Capitulo 9

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Hoy presentamos:
La Arcónte amada por su pueblo

La Reina Mayor... Rukk-()) ___


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- ¿No debería ir a llamar al Regimiento de los Treinta o a la Matra? - cuestiono Rekhar al hombre recién llegado mientras miraba con rabia y desprecio al grupo de mercenarios los cuales estaban en el suelo totalmente desarmados.

- En circunstancias normales así sería, pero sinceramente no creo que sea buena idea meterme en el camino de su amigo - contesto el hombre con serenidad mientras leía
un libro. - "Además ya deberían haber llegado..." -

A lo que la mujer mayor soltó un fuerte suspiro llevándose una mano a la frente. - Oh Reina Menor Kusanali que Nilou haya llegado a tiempo - murmuro en señal de rezo deseándole lo mejor a su joven amiga.

No podía negar que sentía una enorme curiosidad por cómo el azabache había emprendido vuelo, porque esta gente parecía temerle y como había mandando a volar al jefe bandido, pero lo primero era lo primero para todos, el bienestar de su amiga bailarina, cuando ella estuviera fuera de peligro darían rienda suelta a su curiosidad.

- "Hmmm... La gente aquí parece más racional que la mayoría de eruditos de hoy en día" - serían los pensamientos del sujeto mientras analizaba a la gente del lugar.

En Sumeru se predicaba la búsqueda infinita del conocimiento, priorizando la búsqueda de esta por sobre cualquier cosa, lo que ha llevado a que con el tiempo la gente pese a ser llamada sabia, sean realmente estúpidos y cuando su sabiduría se ve cuestiona o puesta a prueba, aceptan la primera conclusión a la que llegan por su cuenta.

Siendo personas estúpidas y poco reales, pero justo ahí, abajo de todo el bullicio superficial de la incansable búsqueda del conocimiento, estaba toda la gente del gran Bazar, además de ser un grupo fiel a la Reina Menor Kusanali a diferencia del resto de Sumeru, había una convivencia mas real y genuina a diferencia de la mayoría de eruditos o los civiles que se creen sabios y siguen como luciérnagas lo que diga el conmutador Akasha como si de una luz se tratara.

Pese a que no entrara entre sus gustos todo lo relacionado al arte, lo reconocía además de respetarlo en cierta forma, podía influir bastante bien en las personas.

- "¿Qué hace el escriba Alhacén en el teatro?" - serían los pensamientos de una Inayah que sentía algo de pánico, primero por el atentado en contra de su amiga peli roja.

Y segundo por que sabía perfectamente quien era ese sujeto, un graduado de la Escuela de Semiotica de la Academia que ocupaba el puesto de Escriba.

Alhacén le había observado entre la multitud por unos cuantos instantes analizandola, presumiblemente habiendo deducido su identidad como la hija desparecida del erudito Sharif, lo cual eventualmente haría que su padre se enterara de su paradero y.... ¡No!

Tenía que enfocarse, además de sus dilemas familiares justo ahora había un problema de fuerza mayor, su amiga herida y los ladrones presentes, lo mejor sería ignorar esos problemas, al menos de momento.

- Bien, mejor me voy adelantando - diría Alhacén cerrando su libro fugando su mirada en el grupo de mercenarios, todos estaban sentados mientras eran vigilados por los presentes, sabían perfectamente que poco y nada podían hacer en contra de alguien como el escriba de la academia.

- Corrección, ya es el momento justo - dijo mirando con un rostro de indiferencia como ahora el azabache estaba frente al grupo de bandidos.

El resto de los presentes estaban en shock, no se habían perchado del momento en el cual había entrado al lugar, es más, apostarían a que este apareció de la nada en el lugar.

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