Once

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—Y... ¡acabé!

Pongo el último punto en el artículo y ruedo mi silla hacia atrás. ¡Soy una máquina! He conseguido tener preparado el artículo (perfecto) en dos días. Espero que a Addison le guste tanto como a mí. Creo que me ha quedado realmente bien. Y todo ha sido gracias al minucioso estudio de los dildos.

Aunque mis compañeros se rieran de mí.

Observo las vistas de la ciudad desde el gran ventanal durante unos minutos, dejando volar mi mente, mi imaginación. Cierro los ojos, agradeciendo los rayos de sol en mi cara. No he dormido demasiado pensando en acabar el artículo. Es lunes y tampoco he desayunado. Lo único bueno de hoy, es que he terminado el «proyecto consolador». Visualizo la silueta de Addison y humedezco mis labios. Si me esfuerzo, aún puedo notar cómo el viernes, en el Éxtasis mordía mis labios, atrapaba mi boca con rabia. Me estoy excitando peligrosamente, y no es buena idea. En el trabajo no.

Abro los ojos, giro la silla y hago un barrido por el despacho.

Todo el orden.

Nadie ha entrado por sorpresa sin llamar. Nadie me observa a través del cristal del pasillo. Me atuso el pelo y me pongo bien la camisa. Debo dejar las fantasías para casa. Miro la hora en el reloj de la pared y pulso el botón del aparato que me conecta con Vanesa.

—¿Sí?

—Vanesa, ¿sabes si Addison está en su despacho?

—Tiene una reunión importante —anuncia—. No sé cuando estará disponible.

Me aprieto con fuerza el entrecejo.

—¿La necesitas de urgencia?

—No, qué va —digo—. Es para comunicarle que he terminado el artículo. Quiero que le eche un vistazo.

—Te recomiendo que sigas con lo demás. Igual para el mediodía puedes hablar con ella.

Qué mujer tan ocupada.

Estará en la reunión, sentada en su increíble sillón, de piernas cruzadas, al mando de todos. Poderosa, atractiva, elegante.

Imagino su collar balanceándose sobre su escote.

Ese collar que ahora sé que lleva por mí.

¿Llevará escote?

—¿Abby? —susurra Vanesa al otro lado.

—Estoy aquí.

—Pensaba que te había tragado la tierra.

—Estaría bien —bromeo—. Por aquí sigo, con el culo en la silla.

Vanesa se echa a reír. Una risa dulce y delicada.

Ordeno mi escritorio y me voy a la sala de descanso. Algo de chocolate y un café me vendrá bien. Me lo he ganado. Saco una barrita, me sirvo un café con leche y me siento a leer una revista sobre moda para desconectar la mente unos segundos. El azúcar no tarda en hacer efecto en mi cerebro.

—¡Vaya! Pero si es doña simpática —dice Álvaro entrando en la sala.

Le miro, pero no le respondo.

—¿Cómo estás esta mañana? —echa las monedas a la máquina y selecciona lo que quiere.

—¿Y tú?

—Esquivando mis preguntas. —Quedamos en silencio. Se toma la galleta que ha sacado, de pie frente a la máquina (como hace siempre). Cuando termina, me mira—. ¿Sabes que doña Addison está reunida con gente importante?

Addison Lane (Mejora del libro original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora