Doce

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 —¿Le ha llamado la atención probar alguno, después de leer el artículo?

La valentía de Abigail con la pregunta, consigue sorprenderme. Le mantengo la mirada, pensando en el beso que nos dimos en aquel bar ruidoso, maloliente y oscuro. Noto la tensión. Puedo ver cómo su cuerpo se vuelve rígido.

Sé que es una pregunta complicada —dice.

Su artículo le va a gustar a todo el mundo —respondo, tratando de desviar el tema—. Seguro que se disparan las ventas. La gente querrá comprar esas cosas que prometen ser tan divertidas.

Abby rueda la silla hacia atrás.

No ha respondido a mi pregunta, doña Addison.

Me giro para comprobar la puerta. Estoy nerviosa. El hecho de pensar que nos pueden pillar, que alguien puede notar la tensión que hay aquí ahora mismo, me agobia. Le doy la vuelta a la mesa y me paro junto a ella.

Ordeno que gire el monitor de nuevo, en un gesto con la mano.

Nos miramos.

Está usted demasiado feliz con su artículo —musito—. Está bien. Diré cual es el que más me ha llamado la atención. Pero no se crea que por eso tiene una ventaja especial.

Señalo con el índice una de las fotos. Abby alza las cejas.

Nos volvemos a mirar.

¿Contenta? —pregunto en un hilo de voz.

Asiente con la cabeza.

Estaría más contenta si me dejara... —mete el dedo en mi collar y tira de él, haciendo que me acerque a ella—, darle un beso.

La miro sin mostrar una pizca de mis sentimientos. No puedo hacerlo. Aquí no. Aquí soy doña Addison Lane, dueña de Neo One. La cabeza de todo esto, la que mueve los hilos y la que tiene la última palabra. No puedo hacer ver que en realidad, esta empleada llamada Abigail Pearson, me tiene loca y a punto de lanzarme a comerle esa boca que tanto brilla ahora.

Señorita Abigail... —suspiro—. No se permita estas confianzas.

De manera cuidadosa, agarro su mano y la retiro lentamente poniéndola sobre la mesa. Le acaricio el dorso de la mano tratando de hacerla perder los papeles. Humedezco mis labios.

¿Qué pasa? ¿Tengo que esperar al viernes para ganarme esa confianza de nuevo?

Tomo aire, haciendo que mi pecho se eleve.

Buena elección, doña Addison.

Vuelvo a echar un vistazo a la puerta, para centrar de nuevo mi atención en Abigail.

Creo que necesito ir al baño —arquea las cejas y me regala una pícara sonrisa que hace que todos y cada uno de los poros de mi cuerpo, se ericen—. Ya me entiende. ¿Necesita ir al baño usted?

Abigail... —susurro muy bajito. Me encanta este juego. Me encanta que haya roto la barrera. No se lo debería de estar permitiendo, pero lo estoy haciendo porque quiero ver hasta donde somos capaces de llegar. La debería de haber frenado cuando me ha preguntado si puedo elegir un dildo. Pero, ¿qué le voy a hacer? Si esta chica me gusta demasiado.

Dígame, doña Addison. ¿Quiere venir al baño?

Sí, quiero.

Frunzo los labios y hago un movimiento con la cabeza, apartando el mechón de pelo. Retrocedo otro paso. No me puedo permitir hacer esto.

Addison Lane (Mejora del libro original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora