YOU WILL ALWAYS HAVE TO RETURN HOME

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𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗡𝗜𝗚𝗛𝗧𝗘𝗘𝗡

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𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗡𝗜𝗚𝗛𝗧𝗘𝗘𝗡

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Aurelia había sido citada de último momento a una junta con los Pevensie, a los que no veía desde hace una semana por estar en los bosques del Sur con unas tropas. Ahora mismo no estaba en las mejores condiciones, pero le habían informado que era muy importante.

Caminaba por el pasillo que estaba lleno de espejos, una idea que a Susan le había encantado y que ya le había comentado. A unos pasos de ella estaban las puertas para la el lugar que habían designado para conferencias, que sería la biblioteca. Esto lo había escogido Edmund, cosa que Aurelia agradecía.

Abrió la puerta de forma casi acelerada y todas las miradas se posaron en ella, el jefe de la guardia real; Oreius. Junto a Tumnus, a quien por petición de Lucy hace un año habían nombrado mano derecha de Susan con las finanzas, algo que a Lia no podía importarle menos, pero era admirable.

Rodeando la mesa, estaban Peter y Edmund. Sus ojos no se encontraron con los de Susan y Lucy, lo que le dio a entender que las chicas no aparecerían para la reunión.

—Perdón la tardanza, hubo algunos...— removió su mano como si se tratara de suciedad mientras sonreía— altercados.

Personas que aun no se acostumbraban a ellos en el mando. "Humanos, nuestra perdición" Se llamaba una campaña.

Peter grabó la imagen de Aurelia con devoción. No le habían dicho que ser Rey era mucho más que dar reverencias o ir a pelear. Había tenido que aprender política, finanzas, cultura, y el uso de la palabra en congresos. La última semana había estado llena de esos y casi no había visto a más nadie que a Oreius, quien lo apoyaba en todo ese asunto.

Pero al ver a Lia, es como si su niño interior cobrara vida. No lo mal entiendan, adoraba el puesto que se le habia otorgado, y deseaba envejecer en las paredes de Cair Paravel con la expectativa de que su reinado junto a sus hermanos fuera próspero y recogedor de frutos. Aun así... Le hacía falta algo.

Aurelia.

A la que ya casi no veía. Más que todo los últimos meses. Ahora mismo, ella traía una túnica azul del color del cielo que ocultaba sus pies. Su falda estaba salpicada de barro. Traía unas cintas en el cabello trenzado, parcialmente deshechas.

Sonrió por inercia.

Aurelia miró detrás de ella extrañada e incómoda y luego los volvió a mirar.

—¿Por qué no dicen nada?

Todos los demás habían permanecido callados porque el Rey Mayor no había dado la autorización para continuar la reunión. Edmund golpeó en la costilla a su hermano irritado porque siempre le ocurría lo mismo cuando la rubia aparecía.

𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐇𝐎𝐌𝐄 | 𝐏𝐞𝐭𝐞𝐫 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora