17- Pau, Sin miedos

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Me gusta tanto cuando está relajado. Su actitud es distendida, divertida, vivaz. Contraria a la altanera con la que me encuentro cada día en la oficina. Lo veo reír a lo lejos con esa sonrisa tan diferente a la forzada de las fotos, una que hace que unas pequeñas arruguitas se le marquen alrededor del cielo, de esa mirada que brilla cuando parece no estar más que en este instante.

<<Amo verlo tan jocoso>>.

Con esa ironía burlesca que me encanta, tanto como lo detesto cuando viene con sus aires de prepotencia mezclados con terquedad e impaciencia a hacer valer su poder de jefe, su control sobre todas las cosas. Me da mucha ternura verlo enojado, cabreado cómo un niño queriendo tener aquello que le dicen que no, aunque la versión del niño que vi hoy... también me agrada.

- ¿Qué miras? -la voz aguda de mi cuñado a mis espaldas me hace dar un pequeño saltito.

- Nada -una mueca de costado con los labios apretados me indican que duda de mis palabras. Rio al percibir lo expresivas que pueden ser sus caras cuando quiere- Sólo pensaba en tonterías sin sentido.

- ¿Lo estás dudando?

- ¿Qué cosa? -preguntó con la emoción de felicidad que sale por cada rincón de mi piel en este instante, este mismo que me llena de alegría al darme cuenta de que hacía mucho que no veía a Anto tan contenta, riendo con tantas ganas, bailando sin limites, jugando sin parar, hablando por los cuatro costados.

- Vas a irte, ¿verdad? -Rápida y sorprendidamente mi mirada se clava en la suya, <<¿Cómo sabe?>>.

- No.

- El gris también forma parte de la vida cuñada. Y tenerlo todo a veces implica algunos sacrificios.

Con Santi ya recostado sobre mi hombro con sus bracitos relajados a los costados esperamos a Anto para ir a dormir. Ni bien apoya la cabeza en la almohada aprieta mi mano y queda profundamente dormida. Su dulce carita es todo lo que necesito. Ella me inspira. Ella es todo lo que está perfecto en esta vida. Y yo... yo lo menos que puedo hacer es ser ejemplo de que todo es posible si es en lo que vibra tu corazón.

Al volver al jardín mi cuñado está fumando con Ezequiel (su hermano), Fede y Pablo. Por otro lado, mi hermana no para de sacudir el esqueleto con sus amigas Jenny y Victoria. En la entrada estacionan el auto Gaby con Juanma que fueron a comprar helado y sus respectivas señoras, Nati y Lucía, se arriman a la heladera para sacar unas cervezas.

El murmullo se entremezcla con grandes esbozos de alegría de diferentes tonos y colores; el chi-chin de los vasos chocando seguramente por el festejo de algún chiste en sintonía con que vuelve a activar el parrandeo con Enrique Iglesias y Gente de Zona.

...Yo te miro, se me corta la respiración
Cuando tú me miras se me sube el corazón
(Aceleras a mi corazón)
Y en un silencio tu mirada dice mil palabras
La noche en la que te suplico que no salga el sol...

Lucía grita pataleando cuando Ezequiel la alza poniéndola como bolsa de papas por encima de sus hombros, y es que con el metro noventa que tiene de altura es sencillo cargar a su menuda mujer. En cambio, Pablo rodea la cintura de Sabrina por detrás, Victoria corre hacia Juanma subiéndose como chimpancé de un brinco a su espalda, mi adorable cuñado besa a mi hermana tras un sarcástico comentario que la hace chillar y el resto vuelve nuevamente a mecerse al ritmo de la bachata.

Hasta VOLVERNOS a ENCONTRARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora