Escucho un ruido detrás y volteo, ganándome un golpe de mi entrenador.
—Ou, eso dolió —emite la rubia sonriendo. —. Lamento haberte distraído —dice con mucha amabilidad.
Asiento con una pequeña sonrisa mientras acaricio mi cabeza, ella me devuelve el asentimiento sonriéndome.
—No más distracciones —exclama el moreno y yo volteo hacia él.
—No seas muy duro con ella —interviene la rubia.
—Nop —él menea la cabeza. —. Pero puede dar más.
Golpeo mis puños y me coloco en posición para seguir golpeando, siento mis manos calientes dentro de los guantes pero es cómodo golpear con ellos.
Doy el primer golpe, tan fuerte que su mano se tira de golpe hacia atrás, él se sacude el brazo jadeando.
—Disculpa mademuasel —dice mirándome de reojo.
—Wow, no la provoques —dice la rubia riendo. —. Sólo pasé a ver como andaban, ya me voy.
Seguimos entrenando hasta tarde, nos sentamos en el césped y tomamos agua.
—¿Aún sigues intentando recordar? —pregunta de repente.
—Es imposible no hacerlo pero con el entrenamiento casi no lo pienso, es más en las noches —explico mientras destapo la botella de agua nuevamente. —. Tú y yo, ¿Dónde nos conocimos? —giro mi cabeza hacia él para verlo a los ojos.
No dice nada por unos segundos pero luego conecta sus ojos con los míos y me sonríe.
—En esos eventos importantes, pero era más cercano a tus amigas que a ti —explica.
Meneo la cabeza pensativa, pero sin intentar recordar, de nada me vale.
—Mmm —murmuro.
No puedo quejarme del entrenamiento, me mantiene ocupada y me evito tratar de recordar cuando de nada me sirve ya que no funciona, y es muy extraño, se supone que si a ellos yo los conocía de toda la vida, viviendo con ellos podía recordar algo, pero era todo lo contrario, no recuerdo ni logro recordar absolutamente nada.
¿Acaso era eso normal? Tengo varios días desde que tengo conciencia con ellos, debí de haber recordado lo mínimo una pequeña escena junto a ellos, no logro entender nada pero, no me queda de otra, sólo que todo es muy extraño.
Suelto una pequeña risa, desde que desperté en ésta casa no recuerdo haber reído de todo corazón por algo. Me paro de su lado y me adentro a la casa, dejo la botella de agua en la cocina y me dirijo hacia mi habitación.
Me doy un baño y me cambio de ropa, luego de eso me pongo a leer, es una rutina que he estado haciendo últimamente, entrenar, y luego leer.
Los chicos dicen que por mi seguridad no puedo salir a menos que sea muy necesario, entonces esperan a que me quede aquí encerrada como una prisionera.
[...]
Bajo las escaleras y no veo a nadie en la sala, avanzo a la cocina pero me detengo al escuchar una discusión.
—No lo hará.
—Pero por un si acaso, y todo anda bien.
¿De qué están hablando? Continúo avanzando al no escuchar nada más.
—Buenos días —saludo, retiro una silla de la pequeña mesa de la cocina y me siento.
—Buenos días, ¿Qué tal amaneciste? —pregunta la castaña, acercándose con una tasa de café.
—Bien, gracias —le sonrío aceptándole la tasa de café.
—¿Cómo va el entrenamiento? —pregunta sentándose frente a mí.
—Bien, creo que ya puedo defenderme si alguien se pasa de la raya conmigo —digo con una sonrisa y ambas chicas sueltan una carcajada.
—Eso es interesante —se nos une la rubia con su tasa de café. —. Tenemos que recuperar una mercancía, como se te da bien eso de los aparatos probemos.
Sí, eso era lo extraño de todo, puedo manipular la seguridad de cuentas, lugares y entre otras cosas, aquella vez no fue un error, ni suerte, en verdad sé usar las computadoras para invadir cualquier tipo de seguridad, ¿Dónde aprendí eso? ¿Cómo rayos sabré si no recuerdo nada? Pero como es que puedo hacer eso si no recuerdo nada.
—Car —sacudo la cabeza volviendo mi mirada hacia ellas. —. Sigues pensando como es posible eso ¿verdad?
Asiento, junto mis labios en una línea suspirando y llevo la tasa de café a mi boca.
—No te preocupes por eso, debe haber una explicación y un doctor podría dárnosla, sólo que contar eso es peligroso —comenta la morena jugando con su tasa de café, en ningún momento se lo ha llevado a su boca.
¿Qué hay de un doctor privado? Aunque me siento cómoda con ellos, en ocasiones no puedo evitar desconfiar y supongo que eso es normal.
—No es gran cosa, puede que mi cerebro esté funcionando de una manera que no logro entender —murmuro sonriendo, ellas sonríen igual, le tomaron sentido al chiste.
Luego de tomar café, ni siquiera desayunamos y salimos de casa, fuimos a un lugar que ni siquiera podía describir ya que no me permitieron bajar, sólo tenía que ayudarlas desde una computadora, me gustaba bregar mucho con la computadora ya que me llegaban recuerdos, si es que no eran visiones que mi mente creaba, no lo sé, y entonces eso me daba esperanzas de que pudiera recordar, pero de la nada eso dejó de pasar.
Ellas me decían muy poco, pero siempre estaba ahí en todo, cada día mejoraba más, sabía defenderme con más intensidad, de acuerdo a sus actitudes y acciones en ocasiones supe que tenían a alguien sobre ellos, o sea una jefa o un jefe, trabajaban para alguien, ¿ése alguien me conocía? Ni idea.
Pasaban y pasaban los días y no recordaba absolutamente nada, aunque eso me tenía preocupada y mal, con todo lo que hacíamos casi no lo pensaba y podía ignorarlo por mucho tiempo.
Pego mi frente contra la fría pared mientras el agua se mezcla con mis lágrimas, este es justo el momento que más odio del día, cuando llega la noche, cuando estoy dándome un baño para ir a la cama donde tengo que pensar obligatoriamente en mi vida pero no recuerdo nada de ella, sólo estoy viviendo el presente.
¿Será por mi bien? Así como dijo el doctor, que mi cerebro me cuidaba de los malos recuerdos y que puedo recordar pero que tal vez los malos recuerdos no volverían. Odio sentir desconfianza, cuando tal vez ellos sean grandes personas para mí y en mi vida.
Salgo del baño secando mi cabello, me siento un rato frente a la maquilladora y miro mi reflejo mientras sigo secándome el cabello.
—¿Quién soy? —me pregunto, casi como todas las noches. —. ¿Quién eres Carina? ¿Cuál es tu historia? ¿Por qué no puedes recordar?
Dejo de hacerme preguntas y empiezo a tejer mi cabello para irme a la cama.
Al día siguiente me alisto, como unas galletas antes de ir al patio para entrenar, las chicas no están, sólo estamos Gregori y yo, quien es mi entrenador.
—¿Qué tal campeona? —pregunta guindando el saco de boxeo.
—Bien, ¿sólo usaremos eso hoy? —señalo el saco de boxeo. Mientras más iba aprendiendo, menos herramientas iba usando, el combate se volvía más cuerpo a cuerpo.
—Tienes que mejorar tus puñetazos —se encoge de hombros alejándose del saco.
—Mmm, claro —avanzo y tomo mis guantes para ponerme en posición.
Pasamos casi media hora en eso, hasta que cambiamos a combate cuerpo a cuerpo, ya conocía sus métodos, pero siempre me saltaba con un truco nuevo.
—Vas muy bien conejita —dice con la voz agitada.
—Deja de decirme así —ordeno.
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La elegida
RomanceSoy Carina, la hija de una poderosa familia de la mafia rusa, y estoy tratando de mantener un equilibrio entre mi vida universitaria y las exigencias del oscuro mundo al que pertenece mi familia. En una fiesta familiar, conocí al enigmático señor Lo...