Prólogo

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¿Qué carajos le pasó a mi vida?
Ya nada es lo mismo. Siento que percibo la vida con cansancio. A veces, veo mi piel en las vitrinas de las tiendas, me veo pálido y mi mis venas se ven muy marcadas y verdosas. Ya no me veo tan fuertecito, parezco desnutrido y como si hubiera consumido 10 kilos de crack. Tal vez si caminara con una buena postura, todos me respetarían. El problema es que ellos parecen no saber de mi existencia.

Porque estoy muerto.

Ellos están muertos.

Ese, el que tiene las bolas afuera, está muerto.

Ya me hubiera presentado, si no fuera porque no recuerdo como mierda me llamaba

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Ya me hubiera presentado, si no fuera porque no recuerdo como mierda me llamaba. Solo recuerdo que mi nombre empezaba con E. En sí, no recuerdo nada de mi vida, pero al ver mi ropa, puedo suponer que estaba fuertecito y que tenía un buen gusto en moda.

De vez en cuando, me gusta ver la gente a mi alrededor y suponer como pudieron haber sido sus vidas. Por ejemplo, ese niño pequeño en forma de dildo, parece haber sido un canadiense famoso que era parte de un reality show. Ese otro chico, un negro, que con su vestimenta de calidad, parece ser alguien que disfruto del dinero de sus papis.

Pero ahora ellos están muertos.

Ambos chicos se retiraron mientras caminaban con movimientos irregulares y anormales, algo común entre los muertos. Yo ni me tome la molestia de verlos partir.

No sé cómo todo empezó, no recuerdo nada. No recuerdo a mi familia, ni a mis amigos, y mucho menos a mí mismo. Esto es lo que soy ahora, un cadáver podrido.

Ahora, solo camino de un lado a otro, doy vueltas por una misma zona una y otra vez. Me chocó contra otros maricas y ni siquiera tengo la energía para gritarles a la cara que me chupen las bolas.

El ambiente era sombrío, gris, frío, y aunque muchos cuerpos en descomposición llenaran el lugar, era tan solitario. Solo se podía oler muerte, se podía escuchar el batir de las alas de los cuervos carroñeros que de vez en cuando se acercaban para asechar a sus presas, sin poder razonar que los muertos podrían despellejarlos y extirpar sus cerebros.

Por el momento, deambulo por un aeropuerto, no hay ningún avión activo, ya que claramente lo único vivo son los cuervos, los insectos, las moscas que rodean a los que ya llevan demasiado tiempo sin probar un bocado de carne humana. Cabe mencionar, que nosotros, los muertos, buscamos con desesperación comer cerebros, para así poder sentir, así sea terror, enojo, alegría, pero que sea un sentir.

Mis ojos se fueron directamente a unos hijos de puta, los huesudos. Ellos son unos esqueletos, parece haber un tejido por encima de sus huesos, pero para nada grueso porque se nota cada cavidad y grieta en sus cuerpos escuálidos, parecido a un cadáver que ya ha perdido todo rastro de piel, carne, tendones, y ligamentos.

Ellos comen todo lo que tenga pulso, bueno yo también lo hago, ya que debo recuperar mi forma y ponerme fuertecito. Aunque, no mentiré, tampoco es que disfrute mucho comer cualquier cosa; tengo un paladar refinado.

Me he dado cuenta, de que los muertos en algún instante se convertirán en huesudos. No entiendo por qué siento repelús al recordar eso, pero es entendible. Cuando los muertos están tornándose en huesudos, ellos rasgan, arrancan y tiran de su propia piel, trayendo consigo nervios, venas y arterias, algo asqueroso y completamente aterrador. No quiero hacer eso, ninguno de nosotros quiere. Por eso comemos cerebros, al menos eso nos saca de este sangriento desdén.

En realidad, no tengo idea de lo que quieren los demás. Espero que también deseen no sentirse tan perdidos, tan solos, tan desolados, pero en realidad no lo sé. Ellos solo deambulan por ahí, no hablo con ninguno, tampoco es que tenga las mejores habilidades sociales tomando en cuenta mi estado.

Después de un largo día, entré en un avión. Ya antes había entrado a este lugar, es igual que afuera, pero al menos aquí no hay ningún muerto, solo yo. Mis pies me llevaron entre las hileras de asientos, hoy ha sido un día común y corriente, eso lo hace cansado.

Me acerqué hacia un gramófono un tanto moderno que hace unas cuantas semanas encontré en un gabinete del avión. Al lado de este, había una caja con polvo. Cuando la abrí habían unos vinilos de rock, pop, y una variedad de géneros musicales. En este momento, estaba posicionado el vinilo en el gramófono, sin tocar la superficie del disco. Luego le di play. Una melodía, suave, pero rítmica, empezó a sonar. Una persona empezó a cantar, me quedé mirando a un punto fijo mientras escuchaba la letra.

Se suponía que era una canción de amor, una canción que hablaba sobre la fortaleza entre dos personas si es que estás llegasen a unirse. Fruncí mi ceño, noté que en la superficie del vinilo habían unas cuantas letras localizadas justo en la mitad. Estas decían, «Morat» en una tonalidad blanca. Creí que ese era el nombre de la canción, pero no tengo ni la más mínima idea, puesto que esa palabra no fue usada en la canción.

La canción era difícil de entender, no le encontré ningún sentido. Hablaba de la fortaleza que se logra obtener cuando se está con esa persona.

Pero, ¿siquiera hay una persona? Me quedé callado escuchando la canción, con una mueca en mi cara la saqué del gramófono.

Suspiré.

¿Yo contigo, tú conmigo?

Al carajo, la existencia me rompe las bolas.

Al carajo, la existencia me rompe las bolas

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—❤️💚—
Muchas gracias por leer.

Dato random:
Hace pocos días, en mi colegio, disequé un cerebro de oveja. Fue muy random, era blanco y los surcos del cerebro eran negros. Pero bueno, solo creo que fue muy random que haya hecho eso y que también, un día antes, haya empezado a escribir este capítulo.

El intangible corazón del chico come cerebros [Cartyle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora