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HANS.

Eran las nueve de la mañana y Hans estaba tirado en el sofá, leyendo esa estúpida revista, mientras Scarlett, que se encontraba a su lado, acababa de escupir su café por la nariz sin poder calmar su risa.

Mientras la pelirroja seguía riendo, Hans leía sin pausa el último párrafo.

Ni siquiera habían acordado nada con Loren, y la prensa de corazón ya estaba pisándoles los talones intentando averiguar qué rumbo iba a seguir su "matrimonio".

El Lago de los Cisnes era un ballet precioso, pero Hans necesitaba algo un poco inusual, un ballet que no estuviera en su máximo esplendor, pero significara algo, sobre todo por la escenografía.

Tenían todo el presupuesto del mundo y sentía que podía gastarse lo que quisiera en que pareciera una película de baile en vez de un ballet. Por la calidad y el realismo que transmitiría el escenario y los trajes.

—No entiendo por qué mencionan a mi hermano cuando llevo años sin verlo —Terminó de reír Scarlett, para hablar —¿Te acuerdas lo que se enfadó cuando se enteró de que iba a ser reina de Inglaterra? Joder, casi le estalla la cabeza.

Hans lo recordaba. Cómo para no hacerlo.

Fue la única vez que agradeció haber dado clases de autodefensa con diez años por si alguna vez lo necesitaba. El puño de Olav estuvo a punto de rozar su mejilla cuando se agachó y casi se golpeó a él mismo.

Hans tuvo que aguantar la compostura y no reírse, pero si hubiera sido cualquier otra persona, lo hubiera hecho.

De hecho, Scarlett lo hizo, y eso provocó que el rey de Bélgica no le hablara más a su hermana y, como si sus palabras le hicieran algún daño, les deseara a ambos el peor reinado inglés.

—¿Sigues sin hablar con él? —preguntó Hans con curiosidad, no le gustaba meterse mucho en la vida de Scarlett, a no ser que ella lo necesitara.

—Cuando es necesario, es un egoísta engreído —Se defendió ofendida, como si Hans hubiera insinuado que volvían a mantener relación.

Olav Andrew era el polo opuesto a su hermana. En la opinión de Hans era un niño rubio, igual de alto que de engreído, que además de tener un pensamiento claramente visible sobre que las mujeres eran mucho más inferiores que los hombres (y tal vez en ello influía que aun siendo el pequeño iba a ser él quien gobernara Bélgica, por encima de su hermana), sus padres le consentían cualquier tipo de deseo que tuviera y se enfadaba como un niño pequeño cuando no conseguía lo que quería.

Hans había convivido con él en Escocia durante la racha de bombardeos de Alemania sobre Inglaterra, y sin duda había sido por él por quien había aprendido a dejar la mente en blanco y solo asentir cuando Olav no podía parar de hablar sobre cosas estúpidas.

Tras salir del castillo del Balmoral, no tuvieron más relación hasta que un par de años después la familia Swift acordó con los Andrew el matrimonio entre Hans y Scarlett, y Olav se enteró días después.

Más tarde, cuando se vieron tras la noticia, el belga había intentado pegar a Hans y el resto era historia.

—Por cierto, ni siquiera recordaba que distes clases de ballet, da miedo cómo ellos sí, seguro que tienen una habitación con todo tipo de documentos sobre ti Hans —rió Scarlett mientras el rey se tensaba en el sofá y la pelirroja lo observaba desde la alfombra.

—Mhm... —asintió— Consecuencias de familia, supongo.

—¿No has pensado en retomar las clases? Loren podría ayudarte.

Apology of the tearful [Alabanza a la lacrimosa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora