✄┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈ ˚˖𓍢ִ໋˚ Días de diversión y una amistad nueva
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𝟏𝟔 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐩𝐭𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝟏𝟗𝟕𝟏 ᴅɪᴀʀʏ ᴘᴀɢᴇ ғɪᴠᴇ
Los días habían pasado y, con ellos, mi amistad con los chicos avanzaba cada día más; éramos muy unidos.
Hoy teníamos pensado dar un paseo por mi lugar favorito de Hogwarts: el Lago Negro. La primavera pronto llegaría, y los alrededores del lago estaban llenos de flores y pequeñas criaturas mágicas disfrutando del buen tiempo. Nos dirigíamos hacia allí, disfrutando del sol y la brisa fresca, cuando de repente escuchamos unos sollozos que venían del baño de las niñas. Nos miramos con curiosidad y preocupación, y decidí entrar para ver qué ocurría.
Cuando entré, me encontré con una niña castaña, la niña con la cual compartía habitación. Su nombre era Mayalen, y estaba sentada en el suelo, llorando.
-¿Todo bien, Mayalen? -dije, intentando no parecer chismosa.
-No, nada está bien -dijo entre sollozos y con la cabeza agachada.
Me acerqué y me senté junto a ella en el piso frío de los baños.
-¿Deseas hablar de eso? -ella asintió con la cabeza y me miró con los ojos llenos de lágrimas.
-Los Slytherin empezaron a burlarse de mí por ser hija de muggles y me rompieron esto -dijo, mostrando su mano en la cual se encontraba un peluche de algodón roto por la mitad-. Es muy importante para mí, me lo dio mi tía antes de morir.
Sentí un nudo en la garganta. En cierta parte, la entendía por las burlas de los Slytherin, pero no sabía qué decir, ya que nunca había manejado esos temas ni sabía cómo consolar a alguien. En mi casa, si te mostrabas débil, te castigaban sin comer.
-Podemos buscar algún libro que contenga un hechizo para poder arreglarlo -dije amablemente, ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse. Ella me ofreció una gran sonrisa a través de sus lágrimas.
Salimos de los baños y nos encontramos con los chicos. Decidimos que iríamos todos juntos a la biblioteca. Mientras caminábamos, intentamos distraer a Mayalen hablando de cosas divertidas y recordando momentos graciosos que habíamos compartido en nuestras clases.
Cuando llegamos a la biblioteca, nos dirigimos a la sección de libros de hechizos de reparación. Pasamos un buen rato buscando el libro adecuado, hasta que finalmente encontramos uno que parecía tener el hechizo perfecto. Mayalen estaba nerviosa, pero con nuestra ayuda y algunos intentos fallidos, logramos reparar el peluche. Ella nos miró con gratitud y alivio.
-Gracias, de verdad-dijo, abrazando el peluche contra su pecho-. No sé qué habría hecho sin ustedes.
Nos quedamos un rato más en la biblioteca, aprovechando para estudiar y hacer tareas. La atmósfera se había relajado, y todos estábamos contentos de haber podido ayudar a nuestra nueva amiga.
