Capítulo 2: Perdido en ti

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Tras reflexionar un poco, el joven e inexperto Sanji volvió a la cama. Se encontraba sin rumbo en el laberinto de sus pensamientos, en el fondo de un océano de emociones turbulentas en el que se sumergía cada vez más. La noche lo atemorizaba con sus sombras, pero jamás pudo hallar el dulce alivio del sueño.

(Tras aquel incidente, no había dejado de atender a Nami con la misma intensidad de siempre)

Y así pasaron los días, mientras más se acercaban a la isla, mejor era el clima y todos parecían estar cada vez más emocionados. Todos menos Sanji, que tenía rastros de no haber dormido muy bien durante la semana. Aunque tampoco quería que alguien lo notara, pues como siempre había pensado, sus problemas los resolvía él. Sin embargo, sus esfuerzos por ocultarlo serían en vano...

– Sanji, ¿Seguro que tu hiciste esta sopa? – preguntó Usopp. A lo que el cocinero respondió –¿Hay algo de malo con la sopa Usopp? –, su tono de voz era distinto, parecía impaciente. Al notarlo, Usopp decidió mejor no decir nada, pero su capitán intervino en la conversación: – ¡Está muy salada!, pero igualmente deliciosa–. Cuando Sanji la probó, se dio cuenta de que su capitán estaba en lo correcto: – "¡¿Cómo pude haberme pasado con la sal?! – pensó mientras su semblante se distorsionaba hasta mostrar una confusión impropia de un cocinero de "primera clase".

No se trataba de un problema superficial, ni un simple desajuste en la receta de una sopa. Era algo más profundo, más íntimo, una herida invisible que sangraba en silencio en lo más profundo de su ser.

– Lo siento, discúlpenme. – dijo con vergüenza. Todos le quitaron la culpa instantáneamente: –No hay problema cocinero san" dijo Robin, aunque aquel acto de sus nakamas no hizo que se sintiera mejor. Hasta que su navegante favorita replicó: –Sigue estando tan deliciosa como siempre Sanji kun –, curiosamente, ahora todos observaron como esbozó una débil sonrisa. Estaba feliz de que ella le dirigiera la palabra para algo más que pedirle algo. El sintió un poco de esperanza, que le resultaba extrañamente familiar.

La sopa salada fue solo el preludio de su ruptura interna, un símbolo de su incapacidad para controlar las fuerzas que lo consumían. Ante la mirada atenta de sus compañeros, Sanji se desmoronaba lentamente, incapaz de contener su tormenta de emociones provocada por la persona que lo enloquecía.

Al terminar la hora del almuerzo, la cocina se quedó solo con la presencia de Sanji, y menos mal, porque necesitaba un tiempo a solas para pensar en todo lo que había ocurrido. ¿Cómo había sido posible que descuidara un detalle tan importante mientras cocinaba? ¡Si!, había cometido miles de errores en cualquier aspecto de su vida, pero jamás le había fallado al arte que siempre llenó su corazón de alegría. Al menos no desde que se convirtió en cocinero del Baratie.

Se sentó en el sofá y tomo un cigarrillo de la caja de tabaco que siempre llevaba consigo, encendiéndolo una vez este se encontraba entre sus labios. Tras darle una calada, se adentró en su mente.

Antes de lidiar directamente con el recuerdo de hace unos días, quería estar seguro de que ese, y no otro, era el problema principal. Entonces decidió analizar todo lo que había vivido hasta ese punto.

Muchas chicas lo habían rechazado antes, y jamás había dejado de dormir por eso, incluso cuando conoció a Nami en el Baratie. Entendió que la esperanza que había sentido antes era similar a la que su madre le había transmitido cuando apenas iniciaba a cocinar. – Ella fue mi fuente de inspiración, incluso ahora. Y aunque me haya dejado solo hace tiempo, siento que está viéndome, desde arriba...–, pensó.

Sin duda, la navegante era la musa que encendía la llama de su pasión culinaria, pero también era la fuente de su dolor más profundo. Su recuerdo lo envolvía en un torbellino de... deseos inalcanzables y sacrificios sin recompensa.

Una lágrima surcó su mejilla, una gota salada que reflejaba el amargo sabor de su "romance". Pero también había una sonrisa en su rostro, una sonrisa cargada de resignación y determinación. Porque, a pesar del dolor, Sanji seguía adelante, aferrándose a la esperanza de que algún día ella lo vería como el tanto anhelaba. Si... esa sonrisa se burlaba de sí mismo.

Sin embargo, se convenció de que todo ya estaba dicho y hecho. Las acciones de la navegante le habían demostrado que entre ambos no existía una química que fuera más allá del compañerismo. Lo había entendido, aunque eso no significa que doliera menos.

– No puedo creer que fuera ella quien me construyera y al mismo tiempo me derribara, como una casa abandonada – se dijo. Lo que Nami le hizo ese día en la cubierta lo había dejado frío y sin aliento. Esa noche cayó en un profundo hoyo y eso lo noqueó... pero hoy una estaca se le clavó en el corazón, porque se dio cuenta de que el siempre era su mejor versión de sí solo para ella.

Tenía la respuesta frente a él todo este tiempo, pero nunca la vio venir. Debería de haberse alejado hace mucho... mucho tiempo. ¿Por qué siempre dudaba de sí mismo y no de ella?. 

Por primera vez, sintió que estaría mejor sin ella. Tal vez no estaban hecho el uno para el otro, como solía fantasear. 

Llegaba la hora de la cena, pero en la cocina no había nadie. Sanji estaba en la cubierta y decidió que descansaría esa noche, pero Luffy no se lo iba a permitir, pues como siempre, tenía hambre. – ¡Sanji! No me digas que te comiste la cena tu solo. – le preguntó mientras se acercaba por detrás.

–Luffy, realmente necesito un momento a solas– objetó con una voz estremecedora. 

– Vamos Sanji, ¡Muero de hambre! – insistió Luffy, pero Sanji solo se quedó callado. Los demás tripulantes se encontraban viendo la escena y no pudieron evitar preocuparse por Sanji.

¿Por qué de la nada actuaba así?

Nami decidió acercarse a él de manera persuasiva, sabía que él haría lo que sea que ella le pida, –Sanji, ¿podrías cocinar para mí? –, pero lo que no esperaba la navegante fue que Sanji le dijera – Nami, por favor aléjate –. La impresión provocada por la respuesta hizo que la pelirroja retrocediera lentamente.

Tras ese momento de tensión, los Mugiwara decidieron darle a Sanji un tiempo a solas, 

– Mañana estará mejor – dijeron todos. 

Aunque a Nami le pareció extraño que Sanji actuara así. Jamás había rechazado nada que ella le pidiera, y de alguna manera, se había acostumbrado a tenerlo siempre a sus pies, pero eso estaba a punto de cambiar. 

– ¡Buenas noticias chicos!, mañana llegaremos por fin a Espuma Azul –, exclamó, y la tripulación, especialmente Luffy, saltaron de alegría.


Fin del capítulo 2. 

Receta Para Dos (SaNami)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora