En Busca de Perdón

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Entro a la casa y ni me preocupo porque no venga a recibirme, ya no tengo motivos para joderle la vida.

—¡Yuri! —exclamo, y ella viene corriendo de la cocina. —. Dile a Carina que vaya a mi despacho —seguido de ordenarle subo por las escaleras yendo directo a mi despacho.

Apoyo ambas manos al escritorio esperando que ella aparezca por la puerta, desesperado y angustiado.

Escucho el chillido de la puerta y fijo mis ojos en ella esperando verla aparecer, lo primero que visualizo es la silueta de un vestido verde y luego me encuentro con sus ojos.

Avanza con pasos seguros hacia mí y se detiene frente a mi escritorio.

—¿Qué quieres? —pregunta con seriedad.

—Necesito decirte algo —comento con nerviosismo, odio sentir esto, no me gusta sentirme débil, mucho menos por algo así, y que tenga que ver con una mujer.

—Te escucho —se cruza de brazos, y con un leve movimiento con la cabeza echa su pelo hacia atrás.

—Vine a éste país en busca de una venganza de años, tú familia era mi objetivo —explico, mirándola a los ojos.

—¿Quieres decir que todo fue por tu venganza? —asiento.

—Pero tú no eres la persona que yo buscaba —aparto la mirada incómodo.

Un silencio sepulcral se forma entre nosotros por lo que vuelvo a poner mis ojos en ella. Sus ojos están clavados en los míos, pero no objeta nada, sólo me mira como si estuviera en un estado de trance.

—Tú... todo lo que me hiciste —murmura entre cortada, y sus ojos se cristalizaron. —. Todo fue por una venganza —masculla entre dientes. —. Y ni siquiera soy la que debería estar pagando, saciaste tu sed de venganza conmigo —se señala con rabia.

—Lo sé —exclamo apretando los dientes.

—¡Me violaste! ¡Usaste mi cuerpo, me maltrataste, mataste a gente que quería, me hiciste pedazos, volviste mi vida un infierno! ¿Qué pretendes ahora? ¿Eh? ¡Me violaste! ¡Usaste mi cuerpo, me maltrataste, mataste a gente que quería, me hiciste pedazos, volviste mi vida un infierno! ¿Qué pretendes ahora? ¿Eh? —grita agitando las manos, las venas de su cuello resaltan y lágrimas empiezan a brotar de su mejilla. —. Ahora pretendes regalarme a tu abuelo ¿no?

—Quiero ¿remediarlo? —digo, en voz baja, con miedo, porque sé que es imposible, pero al menos lo intentaría.

Ella empieza a reír sarcástica a carcajadas, mientras limpia sus mejillas.

—Claro —mofa. —. ¿Me vas a dar dinero? ¿Me darás un seguro de vida? ¿Qué puedes tú ofrecerme? Nada de lo que tienes puede reparar el daño que me hiciste, ¡absolutamente nada! —tira de la silla que está frente a ella aun lado y se acerca más a mí, pero con el escritorio entre ambos. —. Te juro que nunca en mi vida he odiado a alguien con tanta intensidad como te odio a ti, nunca he experimentado un odio tan profundo, te odio con toda mi alma, y verás ese cada vez que me veas a los ojos —escupe con rabia, parpadeando levemente.

Sus ojos abandonan los míos, y seguido sólo veo su espalda marchándose. Aprieto mi puño con fuerza, una inmensa rabia se acumula dentro de mí, no me gusta sentir esto, quiero ir tras ella, sé que no tengo derecho, y no es un sentimiento del que estoy orgulloso.

Pateo el escritorio con fuerza, llevo ambas manos a mi cintura y giro dándole la espalda, el causante de esto iba a pagar las consecuencias muy caro, no sólo por mi venganza, ahora ni siquiera era por ello, iba a pagar más por cada lágrima de ella.

Golpeo la pared con fuerza, pero mi rabia no disminuye, pego mi frente contra la pared suspirando, necesito calmarme y saber que hacer. ¿Qué haré con Carina? Si le doy su libertad no estaré haciendo nada para remediarlo, sé que es imposible pero al menos quiero intentarlo.

Freno mis pensamientos al escuchar varios disparos, miro confundido la pared, me muevo rápidamente tomando mi pistola en el cajón debajo de mi escritorio tirado, bajo por las escaleras corriendo y me encuentro con las chicas de servicio y uno de mis hombres con ellas.

—¿Dónde está Carina? —pregunto pasando mis ojos sobre cada uno de ellos.

Ellas me miran asustadas, casi temblando.

—¿¡Dónde está Carina Carajo!? —grito eufórico.

—No lo sabemos, señor.

Los disparos empiezan a intensificarse, y los gritos de ellas sólo me hacen frustrarme más.

—Sácalas de aquí —le ordeno a mi hombre.

Les doy la espalda y sosteniendo mi arma firmemente salgo al patio trasero en busca de Carina.

—¡Carina! —exclamo mirando alrededor pero no veo nada. —. ¡Carina! —continúo buscándola. Me meto detrás de la casa y paso por el otro lado dando con el tiroteo que hay frente a la casa.

—¡Debemos irnos! —grita uno de mis hombres.

Muevo mis ojos de un lado a otro buscando a Carina, no pienso ir a ningún lado sin ella.

—¡Busquen a Carina! ¡No nos iremos sin ella! —grito avanzando hacia mi camioneta para cubrirme pero veo la silueta de su vestido verde. —. Carina —murmuro en voz baja.

Ella me mira fijamente, y tal como lo lo aseguró, podía ver ese odio en sus ojos.

—Debemos irnos Carina, ven conmigo —pido estrechándole mi mano.

—Prefiero que me maten que pasar un minuto más a tu lado, Leonardo Lombardi —dice entre dientes, con la voz aguda.

La miro preocupado, debemos movernos antes de que a uno de los dos los impacte una bala improvista.

—Carina por favor —suplico en un susurro. —. Ahora no, estás en peligro debemos irnos, por favor. No hagas esto —suplico desesperado.

—Ya te dije, que me maten ellos, tu no tendrás ese placer —la rabia en su voz es obvia, y no puedo esperar otra cosa, pero ahora es lo que menos necesito.

Se da la vuelta y yo abro los ojos de par en par, el pecho se me abre del miedo al ver marchándose.

—¡Carina! —grito, pero ella no se detiene. Corro detrás de ella pero me agacho por los disparos que vienen en mi dirección. —. ¡Maldita sea! —espeto furioso.

Me paro del suelo y empiezo a disparar avanzando hacia donde se había ido Carina, pero no logro verla. Sigo avanzando pero repentinamente siento mi cuerpo en el suelo de golpe.

—Debemos irnos jefe, ya se la llevaron.

Cierro mis ojos y aprieto los dientes con fuerza, si a ella le pasa algo no sé que será de mí, no puedo alejarme de ella, no sin conseguir su perdón.

[...]

Pensativo mantengo mis ojos en la carretera, haré picadillos a quien sea que se la haya llevado, decidieron hacerlo en muy mal momento, además de que se han metido con el mafioso equivocado.

—¡Maldita sea! —zapateo llevando mi puño debajo de mi barbilla.

—Tranquilícese señor, la encontraremos —me dice el hombre que está manejando.

Ella estuvo dispuesta a que la mataran que venir conmigo, me odia tanto que prefería morir que aceptar venir conmigo, Dios, la dañé al punto de que desea la muerte, prefiere la muerte que salvar su vida a mí lado, logré eso que tanto deseaba, dejarla hecha cenizas, pero ahora eso me tortura, y estoy dispuesto a pagar las consecuencias, porque dañe a una persona inocente, sin razón.

Saco mi celular de mi bolsillo y le marco a mi amigo, de algo me sirvió que no se haya ido.

—Hola —suspiro. —. Odio decir esto, pero me alegra que no te hayas ido.

Escucho su risa detrás de la línea y ruedo los ojos.

—Algún día iba a ser ¿no?

—No es momento de risas, estoy en un momento delicado, se han llevado a Carina.

—¿Qué? Wow, te hicieron un favor...

—¿Qué mierdas dices, tonto?

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora