IX: Unión

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Al volver al avión, noté que el judío seguía en el baño. A pesar de que ya era de madrugada, ¿Qué carajos estará haciendo allá adentro?

Tal vez deba entrar a ver, puede que ese zombi le haya hecho algo. Me acerqué a la puerta y puse mi oreja en la puerta, en un intento por escuchar lo que ocurría adentro.

Pero no escuché nada, absolutamente nada.

Así que toque la puerta con fuerza, luego cuando no obtuve respuesta, empecé a patearla.

—¡Gordo, largo de aquí!— protestó justo al abrir la puerta.

Yo lo examiné detenidamente.

—Demoras.

Él salió por completo y cerró la puerta detrás de él.

—Intentó que confíe en mí antes de decirle que soy su hermano. Fue algo difícil que me escuché, pues parecía no rendirse en intentar escapar. Pero necesito tiempo y ser constante. No es algo fácil, pero parece calmarse de a poco.

Lo vi callado. Suspiré. Tal vez esto sí está funcionando, pero ... El judío me está dejando de lado, ¿Y si pierdo todo el proceso por estar lejos del judío?

¡Al carajo, no dejaré que eso pase!

Sujete su muñeca. Él me miró confuso, su mano rechazando el contacto con la mía.

Resople.

—¿Y qué ahí de mí? Debes enfocarte en ayudarme a mí, no a esa rata judía de laboratorio.— fue lo único que pude sacar, pues mi respiración se volvió errática y mis palabras salían bruscas y tajantes.

—¡E, él es mi hermano! Debo ayudarlo ... necesito hacerlo, no quiero perder la oportunidad de volverlo a tener conmigo.— su mano se posó en mi pecho, mientras la otra mantenía un agarre en la manija que amenazaba con abrir la puerta.

Mantuve mi mirada en sus esmeraldas abatidas, suplicando que no entrara ahí dentro.

—E, no es no. Ya te lo dije, luego iré contigo. No seas caprichoso.— tragó saliva, su semblante se tornaba algo frustrado con el pasar de los segundos.

Sujete ambas de sus muñecas y lo traje obligado conmigo a un asiento del avión, él se resistía e intentaba apartarme.

—¡Gordo, ya! ¡Para! ¡¿Qué no entiendes?!— su temperamento estalló y logró apartarse de mí. —¡No puedes tener todo lo que quieras! ¡Yo no decidí estar aquí contigo, tú me obligaste!— dejé de hacer fuerza. Lo vi callado, mi respiración tornándose más densa con el pasar de los segundos.

Como si me estuviera ahogando en el medio de una corriente vigorosa de viento, una que no me da la oportunidad ni de respirar.

—¡Ahora estaré con mi hermano y tú te mantendrás alejado porque entiendes que lo merezco después de que me hayas alejado de mi hogar! ¡De mi HOGAR!— al final, su índice golpeó mi pecho, en un intento por enfatizar su punto. Pero, esa fue la gota que rebasó el vaso.

Negué varias veces con mi cabeza y me fui, dando pasos erráticos hacia la cabina de mando. Vete al carajo, estúpido Kahl. Te odio. Te odio. Te ...

En un asiento, durante mi trayectoria hacia la cabina de mando, vi el visor estereoscópico. Lo sujete con torpeza y mientras caminaba, noté que llegué a la cabina de mando.

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⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

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El intangible corazón del chico come cerebros [Cartyle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora