𝕽𝖆𝖟ó𝖓 𝖘𝖎𝖊𝖙𝖊

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Habían personas que destacaban por su personalidad, otros por rasgos muy notorios, y los demás resaltaban por sus cualidades o talentos, Jiro siempre sintió que si había una cualidad que describiera a Bakugo (a parte de idiota) serían sus ojos, rojos, profundos, cautivadores. Tenía que admitir que así eran, por eso los aborrecía, tiene algo en su mirada que trasmitía toda su esencia, ¨los ojos, la ventana del alma¨ tal vez era eso lo que le perturbaba, con el, sentía muy literal esa frase, le causaba curiosidad como podía demostrar tanto en una mirada, hace días que venía viéndolo desde cerca, mera curiosidad, suponía, cuando estaba calmado se notaba en su mirada, no trasmitía ira ni odio, era como un lento fuego consumiéndose, dejando algo de ceniza, y sin embargo cuando se molestaba era como si el fuego se avivara, como si de esa ceniza renaciera un volcán, que para todos sería el estado natural, Jiro, había logrado ver un Bakugo feliz, uno que no parecía un volcán en erupción, sentía que lo había visto en sus ojos, como si desde ese día algo hubiera cambiado y sus miradas ya no fueran solo cargadas de odio, podía haber algo más, eran absurdas las veces que habían coincidido miradas después de aquello, al fin y al cabo Jiro quería entenderlo, y se dedicaba a observarlo, como si fuera un animal o un experimento, pero necesitaba saber, ¿sus ojos cargaban tristeza?

A veces no nos damos cuenta de las personas a nuestro al rededor hasta que interactuamos con ellas, pero Bakugo no estaría siempre triste, desde el día de la lista le  había puesto más atención, había que admitirlo, no más de la debida, puesto que le seguía pareciendo un idiota, al final del día era eso, el tonto que odiaba, pero que últimamente no dejaba de observar, quería probar su teoría, siempre había una excusa, siempre algo en el medio, si comprobaba que Bakugo estaba triste ¿que haría?, no era como si ella le fuera a brindar ayuda, no tendría porque, el ni si quiera la consideraba su amiga. Sintió un vacío en el pecho, ella tampoco lo consideraba eso, hablaban de musica, cosas casuales, ensayos, clases, aspiraciones, sueños, experiencias, amigos y la lista, en estos meses se había acercado más a el, más de lo que se supone que una persona que odia a otra debería acercarse, ¿eso los hacia amigos?  o conocidos, a ojos de sus compañeros ella odiaba a Bakugo bajo razones que nunca podía sostener, sabiendo que en estos meses se había vuelto incluso más complicado, la lista recalcaba ese hecho aun más, no podía odiar a alguien sin razones, ocho razones tenía que poner y a duras penas tenía seis, pensaba que el ya no lo recordaría, sin embargo cada vez que había una oportunidad el le preguntaba

—¿Terminaste la lista?
—Siguen estando las mismas seis
—Pensé que eras más creativa Orejas
—Mi nombre es Ji-ro, J-i-r-o —Deletreo con desgana.

Estar en compañía del otro se había vuelto un habito muy particular, Jiro lo sabía, eso no lo hacían dos desconocidos, en este caso eran dos personas que fingían no ser amigos, en clase casi ni hablaban, pero otra vez, las miradas chocaban, estas semanas más que nunca, ella estaba distraída pensando en si lo atormentaba algo, el estaba atormentado por la imagen de ella. Bakugo era una persona fuerte, que pensó nunca sentir miedo, pero sentía, igual que los demás, y cada día sentía el temor de ver esa lista, enfrentar la realidad de que la chica que le gustaba de verdad lo odiará , y tenia ocho o más razones para hacerlo, esta semana había guardado distancia de la chica, pensaba que por esa razón ella lo observaba tanto, por eso sería, si no podía ni si quiera no odiarlo, ¿como podría estar enamorado de el?, de alguien tan idiota y odioso a los ojos de ella, el siempre había sido alguien orgulloso, su personalidad era perfecta, así se veía, antes de conocerla nadie lo había retado, nadie así había pasado por su vida, ni lo había hecho sentir como ella, a plena vista no resalta, pero en cuanto la miras no dejas de mirarla, así la describiría el, empezó pensándola como la más atractiva de la clase, no sabía porque, pero había sido la primera en la que pensó cuando le hicieron la pregunta, le siguió su manera de actuar, algo burlesca y fría, fan del sarcasmo y sin filtros, era sincera y dedicada, su pasión por la musica y ser una heroína, se sorprendió al ver como alguien le podía tener tanto amor a dos cosas, pero no fue todo eso lo que lo hizo darse cuenta, a parte de las señales obvias como las conocidas mariposas o que sus manos ya no sudaran solo por su don, fue su manera de mirarlo, esa mirada de odio que le dedicaba, como lo retaba a algo, como eso al final le servía de motivación, la mirada de desaprobación que le dedicaba cuando iba a empezar un combate, se transformaba en una de admiración cuando salía, no era tonto, se había enamorado de ella, había que estar muy enamorado para añorar una mirada de odio, para Bakugo no había nadie mejor que el, pero, si había alguien que ella no odiara, el idiota de Kaminari o cualquiera, eso le aterraba, igual que le aterraba la idea de que ella en verdad lo odiara, negó todo lo que pudo el sentimiento, pero al final ella le gustaba y mucho, eso no iba a cambiar, al menos no por lo pronto.

A ella, el la tenía distraída, sus ojos guardaban tristeza, estaba segura, aun que se repetía que de ser así no podría hacer mucho, después de todo, el y ella no compartían sentimientos, según ella, porque el no parecía tener más de la ira y ella no le contaría eso a alguien que no fuera un amigo, y por más que quisiera no podía describir a Bakugo como tal, no por querer describirlo como un vinculo más especial, aun que así lo sentía, más que especial, diferente, no eran amigos, porque entre amigos no era convencional una lista de odio, no eran desconocidos porque pasaron mucho tiempo conociéndose, y no iban a ser nada más por que ella no sabía que sentía.


•Odio tu memoria
• ̷O̷d̷i̷o̷ ̷t̷u̷ ̷c̷o̷n̷t̷r̷o̷l̷ ̷ Odio tu estatura
•Odio tu cara
•Odio tu voz
• Odio tus gustos musicales
•Odio que estes feliz
•Odio tus ojos

Odiaba lo afligidos que se veían, odiaba ser la única que parecía darse cuenta, actuaba gruñón como siempre, así que todo parecía en orden, pero no lo estaba, no cuando la chispa de sus ojos estaba apagada.

Ocho razones por las que te odio (𝔅𝔞𝔨𝔲𝔧𝔦𝔯𝔬𝔲) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora