Crisis

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Me tumbé boca arriba sobre el saco de dormir, con las piernas dobladas y mis manos sobre mi cara, apretándome con fuerza los ojos. Me sentía terrible.

Ningún sonido me avisó que Edythe había vuelto y sólo lo supe porque puso su fría mano sobre las mías.

—¿Te encuentras bien? —susurró cargada de ansiedad.

—No. No lo sé.

Me acarició el cabello con dulzura.

—¿Dónde está Julie?

—Se fue a luchar —contesté con la voz muerta.

La había visto caminar unos pasos de espaldas para no dejar de mirarme, hasta que se dio la vuelta y se convirtió en loba sin siquiera quitarse la ropa, que salió despedida en jirones por todas partes. A estas alturas, ya toda la manada habría sido testigo de mi burdo intento de despedida, incluida Sarah, quien se paseaba de un lado al otro cerca de la tienda.

Edythe se quedó en silencio un rato sin dejar de acariciarme el pelo hasta que de repente se detuvo.

—Te pidió que la besaras —murmuró, sin poder contenerse.

—Sí.

—No lo hiciste.

—No.

—¿Por qué?

Abrí los ojos. ¿Qué clase de pregunta era esa?

—¿Cómo podría, Edythe?

Se removió incómoda.

—Verás, es una cuestión de semántica. Le dijiste que no podías, no que no querías, y me lo acabas de repetir. Prometo no enojarme, pero... ¿querías besarla?

Me incorporé hasta quedar sentado frente a ella, pero sin mirarla, mientras meditaba mi respuesta.

—Sí —admití por fin, en voz baja.

—Ya —susurró ella.

—Pero no por las razones que crees —me apresuré a añadir —. No la amo. No como a ti, al menos. Pero quería hacerlo porque eso hubiera garantizado su regreso. Está tan triste que se dejará matar en la pelea. Quería hacerlo porque ella lo quería más que a nada. Y, aun así, no lo hice. La envié a morir.

—Entiendo.

Nos quedamos en silencio un rato más hasta que sacudí la cabeza con frustración y volví a mi posición acostado con las manos en la cabeza y los ojos cerrados.

—Soy un completo idiota —murmuré.

—¿Por qué lo dices? —preguntó ella, comprensiva.

—Hago todo mal. Quería despedirme de ella. Quería alejarla de mi vida para que ya no se sintiera mal y al final, no sé qué pasó, pero no quedamos en nada. Se puso a llorar y ya no supe qué hacer. Creo que incluso prometí no alejarme de ella, que es justo lo contrario a lo que quería hacer al principio. No lo entiendo. Le hago daño a ella y te hago daño a ti al preocuparme por ella, y ya no sé cómo detener esto.

—Yo sí entiendo qué pasa, Beau, y es que después de todo, es mi culpa como se sienten ambos —sonaba tan triste que abrí los ojos y estiré mi mano hacia ella, tratando de consolarla. Le tomé una mano, pero ella la retiró con delicadeza.

—¿Cómo va a ser tu culpa? Fui yo quien siguió frecuentándola, aun sabiendo lo que sentía por mí.

—Porque cuando yo te abandoné... —se detuvo un segundo, como si le costara continuar —. Te dejé desangrándote y fue ella quien cosió esa herida. Si sobreviviste todo ese año fue gracias a ella y eso deja una huella imborrable. No puedo culpar a ninguno de los dos por algo que yo ocasioné. Ella no estaba enamorada de ti. Le gustabas, sí, desde niña en realidad, pero no era algo serio para ella. Cuando me fui y empezaste a acudir a su compañía se convenció de que tenía una oportunidad, y en realidad puede que la haya tenido. Si hubiera tardado un año más en volver, tal vez te habrías curado lo suficiente como para continuar... y ella habría estado ahí.

Eclipse (Versión Vida y Muerte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora