Seis

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Perdona, cariño —Daniel se disculpa con un gesto de la mano y se dispone a salir.

No, Daniel, pasa. La señorita Abigail ya se iba —Compartimos una cómplice mirada—. ¿Verdad?

Abigail asiente y se levanta a toda prisa. Me levanto con ella para acompañarla hasta la puerta. Mira de soslayo a mi marido, le dice un «hola» que a penas se escucha, pasa por su lado cabizbaja, y se va de mi despacho. Se va apenada, como sino decirme eso que estaba a punto de decir fuera a tenerla de mal humor todo el día. Y yo sé perfectamente de lo que se trataba. Iba a echarle valor para hablarme de nuestra noche.

Respiro aliviada por haber sido interrumpidas.

No estaba preparada.

Todavía no.

Qué guapa estás, cariño —Daniel agarra mi mano, me envuelve entre sus brazos y me da un beso en los labios—. Trabajar te sienta bien.

Esbozo una falsa sonrisa, una que ya tengo más que interiorizada para utilizar cuando no me sale la natural. Su mano en mi trasero me incomoda, pero me mantengo firme y le devuelvo el abrazo.

¿Mucho lío hoy? —pregunta.

No demasiado.

¿Sales temprano?

Eso espero.

Deposita un tierno beso en mi cuello y susurra:

Se me ha ocurrido que podemos hacer algo después. No sé, algo..., diferente.

Le miro frunciendo el ceño.

¿Como qué?

No sé..., podemos ir a un spa que conozco que está bastante bien. Disfrutamos de las piscinas, algún que otro masaje, una cena, y después... a la habitación —roza su nariz con la mía, su boca dibujando una sonrisa.

Quiero separarme de él. No me gusta su plan. Hace mucho tiempo que las cosas entre Daniel y yo han cambiado. Para mí, claro. El pobre de mi marido sigue viviendo en su burbuja de felicidad. Pero yo ya no siento lo mismo. Le quise, claro que le quise. ¡Me casé con él! Pero algo está cambiando dentro de mí. Se están abriendo otros frentes desconocidos y, empiezo a dudar de si estar con él es lo que quiero de verdad.

Tengo muchas preguntas sin respuesta en mi cabeza.

No voy a poder, Daniel. —Sentencio.

No me digas eso —susurra buscando mi boca. Le huyo de manera impecable—. Tengo muchas ganas de estar contigo. Un momento para los dos.

Tengo planes con Gina.

¡Venga ya! —protesta cual niño pequeño. Su mano masajea mi trasero como si fuera una pelota anti-estrés, nuestras piernas enredadas. Me apoya en la pared y nuestros ojos se encuentran. Su mirada es de deseo y la mía de: «por favor, que se acabe esto ya»—. ¿No puedes quedar con tu amiga en otro momento?

Niego en rotundo.

Hace mucho tiempo que no nos vemos. Nuestras agendas están muy apretadas. Será difícil encontrar otro hueco. Tú y yo sí que podemos ir otro día.

Estoy muy triste ahora mismo —hace un puchero, y yo sonrío al verle—. Te quiero muchísimo.

Debería de haberle respondido un «y yo también», como solía hacer antes. Pero mi manera de huir de ese «te quiero» de vuelta, es atrapar sus labios en un beso cálido y profundo.

Addison Lane (Mejora del libro original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora