonido ensordezca mis oídos y relaje cada uno de mis músculos antes de tomar mi último respiro con olor a sal.
Mi boca abierta no logra percibir más que la humedad y la sangre que eventualmente obstruye mi capacidad para respirar.
El dolor causado por el largo corte en mi garganta es tan intenso que casi no puedo percibir mi ropa, ni el frío aire que disminuye la velocidad de mi caída de manera casi imperceptible, ni la sangre tibia resbalarse por mi pecho, ni el impacto contra el agua que rápidamente llega a cubrir gran parte de mi cuerpo.
Al final, cuando ya no soy capaz de sentir algo más a través de mi cuerpo, dejo que la libertad llene mi espíritu de satisfacción.
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Almost easy | 𝘚𝘺𝘯𝘢𝘤𝘬𝘺
Fanfiction-¿Qué le harás a la persona que asesinó a tu hermano? -Llevarlo ante la justicia -respondió Zacky antes de beber un sorbo de café. -No. Eso es lo que te han pedido hacer -rectificó Haner. Sus rasgos denotaron preocupación al preguntar-: ¿Qué es lo...