Hielo y fuego

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El viento azotó la tienda de campaña y de paso, a mí.

No tenía idea de que se podía llegar a sentir tanto frío, esa temperatura no podía ser normal. Estaba completamente vestido, con las botas de montaña puestas, envuelto en la gruesa chaqueta y metido en el saco de dormir, y aun así era como estar dentro de un cubo de hielo gigante. De vez en cuando me tocaba la punta de la nariz sólo para asegurarme de que seguía allí. ¿Cómo rayos podía hacer tanto frío? ¿Por qué daba la impresión de que la temperatura seguía bajando cada vez más? En algún momento tenía que detenerse, ¿no?

—¿Q-qué hora e-es? —me esforcé por preguntar, el castañeo de dientes y los temblores que sacudía mi cuerpo convertían hablar en una tarea dificultosa.

—Las dos de la madrugada —contestó Edythe, sentada abrazando sus piernas lo más lejos posible de mí, lo que no era tarea fácil en esa pequeña tienda.

No podía ver bien su rostro en la oscuridad, pero su tono de voz desesperado y cargado de preocupación y culpa me mortificaban casi tanto como el frío.

—Tal vez...

—No. Es-es-estoy bien. No qui-quiero salir.

Ya había tratado de convencerme varias veces de que nos largáramos de ahí, pero me parecía una idea pésima. Si adentro hacía tanto frío, veía poco probable sobrevivir aunque fueran cinco minutos afuera. Además, los esfuerzos de la tarde montando la pista falsa y subiendo esa montaña se irían al garete. Quizás no tendríamos tiempo de volver al refugio una vez pasada la tormenta. Me preocupaba que el rastro se hubiera perdido, pero me aseguró que sería completamente funcional aún después de esto y que los neófitos lo encontrarían con facilidad.

—Lo siento. De verdad lo siento, no sé qué hacer —susurró.

Me limité a sacudir la cabeza.

Escuché a Julie aullar lastimeramente afuera, al lado de la tienda.

—Ve-vete de aquí —le pedí.

—Sólo está preocupada por ti, Beau —me explicó Edythe con desgana —. Su cuerpo está preparado para afrontar esta tormenta fácilmente.

Recordé que Julie una vez me había dicho que podría estar desnuda en medio de una nevada y no importaría. Al menos parecía mejor equipada para esto que sus compañeras de manada, por alguna razón su pelaje rojizo era más largo y esponjoso que el de las demás.

Julie volvió a aullar con un tono parecido a la frustración, un lamento que me ponía inquieto.

—¿Y qué quieres que haga? —le gritó Edythe, al parecer demasiado nerviosa ya como para ser cordial —. No lo puedo sacar con este frío. ¿Por qué no te vas a un sitio más caliente y dejas de gimotear? Suena espantoso.

Julie volvió a aullar y me encogí aún más en el saco de dormir, si es que eso era posible.

—Ya cállate, Julie, lo estás poniendo nervioso —exigió Edythe, para agregar después de una pausa —. Oh, no, eso ni lo sueñes.

—¿Tienes una mejor idea? —me sorprendió escuchar su voz humana y justo después escuché la cremallera de la tienda abrirse —"¿Por qué no te vas a un sitio más caliente?" —la remedó agudizando la voz —. ¿Qué crees que soy, un San Bernardo?

Entró lo más rápido que pudo, pero de todas formas una ráfaga de aire helado entró a la tienda con unos cuantos copos de nieve que cayeron al suelo de esta, y no pude evitar sacudirme violentamente.

—No, un Chow Chow. Y en China se los comían —refunfuñó Edythe en voz baja —. ¿Podrías tener la decencia de ponerte ropa, al menos? —gruñó amenazadoramente.

Eclipse (Versión Vida y Muerte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora