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HANS. PASADO. Lunes, 20:07

Los caminos de Hans y Loren se encontraron antes de lo previsto, cinco horas después de su primer encuentro.

En el cielo lo único que quedaba del sol eran sus reflejos, que generaban un crepúsculo oscuro e invitaban a la gente del campus a recogerse a sus habitaciones después de cenar.

Y aunque Hans sí que iba por ese camino, el resto de estudiantes parecía no hacerlo.

—Está bien Taylor, voy al baño y podemos pasarnos por el cuarto de Steve para ver si tienen alcohol.

Hans escuchó atentamente la voz que venía de fuera de los lavabos; con su cena sobre sus piernas y encerrado en uno de los cubículos cada minuto que pasaba se daba a cuenta de que había sido una horrible decisión decirle que no a Camille, y cerrarse a todos los planes de la tarde, solo para intentar aprender la posición que habían practicado en la primera clase, o realmente por una vergüenza que le invadía a la hora de hacer amigos.

Así que en aquel momento, sentado sobre la taza del baño, Hans le dió un último bocado a la manzana que arroja seguidamente a la papelera. No olía tan mal como pensaba que lo iba a hacer, y aunque se siente algo ridículo, mientras nadie lo viera todo estaría bien. La voz del exterior parece haber entrado en silencio, únicamente a lavarse las manos y se mantiene en silencio por si le da por meterse en algún baño.

Por desgracia, fue una idea que nada más pensarla se arruina cuando ese alguien que ha cerrado ya el grifo, no se marcha, y en busca de un retrete abre su puerta.

"Mierda, el cerrojo" pensó sin poder remediarlo. No sabía si agradecer que sea una cara conocida o no.

—Opss. —Exclamó con vergüenza el rizado, ruborizándose.

—¿Ed? Oh hola, ¿Estás... comiendo en el baño? —Loren lo nombró, pero por el nombre que Hans se había presentado. Mierda, una relación entre mentiras nunca podría acabar bien.

El rizado agachó la cabeza a consecuencia de la vergüenza. Loren sonó extrañado. Eran simples conocidos, pero el ojiazul pudo deducir al instante que era alguien nuevo, y eso explicaba que estuviera ahí.

Loren había sido el primero en hacerlo cuando llegó al campus hacía unos meses después de dejar la Royal Academy. Después en la clase del día siguiente sacó su lado extrovertido, conoció a Taylor y por suerte no tuvo que repetir esa asquerosidad jamás.

—No soy muy bueno conociendo a gente, ¿Vale?

—Oh, yo tampoco lo era, fui el primero en sentarme aquí a comer. —Dijo mientras se apartaba de la puerta y lo invitaba a salir junto a él. —Iba a ir con mi amiga Taylor a una fiesta, si quieres puedes venir.

¿Una fiesta? Nunca había ido a una. Solo a galas con sus padres en las que la gente bebía vino, cava o champán, con gente trajeada y que tenían treinta años más que él. Además dudaba que si todos los asistentes se centraban en sus amigos y en el alcohol, pudieran reconocerlo de alguna forma.

—Está bien, iré contigo. —Hans, o mejor dicho Ed, le agarró la mano a Loren cuando se la tendió para ayudarlo a levantarse, y los dos mientras sonreían caminaron hacía el exterior.

Hicieron una parada en el espejo, porque Hans descubrió que Loren era un maniático con su pelo liso y tenía que estar arreglándolo todo el tiempo.

—¿Cuántos años tienes, por cierto? —preguntó Loren antes de dejar los baños. —Quiero decir, no me gustaría estar pasando a un crío de diez a una fiesta. —Concluyó mientras se reía.

—Catorce, en realidad.

—¿Solo catorce? Santa mierda, pareces... no sé, tal vez entre quince y dieciséis. Oh, nos llevamos cuatro años, podrías ser mi hermano pequeño.

Apology of the tearful [Alabanza a la lacrimosa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora