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ᴅɪᴀʀʏ ᴘᴀɢᴇ 16
𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐩𝐭𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝟏𝟗𝟕𝟒 Maratón 3/3
Al caer la noche, Priscilla, Lily y los Merodeadores se dirigieron a la oficina de la profesora McGonagall para cumplir su castigo. El ambiente estaba cargado de tensión, con Priscilla y Lily evitando mirarse a los ojos mientras caminaban en silencio. James, Sirius, Remus y Peter seguían de cerca, intercambiando miradas preocupadas.
La profesora McGonagall los recibió con una expresión severa.
—Nunca esperé esto de ustedes —dijo, su voz firme y desaprobatoria—. La violencia y los enfrentamientos no son tolerados en Hogwarts. Esta noche cumplirán su castigo limpiando el aula de pociones sin magia. Quiero que reflexionen sobre sus acciones y lo que significa ser parte de esta comunidad.
Sin más preámbulos, los condujo al aula de pociones, les entregó cubos, cepillos y trapos, y los dejó solos para comenzar su tarea. El silencio era pesado mientras comenzaban a limpiar. Nadie sabía cómo romper la tensión, y el único sonido era el roce de los cepillos contra el suelo.
Finalmente, Sirius, incapaz de soportar el silencio, decidió intentar romper el hielo.
—Bueno, esto es un verdadero desastre, ¿no? —dijo, tratando de sonar ligero.
Remus le lanzó una mirada de advertencia, pero James decidió unirse.
—Sí, vaya forma de pasar la noche —agregó, forzando una sonrisa mientras lanzaba una mirada coqueta a Lily—. Al menos estamos juntos, ¿no?
Lily rodó los ojos pero no pudo evitar una pequeña sonrisa. James siempre sabía cómo hacerla reír, incluso en los peores momentos. Priscilla, sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de celos al ver la conexión entre ellos.
Mientras trabajaban, se dieron cuenta de que la tarea sería mucho más larga y agotadora de lo que esperaban. Fue entonces cuando Priscilla sugirió una idea.
—Podríamos pedir ayuda —dijo, mirando a los demás—. Quizás alguien pueda echar una mano y así terminamos más rápido.
Sirius asintió de inmediato.
—Podemos llamar a Cassiopeia y Mayalen. Siempre están dispuestas a ayudarnos —dijo, mirando a Remus en busca de apoyo.
—Sí, y podríamos contactar a Evan también —agregó Priscilla—. Es un experto en pociones y sabe cómo limpiar mejor que nadie.
James frunció el ceño ligeramente, pero trató de no mostrar su incomodidad.
—¿Seguro que necesitamos más ayuda? —preguntó, tratando de mantener un tono despreocupado—. Pero si así terminamos antes, está bien.
