¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝟐𝟕 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟏𝟗𝟕𝟏 ᴅɪᴀʀʏ ᴘᴀɢᴇ sᴇᴠᴇɴ
Era una noche oscura y tormentosa en Hogwarts. Las nubes cubrían la luna, y los relámpagos iluminaban momentáneamente los terrenos del castillo. Priscilla, con la capa mojada pegada a su cuerpo, avanzaba con cautela por el Bosque Prohibido. Tenía que encontrar James, su amigo y compañero de casa en Gryffindor, quien había salido impulsivamente tras una pelea con Sirius Black.
Recordó la escena que había presenciado en la Sala Común de Gryffindor. Todo había comenzado con un comentario mordaz de Sirius sobre Lily Evans, una compañera de clase por la cual James sentía una atracción evidente. "¿De verdad crees que tienes una oportunidad con ella? Vamos, James, es una pérdida de tiempo", había dicho Sirius con una risa burlona. James, conocido por su carácter protector hacia Lily, no lo tomó bien.
—¡Cállate, Sirius! No tienes idea de lo que estás hablando —gritó James, con las manos cerradas en puños.
—Oh, ¿en serio? ¿Y tú sí? Solo pierdes el tiempo detrás de ella, cuando hay muchos peces en el mar ya sabes... —continuó Sirius, sin darse cuenta de que Priscilla observaba desde un rincón, su corazón latiendo rápidamente.
—¡No digas eso! No sabes lo que siento —respondió James, sus ojos chispeando de furia.
La tensión había escalado rápidamente hasta que James, incapaz de contener su enojo, salió furioso, dejando a Sirius con una expresión de arrepentimiento en el rostro. Priscilla había esperado unos minutos antes de decidir seguirlo. Sabía que James tenía la costumbre de refugiarse en lugares solitarios cuando necesitaba despejar su mente, Por ende ella presentía que el estaba en el bosque prohibido y aunque era un lugar peligroso, su preocupación por él superaba cualquier temor.
Los árboles crujían a su alrededor y el viento susurraba como si el bosque mismo quisiera advertirle de algún peligro inminente. Su corazón latía con fuerza, tanto por el miedo como por la preocupación por James.
De repente, un sonido a su izquierda la hizo detenerse en seco. Al girarse, vio una figura un poco más alta que ella y delgada bajo la luz de un relámpago. Era James, su cabello alborotado y gafas ligeramente torcidas, avanzando hacia ella con una expresión indescifrable.
—¿James? —llamó Priscilla, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta.
