III: La vida en las profundidades

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Pero lo que logro en estabilizarse fue arrebatado cuando su cuerpo fue arrastrado hacia las profundidades del lago. Ni siquiera tuvo tiempo para gritar. La sonrisa que solía estar en mis labios fue remplazada por un semblante serio. Las aguas del lago se movían violentamente, pues alguien estaba siendo asesinado en este.

¿Alguien?
O
¿Un pelirrojo que con su magia judía logró sacarme una sonrisa?

Al carajo.

El cadáver, que se hace llamar E, perdió conciencia alguna. Su cuerpo, lo podrido de este, se encargó de sumergirse en el lago. Sus brazos se movían con una eficaz coordinación, más su rostro mantenía serenidad y seriedad. Si embargo, sus movimientos eran rápidos y con un deje de desesperación.

El pelirrojo hacía lo posible por alejarse de un huesudo hambriento, en las profundidades del lago esto era meramente imposible, pues sus fuerzas eran demasiado desproporcionadas. El huesudo seguía aferrando sus manos a sus tobillos, jalando de estos e intentando acercar al pelirrojo hacia su cuerpo. Pero Kyle, aun con la fatiga de haber escapado de E, hacía lo imposible por escapar y traspasar la densidad del sofocante lago. Sus uñas se enterraron en la tierra y suelo de las profundidades del cuerpo de agua en un intento por impulsar su cuerpo hacia delante para así escapar con más facilidad.

Los segundos pasaban. Kyle sentía su pecho inundarse por agua parcialmente sucia. Su cuerpo empezó a convulsionar, pero ya no se sentía prisionero del hambre de un temible huesudo. Sus ojos se cerraban lentamente, más no reflejaban la ansiedad y el vacío presente al sentir como su propio cuerpo, aquel que lo acompañó desde que tan solo era un niño, inhalaba agua y se ahogaba con el pasar de los segundos.

Más fue su sorpresa, al sentir unos brazos gruesos sujetar su cuerpo, aunque emanaban frialdad, eran suaves y gentiles con su cuerpo o próximamente cadáver, pues no estaba muy lejos de ser considerado un muerto también.

E posó el cuerpo de Kyle en la orilla del lago, de sus rodillas desbordaba sangre, sangre que posiblemente fue provocada por el temible huesudo. Ya en el húmedo pasto, el cuerpo de Kyle yacía inconsciente. El castaño sin vida mantenía un semblante de alarma mientras sus manos hacían un intento de resucitación cardio pulmonar, sus fríos y temblorosos labios se unían con los del pelirrojo en un intento por darle respiración boca a boca. Una y otra vez, una y otra vez. Hacía todo a su alcance, un alcance completamente ilógico para un zombi.

Pero el pelirrojo cedió. Toda el agua acumulada fue expulsada por su boca, su pecho se comprimió y empezó a toser sin cesar.

Y me encontraba allí. Viéndolo vivo y recuperando el aliento. Pero yo no comprendí nada, ¿qué carajos sucedió? Solo vi como su cuerpo se perdía en la oscuridad del cuerpo de agua, desde ahí no recuerdo absolutamente nada.

Verlo así, sus tobillos sangrantes y su cuerpo titiritando por estar empapado en agua. Su ropa ya no tenía lodo, ahora estaba completamente mojado y tosiendo. Esmeraldas veían mis ojos, parecía agotado, pero solo me veía mientras su cuerpo se encogía intentando buscar calor en su propia piel.

Mis brazos rodearon sus piernas y su espalda, empecé a caminar con él en mis brazos. Él no parecía responder de ninguna manera y mucho menos lo haría yo. Nos llevé en silencio hasta la salida del bosque, aunque duramos un largo rato en encontrar la salida.

Antes de seguir, unté su mejilla con sangre, para así camuflar su olor y que ningún muerto se nos acerqué. Si alguien se acerca les pondré una mina en las bolas.

Al llegar al avión, subimos por unas escaleras, para luego adentrarnos a este y cerrarlo con seguro. Lo llevé hasta el baño y metí en una tina.

—Agua caliente...— señalé la llave de agua y mi mirada vacía apuntaba hacia el suelo.

El intangible corazón del chico come cerebros [Cartyle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora