Trece

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No puedo esperar a ver la cara de mis amigas cuando aparezca delante de ellas y vean que voy acompalada de Vanesa. Al salir del trabajo, hemos coincidido y la he invitado a venir al Ambrosía a tomarse algo antes de volver a casa. Sé que le hacía ilusión volver a reunirse con nosotras. Y la verdad, no se lo ha pensado ni tres segundos. Incluso diría que se ha puesto nerviosa. Ha pasado todo el camino desde el coche hasta que hemos entrado, atusándose el pelo y sacudiéndose la ropa.

Rose y Elena están sentadas en la misma mesa de siempre. Ya tienen dos cervezas delante. Me planto delante de ellas y las miro sonriente.

—Traigo compañía.

Los ojos de Rose se agrandan al escucharme y, en un gesto rápido y desesperado, se gira para ver a Vanesa, que está dos pasos por detrás de mí.

—¡Vanesa! —Casi da un brinco del sillón.

—Hola.

—¡Sorpresa! —le hago un gesto a mi compañera, y se sienta frente a mis amigas. Yo me siento a su lado.

—Qué guay que hayas venido —le dice Elena.

Vanesa sonríe de lado y Rose no tarda en llamar a la camarera en un gesto con la mano. Nos pide dos cervezas y se acomoda, atusándose también la ropa.

—Abby me ha dicho si quería venir a pasar un rato con vosotras —dice la secretaria—. Y bueno, teniendo en cuenta lo bien que me lo pasé el otro día...

—¿Verdad que sí? —interviene Elena—. Si es que somos un encanto.

Vanesa y Rose comparten una mirada que solo yo puedo ver.

—La verdad es que sí —concluye Vanesa—. Me gusta vuestro rollo.

—Eso quiere decir que eres igual de alocada y sinverguenza que nosotras —vacila Rose que, alza su cerveza y la hace brindar.

—Puede ser.

Beben al mismo tiempo y Elena y yo nos miramos, sintiendo que sobramos.

—¿Has visto hoy rara a Addison? —pregunta Vanesa, centrando su atención en mí.

—Hoy... no he coincicido con ella.

—¿No? No me extraña. Ha sido un fantasma. —Admite—. No ha salido a penas de su despacho. Estaba rara.

—¿Rara en qué sentido?

—Creo que es algún tema personal que le está afectando —asegura, y busca mi mirada para seguir hablando—. La conozco demasiado bien. Conozco cada una de sus muecas, cuando las hace de verdad, y cuando finge. Cuando quiere aparentar estar bien, pero no lo está. Conozco muy bien a Addison Lane. Y te aseguro que hoy, le atormentaba algo.

Me encojo de hombros y bebo de mi cerveza.

Yo no he sido.

No he podido ser.

No nos hemos visto.

¿Qué le habrá pasado para que esté así?

—Seguro que fue algo que le pasó ayer por la noche —asegura Elena asintiendo con la cabeza.

—Igual con su marido. —Se atreve a decir Rose.

—No tengo ni idea —dice Vanesa—. Pero ha llegado en un estado en el que hacía mucho que no la veía.

Me arrepiento de no haber coincidido con ella. De no haber ido a buscarla al despacho para cualquier tontería. Igual si me hubiera visto, se hubiera desahogado conmigo. Solo quizá. O su estado de ánimo hubiera cambiado. Addison no se merece tener un mal día por culpa del canoso. Me encantaría buscarla ahora mismo y tener una buena charla sincera. Como el viernes en el bar, donde se fue abriendo a mí, e hizo el intento de contarme cosas íntimas. Me dijo que está en un momento complicado. Soy la única de esta mesa que sabe que Addison no es feliz con la vida que tiene. Que toda ella es una máscara. Su caparazón es tan fuerte que ni ella misma puede romperlo. Y me apena. Me encantaría poder ayudarla. Darle un abrazo y decirle que todo va a salir bien. Que voy a ayudarla a encontrar su lugar.

Addison Lane (Mejora del libro original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora