Tentaciones Prohibidas: Entre el Placer y el Dolor del Pasado

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Retira el vestido por mi cabeza dejando a la vista mi sostén blanco, vuelve a besar mis labios mientras traza sus dedos sobre mi muslo izquierdo hasta dar con mis bragas, introduce su dedo entre ellas provocando que eche la cabeza hacia atrás y sus labios terminan en mi garganta, sus labios mojados hacen estremecer mi cuerpo.

—Oh... —arrastro mis uñas por su espalda, cierro los ojos con fuerza mordiendo mi labio inferior, mi respiración se vuelve agitada y no puedo controlar mi pulso.

—A pesar de todo no puedes resistirte a lo que te puedo hacer sentir —ronronea con la voz ronca sobre mi piel.

—Mmm... ah, Leonardo sí, más... —hundo mi cabeza en la almohada cerrando los ojos con más fuerza al sentir mi cuerpo temblar. —. Oh sí, ahhh —gimo llegando al clímax.

Siento el frío de sus labios sobre mis senos y jadeo sin voz, termina de quitarse la camisa y prosigue con su pantalón, pasa su mano detrás de mi espalda liberando mi sostén. Me mira a los ojos antes de irrumpir dentro de mí, gimo rodeando su cuello con mis brazos.

No se hace esperar y empieza a embestirme con fuerza, mientras jadea mi nombre como un loco enamorado.

—Leonardo... —gimo apretando su cabello con fuerza. —. Sí, más, me gusta, así, así —gimo delirando mientras me muevo hacia delante. Me da una estocada hasta el fondo que me roba un grito.

—No te muevas más preciosa —pide con la voz jadeante, repartiendo besos en mis labios. —. Sólo gime, así como me gusta —besa mi nariz, mi mejilla, mi cuello, mi seno.

—Oh, Leonardo me...

—Nadie te hará esto como yo, a donde sea que ibas a ir —dice con la voz agitado hundiéndose completamente dentro de mí con cada estocada.

—Ahhh para... —tiemblo. —. Ya me... corro.

—Un poquito más —muerde mi oreja, la gota que derrama el vaso.

Me inclino hacia su cuerpo abrazándolo por el cuello con más fuerza sintiendo como me libero alrededor suyo. Respiro agitada contra su hombro, éste hombre tiene una fuerza de animal, me va a matar, pero me está volviendo adictiva.

Deja caer mi cuerpo sobre la cama nuevamente, aparta mechones de mi frente sudada sin dejar de ver mis ojos, y eso es lo que me confunde, esa mirada que me da, esa mirada que parece estar llena de amor, pero que temo que sea manipulación.

Se retira dentro de mí y trago con dificultad.

—Aunque niegues que sea eso, te haré el amor de tantas maneras que no querrás salir mañana, y aunque quieras no podrás —sentencia, me sonríe como un cazador feliz por haber encontrado a su presa. Agacha su cabeza y besa mi seno, lleva su otra mano a mi otro pecho robándome el aliento.

Se acomoda entre mis piernas y vuelve a irrumpir dentro de mí haciéndome delirar de placer.

—Duro Leonardo —pido. —. Así, sí, me gusta, no pares, dame más, más Leonardo, oh sí —me giro colocándome a horcajadas sobre él. Pongo mis manos sobre sus hombros y empiezo a mover de delante hacia atrás. —. Oh, sí —cierro los ojos con fuerza.

Él voltea conmigo teniéndome debajo de él nuevamente.

—No quiero lastimarte —jadea.

—Me gusta que me des duro.

Me sostiene de las caderas y empieza a embestirme sin piedad.

—¿Así? Así —mis ronroneos son su respuesta. —. Sí cari...

Grito su nombre apretando las sábanas bajo mis manos temblando al él presionar su pulgar sobre mi clítoris para acelerar mi clímax.

[...]

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora