La condición

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Volví a leer por millonésima vez el papel arrugado que tenía entre manos como si hacerlo de nuevo pudiera cambiar las palabras que ya me sabía de memoria. Las primeras partes estaban completamente tachadas, como si quien escribía se hubiera arrepentido de ellas una vez escritas.

 Las primeras partes estaban completamente tachadas, como si quien escribía se hubiera arrepentido de ellas una vez escritas

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Prácticamente había agujeros en el papel en donde había forzado el bolígrafo. Me la podía imaginar escribiendo con la puntita de la lengua saliendo por el costado de sus labios, como hacía cuando estaba muy concentrada en el garaje arreglando su auto. El ceño fruncido, ira mezclada con tristeza. Si hubiera estado ahí con ella me habría reído. No te esfuerces tanto Jules, sólo escúpelo, le habría dicho.

Pero no estaba ahí. Se había enojado conmigo y de nada me serviría acercarme ahora a la reserva. Seguía sin contestar mis llamadas que Edythe había catalogado como "acosadoras", así que lo único que se me ocurrió fue enviarle una nota, justamente como si estuviéramos en la primaria como ella había señalado en su respuesta. Sus palabras tachadas me dolían más por la pena que mostraban que por lo que podían herirme a mí.

Un olor desagradable me sacó de mi reflexión, definitivamente algo se quemaba en la cocina. Guardé el papel arrugado en el bolsillo de mi pantalón de mezclilla y me lancé por las escaleras hasta llegar frente al origen del olor: el microondas. Adentro se veían chispas saltar y Charlie lo observaba perplejo.

—¿Pero qué... ? —pregunté mientras le daba al botón de detener y lo abría.

Al parecer había metido un frasco de salsa de tomate con todo y su tapa metálica.

—¿Qué hice mal? —preguntó de verdad sorprendido.

—No se puede meter metal al micro —le expliqué.

—¡Pero es de vidrio! —protestó.

Lo abrí y le enseñé la tapa con revestimiento de aluminio por toda respuesta. Tomé un tazón, le eché el contenido del frasco y lo metí al micro para luego apretar el botón. Charlie me observaba con los labios fruncidos. Lo extraño es que el olor permanecía en la cocina, entonces me di cuenta de que no salía del microondas. Me acerqué a la estufa en la que hervía lo que parecía ser pasta ya casi sin agua.

—Iba a preguntar si al menos hice bien los espaguetis, pero parece que no —murmuró frustrado.

—Hay que moverlos una vez que los metes en el agua hirviendo. Si no... —tomé una cuchara de madera y traté de separar la pasta pegada y chamuscada del fondo de la olla —. Se pegan. ¿Cómo sobreviviste sin mí tanto tiempo? —pregunté aun esforzándome con la cuchara.

—Comía bastante bien antes de tu llegada —se defendió.

—¿Ah sí? ¿Y qué comías? —al fin logré despegarlos de la olla y los pasé a una bandeja, en la que los empecé a cortar con un cuchillo afilado como si fuera un filete hecho de pasta.

—Pizza —respondió automáticamente —. Y sándwiches. Y el pescado de Holly —susurró con añoranza, lo que terminó por ablandarme.

—Ya. Me alegro de haberme mudado a Forks, entonces. Al menos he sabido ampliar tu menú —serví trozos de amalgama de espagueti en dos platos y los bañé con la salsa que saqué del microondas —. ¿Puedo saber cuál era tu objetivo? —pregunté como quién no quiere la cosa mientras ponía los platos en la mesa.

Eclipse (Versión Vida y Muerte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora