MASTER EMERALD, knuckles the echidna.

017

❝Lo que pasa en Reno se queda en Reno.❞

Era el día. Finalmente padre e hijo se enfrentarían en un duelo por la victoria.

Wade estuvo a punto de no aparecer, pero lo hizo, derrumbando las expectativas de su padre. Después de un monólogo sumamente largo en el que se intercambiaron amenazas y burlas, la final dio inicio.

Un hombre disfrazado, como el del día anterior, llegó a la barra donde ambos equidnas veían el juego siendo transmitido, desconcentrándolos. Knuckles lo miró de arriba a abajo, frunciendo el ceño.

—Este es un planeta extraño.

—¿Te traigo algo, cariño? — la bartender se acercó a Knuckles, con una sonrisa afable.

Él la miró. Sus ojos se iluminaron de la emoción.

—Tráeme un pan jalá enorme. — ordenó sonriendo en grande, golpeando la barra.

—En seguida. — y se retiró.

—Cariño.

Repitió riendo. La verdad, es que Knuckles orgulloso y confiado de sí mismo era muy lindo y adorable.

Knuckles la miró, sonriendo igual.

—¿Qué? Me aman.

—Pero te recuerdo que ahora estás comprometido, me juraste fidelidad. ¿O no, cariño? — se burló, su tono provocó un sonrojo en el equidna por la forma en que lo había dicho. — Es broma, pero tampoco es tan broma.

Ok, ese sí había sido un coqueteo en serio.

Knuckles no lograba sentir cosas muy a menudo, como si sus sentimientos solo se activaran en situaciones muy específicas. Pues bien, habían estado activados más tiempo de lo normal desde que su compromiso se había hecho oficial.

Se sentía vulnerable, ya que le había entregado su respeto y su confianza, cosa que rara vez dejaba a la disposición de alguien. Pero ella era diferente, lo sentía en el silencio que compartían, el que únicamente solo dos personas que se entienden verdaderamente compartían, lo sentía en sus nervios de niñita cuando la besaba o estaba demasiado cerca. Esos eran sentimientos verdaderos, no forzados o mucho menos fingidos.

Pensaba en ello mientras devoraba su pan jalá, cuando gritos de gente huyendo despavorida hicieron que se giraran, frunciendo el ceño.

—Suena preocupante.

—Vayamos a ver qué pasa.

Asintió. Se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la salida del hotel, lugar que todos parecían querer rehuir a toda cosa. Miraron a ambos costados, cuando un auto varios autos explotaron al mismo tiempo. Las llamas se avivaron y provocaron un verdadero caos humeante.

De repente, un brazo robótico parecido al del Doctor Octopus de Spiderman envolvió a Knuckles y lo alejó de ella, un jadeo ahogado salió de su boca. Retrocedió un paso, pero rápidamente volvió a acercarse para tratar de liberarlo.

Entonces otro brazo metálico emergió y la envolvió de igual manera, alejándola del equidna. Gritó adolorida por la presión que la extremidad ejercía, tratando de hacer fuerza para liberarse, sin éxito. Su alarido puso en alerta a Knuckles apenas lo oyó.