Luces y Sombras

1.6K 95 0
                                    

Leonardo baja de la limusina para abrirme la puerta, ya veo que le gusta estar a la altura porque comúnmente sólo anda en camioneta. Inmediatamente que pongo un pie en el suelo la luz de las cámaras me ciegan, alzo mi mano para tapar mi rostro pero Leonardo me toma de la mano para que no lo haga y para disimular sonríe.

—Las figuras publicas no deben tapar sus rostros al ser captados en eventos, a menos que estés en un acto desagradable —explica mientas caminamos hacia adentro del lugar.

—Yo no soy una persona pública, segundo, no se puede captar a una persona sin su consentimiento, puedo hasta demandarlo —aclaro.

—Si bien tu padre no te exponía, ahora eres mi esposa —siempre yendo a la defensiva.

A la primera persona que visualizamos es a la tal Alessia, ya no la soporto, es como una mosca en todos los pasteles, ruedo los ojos al verla y me pego más a Leonardo.

—Me tiene harta —confieso.

—Es peor que un grano en el trasero —no puedo evitar soltar una carcajada llevando mi mano a mis labios—. Pero es un miembro importante dentro del circo.

La ignoramos completamente y Leonardo pasa a presentarme a algunos clientes rusos, que no son tan de mi agrado, Leonardo suelta mi mano y pasa su mano por mi cintura posesivamente, no me sorprende, en algún momento lo iba a hacer.

Nos sentamos en un sofá a tomar, y nos acompaña Franco, ¿cómo olvidar a la primera persona que vi al despertar luego de desmayarme en brazos de Leonardo?

—Lo que las personas hacen para mantener relaciones —bufa Leonardo. Al parecer no disfruta éstas fiestas.

—Ja, lo dices porque estás casado —lo contradice Franco.

Alzo una ceja mirándolos divertida, Leonardo está tomando con más intensidad de lo normal, algo le molesta, lo sé, pero también sé que no vale la pena preguntar.

Un sujeto alto y atractivo, inmediatamente lo identifico como un ruso, pues estoy aprendiendo a identificar los rasgos, claro que cuando se trata de rusos no es difícil.

—Leonardo Lombardi —dice, con un tono de voz autoritario. Avanza para sentarse a mi lado pero Leonardo le da una mirada en advertencia, pareció un demonio comiéndoselo con la mirada.

—Ahí no.

Franco sólo se ríe emocionado por la situación, ¿Qué le pasa a Leonardo? ¿Desde cuándo se volvió tan posesivo? Y peor, conmigo.

—Bien —el tipo alza ambas manos y pasa a sentarse junto a Franco, de frente a Leonardo.

—¿Qué quieres? —espeta mi compañero de asiento groseramente.

—Lo sabes —aclara el tipo.

Leonardo se para de golpe pero lo tomo rápidamente de la mano asustada, ése tipo es capaz de hasta lo que no me puedo imaginar. Voltea a verme y rueda los ojos, se sienta frustrado, con la mirada le dice algo a Franco y él rápidamente actúa, habla brevemente y terminan abandonando el sofá.

—¿Qué fue eso? No me digas que lo mandaste a matar —le reprocho.

—Ya quisiera matar a ése hijo de puta —masculla entre dientes tomándose otro trago.

—¡Oye pero qué te pasa! —grito, es grosero y dice cosas horribles pero nunca algo así.

Me mira apenado, inclina su mano y mueve un flequillo de mi frente.

—Lo siento —se disculpa amablemente. —. Pero no soporto a gente tan bruta que no entiende.

—Hay algo más Leonardo, y no puedes andar matando gente así por así, y ni por más cosas malas que hayan hecho —exclamo fuera de mí, y miro alrededor suspirando. —. Además, si de verdad estás arrepentido, no hagas cosas que me traigan malos recuerdos —digo, bajando la voz.

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora