Enfrentando al Fantasma

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Leonardo me hace a un lado rápidamente pasándome detrás de su cuerpo, al instante la puerta se abre y sea quien sea que había subido disparó sin pensar, abro los ojos y la boca estupefacta, no logro moverme del susto, el corazón me da un vuelco que me deja sin aire, pero no tardo en reaccionar y sacar la pistola de la espalda de Leonardo.

Lanzo el cuerpo de Leonardo hacia el suelo y disparo hacia la puerta sin siquiera enfocarme bien, lo bueno es que siempre trae su pistola cargada, el tipo cayó justo en medio de la puerta. Miro hacia Leonardo viendo el disparo en su costado izquierdo.

Por más en peligro que esté no logro asimilar las cosas con rapidez, aunque todo está sucediendo de manera rápida, dejo la pistola a un lado y tomo su rostro entre mis manos.

—Leonardo, por favor mírame —pido casi echándome a llorar.

—Brenda...

No tengo tiempo para pensar en lo indignada que me deja su susurro. ¿Tanto le importa?

Me saco el suéter quedando en una blusa de tiras y lo coloco sobre su herida, paso mechones detrás de mi oreja con rapidez y presiono toda la tela sobre la herida.

—Iré por ella, sólo resiste —pido parándome torpemente, tomo la pistola del suelo y salgo del despacho, mirando por todos lados bajo despacio las escaleras pero igual mis tacones resuenan, asustada corro hacia la cocina haciendo ruido, disparo al primer hombre que no reconozco, cerca del lava platos escucho un cristal romperse y seguido aparece Brena.

—Vamos —le digo en voz baja haciéndole señas.

—¿Qué está pasando? —pregunta asustada, mirándome como una niña indefensa.

—Sólo ven —me acerco y tiro de su brazo desesperada, estoy muy preocupada por Leonardo. Subimos las escaleras corriendo mientras los disparos se siguen escuchando afuera, regreso hacia el despacho de Leonardo.

Brenda se lanza al cuerpo rápidamente empezando a gritar como loca y a sacudirlo.

—Quítate —la empujo hacia un lado y me hinco a su lado, dejo la pistola de lado y trato de detener la hemorragia lo más que puedo con el simple suéter. —. Leonardo, Leonardo resiste.

—¿Qué está pasando? —grita Brenda desesperada, con ambas manos en la cabeza.

—¡No lo sé! —grito girando a verla. —. ¿No ves que estoy haciendo? Sólo cállate y haz algo —le ordeno desesperada. —. Ah, llama a Franco —señalo el escritorio. —. Hazlo rápido.

Regreso mi mirada hacia Leonardo y me inclino tomando de su rostro entre mis manos tratando de mantenerlo aquí conmigo.

—No te duermas, no lo hagas —suplico. Me enderezo y sin pensarlo dos veces saco el rosario que me dio, sé que acepté no quitármelo pero él dijo que era como su ángel de la guarda, y creo que lo necesita más que yo.

Tomando la pistola del suelo giro de golpe al escuchar un ruido en la puerta, pero es Carlo, suspiro aliviada.

—¿Se encuentra bien? —pregunta mirándome preocupado.

—Sí, pero le dispararon a Leonardo —explico.

[...]

Me detengo justo cuando las enfermas cierran la puerta, como esas escenas de películas donde corres hasta que los doctores te detienen en la puerta. Resignada sabiendo que no puedo pasar me doy la vuelta llevando ambas manos a mi cabeza, no puedo creerlo, esto no puede estar pasando, en serio que no.

Esto está yendo muy lejos.

Levanto la mirada al escuchar un ruido cerca, hacia mí viene corriendo Carlo con Brenda quien viene llorando a mares.

—¿Dónde se lo llevaron? —pregunta desesperada. —. Él no se puede morir, yo no tengo a nadie, ¿Quién me va a proteger? Sólo lo tengo a él.

Carlo hace ademán de llevársela pero con la mirada le digo que la deje.

—Quiero verlo —insiste.

—Lo están atendiendo, no podemos pasar —explico.

—Quiero verlo —lloriquea.

Me acerco a ella y la abrazo, creo que estoy entendiendo porque Leonardo es tan paciente con ella.

—No le pasará nada, estará bien y no te abandonará, estará bien y tú también —digo sobando su espalda. —. Lo prometo, cálmate.

—No tengo a nadie, es mi única familia —aprieta sus brazos alrededor de mí llorando.

Sin poder hacer más la abrazo con fuerza tratando de que se calme, no sé que tan profunda es su relación pero sé que ella lo quiere como él a ella. Levanto la mirada sin soltarla y me encuentro con los ojos de Carlo que me mira apenado.

Me despego del cuerpo de ella y la sostengo de los hombros.

—Tranquila ¿sí? —ella asiente limpiando sus mejillas. —. Ve con Carlo, no te despegues de él, no estamos seguros, no hasta que Franco esté aquí.

Ella asiente con la cabeza gacha y camina hacia Carlo sin decir palabra alguna, me acerco a Carlo y cuidadosamente me pasa una pistola, miro alrededor asegurándome de que nadie nos esté viendo, guardo la pistola detrás de mi cintura y deslizo un poco más la blusa que traigo puesta.

Brenda se va con Carlo y yo me quedo, me apoyo de espaldas a la pared cerca de la puerta donde entraron con Leonardo dispuesta a quedarme ahí hasta que salga alguien, doctor o enfermera, pero a mí no me van a evadir, tienen que decirme que él está bien.

Unos minutos luego aparece Franco con dos tipos detrás de él avanzando con zancadas hacia mí al verme.

—¿Qué sucedió? —pregunta confundido.

—No sé exactamente, sólo de repente se escucharon unos disparos y luego la puerta se abrió, la persona disparó al instante como si supiera que él estaba ahí y como estaba ahí, fue algo muy bien planeado —farfullo agitando los brazos. Tal vez si él no me hubiese pasado detrás de él la que estuviera ahí sería yo, porque él siempre tiene esa manía de mantener cubierta con su cuerpo cuando siente que algo anda mal.

—Ya, cálmate —pide tocando mi hombro ligeramente.

No puedo hacerlo, no cuando él está entre la vida y la muerte. Paso mi man por mi rostro respirando hondo, me echo aire con las manos y me recompongo, no puedo mostrarme débil, por más atemorizada que esté, debo mantenerme de pie.

—Tal vez ya no le servimos para jugar, ahora está dispuesta a matarnos y acabar con esto, pero veremos quien mata a quien —digo con seguridad, mirando un punto fijo en el hospital.

—¿De qué hablas? —pregunta Franco.

—Al fantasma que estamos buscando —arrojo llevando ambas manos a mi cintura. —. Mientras más nos provoca más cerca la siento.

—Estás muy segura de que es una mujer —comenta.

Salgo de mis pensamientos y relamo mis labios.

—No me hagas caso —digo restándole importancia. —. Sólo estoy pensando en voz alta.

—¿Tú no confías en nadie verdad, Carina? —pregunta colocándose a mi lado.

—No —respondo. —. Sospecho de cualquiera y me espero cualquier cosa de cualquiera.

—Más parecido no podían tener —sé a que se refiere, pero no, al contrario, somos agua y fuego.

El sonido de la puerta abriéndose capta mi atención al instante, literalmente doy un brinco para estar en frente de la enfermera que salió.

—¿Cómo está? —pregunto angustiada.

—Su riñón izquierdo está afectado, prepárense para lo peor —suelta la enfermera sin titubear de lo que dice y se marcha.

No, él no se puede morir ahora, mucho menos en éstas condiciones, los matones de su madre tienen que pagar, tenemos que atrapar a la persona que nos puso en esto y por último, decirle que quiero perdonarlo. 

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora