Capítulo 9: Bettelgeuze

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Madison condujo a su pequeña hermana durante un largo recorrido en completo silencio.
Sus puños parcialmente apretados y aquel semblante ansioso delataba a la perfección lo que sentía.
En su lugar Francesca experimentaba una sensación jamás antes retribuida hasta el momento a su hermana favorita.
Tras una efusiva entrada la adolescente dejó caer sus elocuentes vestimentas performáticas dándole cara a una figura de autoridad.
_ ¡Vos me dijiste que mi voz era muy valiosa y que era la única en ponerle fin a esta situación!_ Francesca estalló teniendo todos las cartas de su lado.
_ ¡Era sólo una predicción... quiero decir, las predicciones son ciertas como no, nadie tiene el hilo correcto de cada acción que comete en la vida y tampoco la reacción. Tu voz sí que es importante pero no era necesario hacer lo que hiciste!_ Madison discrepó ante la entendible reacción inmediata de su hermana menor.
_ ¡Sinceramente no te entiendo, la respuesta está delante de nuestros ojos, me lo mostraste en esa fotografía, Malaquita es inocente!_ Francesca tomó revancha a su situación oponiéndose por completo a las duras verdades de la adulta.
_ ¡Lo es, eso sí es cierto, pero no es lógico que hayas arriesgado tanto tu vida como la de Brian con tal de traer devuelta a Malaquita, esos soldados les podrían haber hecho cualquier cosa con tal de arrestar a la mujer!
_ ¡¡¡Pero si no lo hacía entonces los soldados la habrían capturado y quien sabe que atrocidades podría pasarle ahora mismo, estamos hablando de una mujer, una mujer culpada de algo que jamás en su vida habría pensando hacer!
Pronto ambas hermanas se vieron separadas por sus alegatos. Francesca intentó desde todas sus capacidades lograr convencer a Madison.
_ ¡Pero así es la vida y así se manejan las reglas en un mundo diseñado para el castigo impropio!

Rápidamente el silencio gobernó en aquella discusión. Las pupilas de Francesca se tornaron incluso mucho más grandes de lo que ya estaban.
_ ¿Estás defendiendo la injusticia?
_ ¡¡¡Por supuesto que no... simplemente... es una tortura, tener que ver aquellas imágenes todo el tiempo y cada día se supera más en sí mismo... supongo que no podré evitarlo jamás... es la fuerza del destino en sí mismo!!!_ El cuerpo de Madison desvaneció inminetemente al lado de un sillón aterciopelado. Parte de sus manos cubrían sus ojos con el afán de ocultarle al mundo su verdadera cara de preocupación.
Francesca dejó a un lado las indiferencias acercándose lo más posible a su hermana. Entonces vio lo que jamás había visto hasta ese momento.
Lágrimas cristalinas escapaban de los recovecos cerrados de aquella mano blanquecina.
Su cuerpo intentaba no temblar ante la fatídica desgracia que azotaba aquella realidad que su mente prodigiosa incertaba una y otra vez.
_ ¿Maddie... Estás...?
_ Llorando... sí, lo siento, no era mi intención..._
Un repentino abrazo cálido por parte de su hermana contuvo a la dama durante unos minutos en una cálida sensación de amor inagotable.
_ Lo siento... ahora veo que estás cargando con tanto... no sabía qué traer a Malaquita hasta aquí traería tantos problemas._ Francesca analizó la verdadera situación desde otros ojos consolando a su hermana en todo lo posible sin despegar sus pequeños brazos en ningún momento de aquella charla.
_ Eso quería escuchar. No suelo juzgar ni mucho menos asumir que los jóvenes no saben nada pero en circunstancias como éstas es mejor contribuir pasivamente y saber escuchar._ Replicó la mujer concluyendo con aquel alargado testimonio de verdaderos sentimientos a flote.
_ No voy a meterme más en este tipo de líos... pero me pica la curiosidad... ¿Qué vas a hacer con Malaquita?_ Preguntó Francesca evitando todo tipo de miradas altaneras.
_ Primero y principal evitar que se ofrezca tan fácilmente y también crear algún hilo conductor en todo esto... o a lo menos llegar a eso que se plantea en estos escenarios sin ninguna tragedia de por medio pero eso es asunto mío. Andá a encontrarte con tus compañeros._
Ambas hermanas de despidieron con un abrazo conclusivo abandonando todo tipo de riñas y molestas opiniones contrarias.


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Madison comprendía la gran mente que poseía su hermana menor. Después de todo aquella pícara adolescente se convertiría en escasas décadas lejanas en toda una poderosa emperatriz como ninguna otra. Pero la situación a la que se veía azotada la impreganaban en un panorama simplemente devastador al que solo podía exceder entre sueños y pequeñas vestiduras mentales.
Durante su recorrido a la gran aula magna (mantenida en completo olvido por estudiantes y profesores por igual) la mujer no paraba de cuestionar las diferentes posibilidades con la gran verdad que su hermana traía a la mesa.
Sabía muy bien que al entrar por esa puerta su carácter debía ser únicamente aceptable y dominante ante la desición unánime que cuyo camino creía ser el correcto tomará la rienda de aquella línea temporal inquebrantable.
Sus dedos yacían muy próximos a la perilla dorada. Intentó no fruncir más su ceño de lo que estaba. Dejó su mente parcialmente en blanco olvidando por escasos segundos lo que tanto la atormentaba.

Las grandes puertas abrieron tras un crujir desgarrador. Ceñido en completa oscuridad aquella aula magna pasó nuevamente a contar con un rastro mínimo de vida.
Malaquita despertó de su siesta reparadora luego de vigilar su mira.
Madison quedó allí muy cerca de la puerta con ambos brazos cruzados y una sensación inconfundible de estrés.
_ Señorita Dy Crystal... antes que nada quería agradecerle la ayuda... al igual que usted yo no me siento tan cómoda últimamente._ Malaquita notó en aquella duquesa la gran mirada aislada que parecía criticar cada minúsculo rastro en su ser.
_ No me gusta esperar en silencio, sinceramente me incomoda bastante. Quería simplemente decirle que yo...
_ Que usted es inocente. Sí, lo sé._ Madison adelantada a la conversación dejó a aquella desamparada mujer más atónita de lo que parecía.
_ ¿Y entonces por qué...?
_ ¿Mi cara? Es que precisamente ahora mismo percibo tantas cosas que por una mínima acción podrían desencadenar en una tragedia. Con esto no quiero decir que me oponga a usted señora, simplemente me encuentro en la búsqueda del hilo en cuestión. Aquel hilo podría entonces solucionar una minúscula parte de ese gran acontecimiento._ Con su mirada clavada en la desentendida facción de la profuga, Madison dejaba en claro lo que su mente tanto percibía como amenaza.
_ Sí lo entiendo Señorita... en todo caso eso significa que usted sabe de alguna manera tal vez no tan acertada todo lo que podría suceder los siguientes veinticinco segundos. En todo caso su mente ya está inmersa en lo que pueda pasarme a mí y también... a los niños._ Madison intentó no verse preocupada ante una de las tantas posibles charlas que su mente le había planteado minutos antes de su entrada al aula magna.
_ Así es Malaquita. Pero me veo en la imposibilidad de poder jugar en contra a aquellos acontecimientos. Es más, lo que hago ahora no debería ser permisible, estoy interrumpido en la línea actual de eventos. Mi entera presencia aquí dándole a usted un refugio esta alterando significativamente lo que podría suceder más adelante....
_ Lo que significa... una tragedia en números masivos.
Madison volvió a quedar perpleja ante la rápida acción mental que aquella desorientada mujer lograba conseguir con exdentes de información.
_ Por el bien de todos espero que no llegue a una tragedia masiva... pero veo que no puedo hacer nada para evitarlo... y justamente hablando de los niños... ellos lamentablemente juegan un rol importante en cada una de esas líneas._ La mujer rápidamente desvió su mirada desconectando por milisegundos su realidad solo para volver a ser impactada por nuevos caminos posiblemente adecuados a su desfavorable situación.
_ Le ruego por favor señorita... sí yo me dejo entregar por motus propia entonces probablemente gran parte de esos problemas dejen de ser importantes... aunque me maten de por medio, no llegará a ser catastrófico.
_ ¡¡¡De ninguna manera, usted se queda aquí, yo haré lo necesario para alargar esta búsqueda, nada puede salirse de esta línea temporal por los próximos días!!!_ Dando su fuerte alegato Madison dejó a aquella mujer bajo un cautivo silencio penetrante.
Malaquita quedó allí a la próxima espera de una posible ayuda sin embargo aquella oscuridad lúgubre parecía contradecir por completo las esperanzas de la mujer.

Aprendiz De Emperatriz III: El pecado de una inocente| Brenda Perez Miranda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora