La Batalla por la Verdad

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POV: CARINA

Desperté con un terrible humor, la visita de mis padres sólo hizo justo lo que yo esperaba, abrumarme, porque cada vez que lo veía a los ojos, recordaba como le suplicaba que no me soltara.

"¡Papá! Papá ayúdame, no quiero, no me dejes ir con él"

Cierro los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza, termino de bajar las escaleras y me dirijo hacia la sala, me sorprendo de verlo allí pero no le digo más que los buenos días, desgraciadamente era la última persona que quería ver hoy, en éstas condiciones no puedo evitar querer tenerlo lejos.

Me tumbo en el sofá y apoyo mis brazos al reposa manos mirándolo leer el periódico. El ambiente se siente bien hasta que la escuincla esa aparece, mi cara palidece inmediatamente, se supone que se había ido.

—¿Tú que estás haciendo aquí? —espeto mirándolo con horror.

—Querías la casa solo para ti ayer ¿no? —dice con indiferencia.

Abro la boca sorprendida mirándola con incredulidad.

—Dejé muy clara mi posición, te quiero fuera de mí casa, no era por un día —aclaro.

—Bueno, Leonardo no me dijo lo mismo —alza los hombros dándome una sonrisa victoriosa mientras pasa a sentarse sobre las piernas de Leonardo, acto que termina con la poca paciencia que me queda.

—Leonardo tú y yo habíamos hablado de eso —mascullo entre dientes. —. Y creo que fui muy clara.

—Se va a quedar, tus padres no volverán a venir —responde sin dignarse a mirarme.

Ella alza una ceja mirándome divertida.

—Claro, pues estarás atento a tus consecuencias —declaro.

—No pienso retenerte —lanza el periódico sobre la mesita de en medio.

La escuincla esa se acuesta en el sofá colocando sus piernas sobre él, veo que se tienen mucha confianza.

—Extraño Italia.

¿Y por qué no te largas por dónde viniste? —pienso con rabia.

Me paro del sofá y salgo de la sala, regreso arriba por un suéter y luego salgo a patio, estoy tan molesta, llena de coraje que siento que voy a explotar, tan sólo ayer se estaba comportando de lo más normal, pero qué más da, a hecho cosas peores, no creo que nada pueda ser peor.

—¿Pensando? —escucho un susurro detrás de mi oreja.

Volteo rápidamente encontrándome con Carlo, le sonrío.

—Oh, hola —saludo.

—Buenos días señora —saluda sonriéndome, sus ojos observan los míos por unos segundos vacilándose. —. Ya se ve como nueva —agrega después de un rato.

—Sí —comento algo confundida. —. Gracias por preocuparte, Carlo.

Asiente con la cabeza sonriendo y se da la vuelta para marcharse, yo lo sé, sé que le gusto, su mirada desde el retrovisor siempre lo ha delatado, pero Leonardo lo mata, de eso no hay duda.

Con una sonrisa regreso adentro para ir a desayunar en la cocina, pero me encuentro a los dos muy amistosos en el camino.

—¿Me llevas a algún centro? No sé, lo que sea —pide la niña, no es que lo sea pero se comporta como tal.

Leonardo se acerca a mí con su expresión de hielo.

—¿Estás bien? —pregunta fríamente.

—Claro que sí, Leonardo tú me enseñaste que lo peor no ha pasado —aclaro con una sonrisa falsa, puedo soportar la mitad de lo que él pude soportar, a fin de cuentas él fue mi maestro. —. Que la pasen bien —lo esquivo y camino hacia la cocina.

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora