El reloj pasaba ausente bajo las horas perdidas. Aquellas finas agujas recorrían una carrera contra el tiempo, los minutos, segundos y horas permanecían allí, siguiendo su vorágine trayectoria.
El silencio de la oscuridad acompañaban esa situación de inconsciencia asumida, se prestaban entonces para todo aquel que acudiera una velada de sueño enternecedor.
Las sábanas y el dulce tacto de las mismas acompañaban a cualquiera a permanecer allí, abrazados ante ella, día y noche por igual.
El tentador tamaño de aquella almohada a su vez incrementaba esa sensación onírica de descanso, acompañada de esa tenue oscuridad hacían del descanso un combo perfecto para cualquier agotado ser.
Sin saberlo todavía, Francesca era presa de esta tranquila sensación biológica.
Pese a la gran decoración de aquella habitación la adolescente no era la única en permanecer allí, abrazada por la necesaria acción típica en un ser vivo.
Unos ojitos somnolientos ocultos tras unos lentes rotos no quitaban su mira del desvanecido cuerpo de Francesca.
Esos párpados hacían su mayor esfuerzo para no quedar plenamente cerrados y su cabezeo constante le eran de ayuda para recaer continuamente en un estado latente de alerta.
Sin embargo esos ojos dormidos no contaban con su típica personalidad errática y ante un nuevo cabezeo su boca emitió un fuerte grito incrementado por el eco de la enorme alcoba real.
Francesca que se encontraba en un estado casi inconsciente dio un fuerte salto tras aquel ruido estridente.
Su mano que usaba como respaldo se movió rápidamente de su cara dejando ver un prominente charco de saliva en su lugar.
Su mandíbula y cuello dolían similar a una terrible paliza y su cabeza daba vueltas como en una montaña rusa.
Tras incorporar su mente ante la realidad que tenía a su alrededor fue que pudo procesar otro susto más imponente.
Sus ojos, adaptados a la oscuridad, veían cientos de peluches y muñecas que le eran de su procedencia pero solo cuando habitaba en su alcoba del Palacio Real. También estaba rodeada de excentricidades como solía tener en su antigua alcoba.
Pronto su cabeza completó el cuadro restante y un fuerte grito de alarma sonó en respuesta a su miedo.
_ ¡¡¡No, no, está bien, está todo bajo control solo no intentes...!!!
Aquel intruso evitó de todas las maneras posibles la erratica conducta asustadiza de la chica pero fue demasiado tarde.
Francesca al dar un paso en falso cayó a centímetros de su cama. Sin embargo su cuerpo se encontraba tendido de un fuerte nudo que sujetaba su tobillo con la esquina de la cama.
Desde su incómoda postura ella lo observaba todo dado vuelta, incluso con la oscuridad sus ojos azules intentaron de todo para concentrar la imagen distorsionada de un chico bastante alto y con unos enormes ojos saltones.
_ En serio lo siento, pero los soldados Polares me dieron la orden de no soltarte de la cama.
Informó el chico imitando una postura retadora ante la penosa situación de la chica.
_ Estoy patas para abajo, se me acalambró el pie y me pica la nariz. No lo hagas más difícil de lo que ya es.
Resongó la chica con la poca fuerza que retenía en su abrumada cabeza.
Tras su insistencia el chico con cierta desesperación en sus movimientos ayudó a la chica a recomponer una posición cómoda.
Solo unos segundos de completo silencio bastaron entre ambos para notarse fijamente mientras las luces continuaban apagadas.
Lo que para Francesca eran unos ojos saltones eran en realidad unas gigantes gafas rotas y maltratadas por un mal uso.
También notó la rosácea que acompañaba la cara pequeña del chico que se volvía más pintoresca cada segundo que pasaba.
Por su parte, Henry, con la poca confianza que tenía, observaba con cierto detenimiento los desgastados rizos que permanecían en el pelo lacio de una ex cabellera crespa.
_ ¿Ese es tu pelo natural?
Preguntó Henry luego de notarse ciertamente incómodo con aquel concurso de miradas vergonzosas.
_ Sería una muy buena respuesta pero ni si quiera te conozco y esto cuenta como un tipo de acoso.
Respondió Francesca optando por un comportamiento bastante tranquilo a pesar de la situación que la aquejaba.
_ ¿En serio no te acordas de nada?
Volvió a insistir el chico.
_ ¿Acordarme de qué? Recién despierto, ni siquiera sé que día es.
Agregó Francesca sintiéndose cada vez más abrumada por su pérdida de memoria.
_ ¡Hoy es martes, estuviste dormida por un día entero y antes de eso llegaste al palacio con un ataque de ira, le diste una patada a uno de los soldados y cuando te quisieron poner una inyección vos agarraste y se lo clavaste a la enfermera, después un par de soldados te dejaron en tu alcoba y te amarraron con sábanas a la cama para que no cometas ningún asesinato en masa!
Tras una rápida explosión de información Francesca comenzó lentamente a recobrar cada uno de esos minutos de adrenalina.
Volvieron a su memoria las situaciones más abrumantes jamás antes vividas, desde su amarre a la cama hasta la lucha contra la enfermera y en medio de todas ellas pequeños gritos ahogados en pena la retomaron al fatídico domingo, domingo que dejaría una huella en cada uno de sus amigos.
Amigos, sí, esa era la última pieza en el rompecabezas.
Al recobrar sus memorias Francesca no pudo evitar dar unos gritos de clemencia cada vez que hacía espacio en su mente.
_ ¿Ahora qué te pasa, estás bien? Estrellas del firmamento, vas a darme una super nova sí seguís así.
Henry imploró con extremo cansancio ante los abruptos cambios de ánimo en la chica.
_ ¡Por supuesto que no estoy bien! Antes de estar en coma por un día entero me enfrenté al peor demonio de todos los siglos, ví como torturaban a dos de mis amigas delante de mis ojos y ahora no sé donde están los demás!
Exclamó Francesca aferrándose com fuerza a sus peluches que tanta compañía le hacían en momentos tan bruscos como esos.
_ Si se trata de tus amigos yo te puedo ayudar a encontrarlos.
_ ¿Pero dónde están? No voy a ir simplemente por cualquier lado sin saber su ubicación actual_ Interrumpió Francesca a la ayuda benevolente del chico.
_ Están en la enfermería del Palacio Real, lo sé porque yo estuve presente ese día que los trajeron en ambulancia, es por eso que te puedo llevar con ellos.
Tras una explicación contundente Francesca trató de encontrar alguna alternativa a la ayuda que la tenía más que tentada, aunque algo en su espíritu aventurero temía por aquella iniciativa.
_ Bueno, está bien, entiendo. Podemos quedarnos un día más en tu alcoba entonces.
_ ¡NO!
Vociferó Francesca tomando al chica de los hombros con una dureza que desafiaba los límites.
_ Auch.
_ ¡Lo siento! Andando, no me gustaría pensar en que cosas terribles les puede estar pasando a mis amigos.
Tras sus disculpas Francesca tomó vuelo quitando aquel nudo de su tobillo sin ningún tipo de dificultad.
Su momento estaba frente a sus ojos, sin tomar distancia de su alrededor la chica se encontraba firme delante de la gran puerta de mármol que separaba su habitación del gran palacio real.
_ ¿Vas a salir así?
Preguntó Henry, el chico todavía se encontraba al borde de la cama en una habitación oscura.
_ ¿Sí, por?
_ ¿No sabes quien soy pero confías en mi?
_ Ah... cierto. Me llamo Francesca Rita Dy Crystal, futura emperatriz, estas en mi habitación y ahora mismo tengo trabajo que hacer. Ahora sí ¿vamos?
Sin embargo Francesca no tomó en cuenta la inesperada reacción del chico.
Segundos después de su presentación Henry se encontraba desplomado en el suelo con sus anteojos desparramados casi al borde de la destrucción.
_ ¡Tus lentes... no creo que se puedan romper más de lo que ya están!
Exclamó Francesca recogiendo los polvorientos lentes del chico.
_ No pasa nada, solo tal vez que estoy en frente de la princesa hija del emperador, nieta de Capella y bisnieta de Polaris.
_ Y de unos cuantos emperadores y emperatriz más.
_ Cierto.
_ ¿y eso qué? Necesito que me ayudes por favor, lo único que me interesa ahora es saber tu nombre pero sobre todas las cosas encontrar a mis amigos.
Imploró Francesca casi al borde de otro ataque de ira.
_ Me llamo Henry Heins Heimlich Machuca, el apellido Heimlich es por parte de mi mamá, la modelo de las fragancias que salen a cada rato en la tele y bueno, Machuca es mi papá, el mejor abogado del imperio.
Respondió Henry hablando de aquello como si no fuera realmente significante.
_ Wow, yo podré ser hija del emperador pero no cualquiera puede decir que su papá es el mejor abogado del imperio, Henry.
Replicó Francesca bastante sorprendida.
_ ¿Lo decís en serio?
_ Sí, sí, bastante. Pero ahora necesito que te concentres y me lleves con mis amigos.
Ante su apropiada presentación Francesca encontró oportuna la circunstancia para avanzar con la tan añorada búsqueda.
_ ¡Un momentito! Dije que iríamos pero no podes ir así por los pasillos. Creéme, no van a tomar en serio a una chica que se viste con pijamas de arcoiris. Además se trata de la princesa ¿qué a caso no te acostumbras a usar vestidos finos?
Fueron aquellas mismas palabras que Henry usó de una manera no tan acertada lo que colmó la delgada paciencia de Francesca.
Tras una frenética adrenalina la chica se fue a su closet con una iniciativa decisiva.
No le tomó menos de cinco minutos volver a la habitación portando un elegante vestido color vino acompañado de un moño negro que adornaba su pelo suelto de manera que Henry la dejase sin excusas.
_ Encima escogí el vestido favorito de mi mamá.
Respondió Francesca ante la inesperada reacción del chico.
_ S-sí, ahora sí podemos irnos.
Concluyó Henry con una débil mirada que rápidamente se perdió en el suelo durante los siguientes quince minutos.
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Aprendiz De Emperatriz III: El pecado de una inocente| Brenda Perez Miranda
Teen FictionEl tercer año para Francesca y sus amigos da comienzo de manera perfecta pero al inciar el nuevo año lectivo se percatan que nuevamente las cosas no saldrán como ellos esperaban. Una nueva amenaza invade al imperio y este inseparable grupo de amig...