V: Sin sonrisas

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Esa noche fue algo distinta. Yo no duermo, eso no es ninguna sorpresa. Todos los días, tan eternos y a la vez tan fáciles de perder, pasan sin cesar. Sin embargo, nunca duermo, no lo necesito. Siempre veo a un punto fijo, a veces ni siquiera pienso. Solo soy lo que soy, un cadáver. Pero durante toda la noche lo observé a él.

Él se quedó dormido con facilidad, tal vez agotado por todo lo sucedido últimamente. Al carajo, eso no me importa. Su rostro estaba algo sucio, un poco del caramelo de la tarta de frambuesas estaba en el contorno de su rostro. Los rizos de su cabello se veían muy bien definidos, rojos como la sangre oxigenada que corre por las arterias de los vivos. Completamente opuesta a la sangre casi negra que carece de oxígeno y corre por las venas.

Me acerqué lentamente a él. Arruinaré esos rizos para que cuando se despierte, su cabello esté hecho un nido de pájaros. Pase mi mano por los espirales casi perfectos. Eran tan suaves y sedosos, no pude parar. Al principio mantuve mi mirada en sus párpados, por si llegaba a cobrar conciencia. Pero luego solo pude ver la noción de la marea rojiza que yo mismo controlaba, mi pálida mano en definitiva era nada en comparación con el rojo vivo de su cabello.

Sin notarlo, él abrió sus ojos. Yo no me di cuenta al principio hasta que su ceño fruncido era demasiado notable. Baje mi mirada y me encontré con sus esmeraldas que sutilmente se suavizaban, sin razón alguna.

Ambos nos mantuvimos en silencio. Solo nos mirábamos perplejamente, mi mano se mantenía enredada en las hebras de su cabello. Su cálida mano sostuvo la frialdad de mi antebrazo y apartó mi mano, al igual que su mirada.

— ¿Qué mierda hacías, zombi culón?— dijo con un deje de vergüenza.

Yo permanecí en silencio y noté como su mano aún sujetaba mi antebrazo, sin ninguna presión, con un leve toque.

— Tengo hambre— aparta su brazo con brusquedad y cruza sus brazos. —No pararé de repetírtelo, déjame salir, déjame ir.—

Yo negué con mi cabeza y jalé un mechón de su cabello. Luego me aparté de él antes de volver a empezar una pelea con él, la que tuvimos ayer pareció dejarle uno que otro moretón, pero nada serio.

— Entonces si no me dejas salir, tendrás que conseguirme comida porque tengo hambre.— dijo esto mientras miraba hacia el frente, ignorando mi presencia.

No me lo podía creer. Ese judío avaricioso intentaba salirse con las suyas, debe aprender que aquí mando yo.

— Te agradecería mucho algo de comida ... por favor ...—sus esmeraldas me vieron con súplica al igual que con una profundidad que me confundía.

Solo asentí y me levanté, antes de irme le hice una seña de que no se mueva de donde está, pues afuera la seguridad no es garantizada.

Al salir del avión me fui a uno que quedaba cerca, ahí encontré unas salchichas enlatadas. Salí y cuando estaba por regresar, vi que la puerta de mi avión estaba abierta. Carajo.

Intenté buscar rastros de su olor, pero nada. Mire a mis alrededores, me moví de sitio para variar mi campo de visión. Justo detrás de los neumáticos del avión, ahí estaba el judío tramposo.

Su semblante era uno de terror, me acerqué a él por detrás. Su atención estaba en los zombis que parecían percibir su aroma a vivo, a comida. Claramente, eso hacía que él quedará estático, semejante a los términos nerviosos de un venado a punto de ser devorado o tal vez atropellado por un camión a toda velocidad.

Ya cuando mi cuerpo estaba a centímetros de él, sin que él me percibiera, pase mi pulgar por su nuca y lo manche de sangre para camuflar su olor y que los zombis no lo perciban como a un vivo.

El intangible corazón del chico come cerebros [Cartyle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora