GOOD JOB MY FAITHFUL FOLLOWER

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CHAPTER FIFTEEN

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CHAPTER FIFTEEN

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Aurelia sentía sus manos sudar del nerviosismo allí en el campo de batalla. Los grifos volaban por encima de ellos tanteando el perímetro y ella se encontraba junto a Edmund; casi escondida del otro bando.

Peter había planificado el orden de las tropas junto a Oraius, que en diferentes partes lo había instruido de cómo se llevaba a cabo una batalla. Al final, el chico había determinado que la rubia sería su arma secreta, que la bruja blanca no debía verla hasta que fuera necesario. A Lia le pareció bien, de todas maneras no deseaba mucho estar en la posición del Pevensie, que se encontraba en todo el centro de la primera fila.

Lo que ella no sabía, es que él prefería mantenerla alejada de aquella mujer. Sabía que era capaz de lo que fuera, que con solo una mirada te hacía quedar quieto porque creías que ella sabía lo que pensabas. Pero la bruja llevaba años en luchas como esta; en cambio a la Lennox.

Una vez más, Aurelia miró la armadura que traía encima y tragó la poca saliva que a penas corría en su boca. Para su sorpresa, ella también usaría una armadura. Y era demasiado extraño.

No acostumbras a usar un pantalón, y si lo haces, es porque eres de esas mujeres que luchan por el cambio y esas cosas. Su madre y padre siempre le inculcaron que lo mejor es que permaneciera con sus faldas y vestidos, así que no estaba muy acostumbrada aun al pantalón de metal que traía puesto.

No conocía muy bien las partes de su armadura, pero estas traían plata fina en ellas, con dibujos de rosas rojas en las hombreras y coderas. Aquella armadura era una obra de arte que jamás creyó tener puesta. Fueron unas mujeres fauno que la ayudaron a colocársela, porque eran demasiado pesadas y ajustadas.

Miró a Edmund de reojo y este traía una expresión determinada, ya no parecía aquel malhumorado y hasta malcriado que conoció días atrás. Parecía mayor, casi de su edad. Se sintió algo avergonzada de que pareciera más seguro que ella en esto, cuando se suponía que ella era la mayor de ambos, aunque al ver lo grande que le quedaba aquella armadura recordaba que apenas ambos eran niños. Se escuchó diciéndole:

—¿Nervioso?

—Un poco.— le respondió segundos despues, sin despegar la vista de su hermano abajo de la colina— Pero estoy listo para patearlo el trasero a esa vieja.

La miró, y le sonrió ladino. Ella solo alcanzó a reír por sus palabras, sintiendo que el ambiente se aligeraba.

—Esto me asusta, Ed.— formó una mueca, luego de dejar de reír

—Tranquila, yo te cubriré la espalda en todo momento.— le aseguro el azabache— Por petición especial de mi hermano.— agregó sin mirarla

Los ojos de Aurelia se abrieron.

𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐇𝐎𝐌𝐄 | 𝐏𝐞𝐭𝐞𝐫 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora