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• Maritza F

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• Maritza F. Sánchez

Su padre sonrío y de un momento a otro el sonido de la bala saliendo de la pistola se escuchó asustando a todos. Felix dirigió la mirada a donde la bala había llegado viendo así la pierna de Hyunjin sangrar asustándose aún más, sin embargo, Hyunjin seguía en la misma posición apuntando a su padre.

— Vamos, dispara — dijo su padre, pero Hyunjin no lo hacía. — ¿Y así quieres defenderlo? — el señor Hwang soltó una risa. — Que decepción — se acercó y con la pistola dio un golpe en la cabeza de Hyunjin haciéndolo caer por la gran fuerza y la pierna sangrando.

Felix sin importarle nada se agacho a la altura de Hyunjin. — ¿Estas bien? — pregunto muy preocupado.

Por su parte Hyunjin lo volteo a ver y le dedico una sonrisa. — No te preocupes — lo tomo de la mano.

Un sonido de frustración se escuchó y ambos vieron al señor Hwang quien los veía mientras se rascaba la nuca con la pistola. — No te voy a matar — le dijo a Felix, sorprendiendo a ambos chicos. — Pero sabes que no lo puedo dejar pasar — le dijo a Hyunjin. — Curen su pierna y al otro a la sala de confinamiento — les dijo a sus guardias y estos asintieron, mientras que Hyunjin se asustaba.

— Padre, padre — se arrodillo frente a su padre sin importarle la sangre que salía de su pierna. — No lo lleves ahí, por favor — junto sus manos en forma de súplica. — No le hagas eso.

El señor Hwang lo vio y movió su cabeza de un lado. — ¿Enserio eres mi hijo? — frunció el ceño. — Que decepción — volvió a decir, luego dio un suspiro. — Llévenselo.

Los guardias tomaron a Felix. — No — grito Hyunjin. — Por favor, no — tomo el pie de su padre y puso su cabeza en él. — Yo tomaré su lugar, yo iré — suplicaba con lágrimas en los ojos.

Un silencio se creó, pensando en que tal vez su padre aceptaría, pero en cuanto sintió una patada en su cara, supo que no podía hacer más. El señor Hwang salió, trato de alcanzarlo, pero los guardias se lo impidieron, luego vio cómo se llevaban a Felix. — Hey, déjenlo — nadie le hizo caso. — Mierda, les estoy dando una orden — grito muy enojado, sin embargo, nadie hizo caso.

Después de tantos gritos y enojo, Hyunjin entendió que no podía hacer nada, por lo que solo se dejó llevar a que lo curaran mientras rezaba a todos los santos porque no le hicieran tanto daño a Felix.

Un rato más y llego a su habitación donde inmediatamente vio a Mingi. — ¿Hyunjin? — dijo preocupado el más alto al ver al pelinegro con la venda en su pierna y la cara pálida. — ¿Qué sucedió? — se acercó al chico para ayudarle a llegar a la cama.

— Felix — dijo Hyunjin apenas audible.

Mingi se preocupó aún más. — ¿Felix? ¿Qué pasa con él? — pregunto con los nervios a más no poder.

Por alguna razón Hyunjin sentía que perdía fuerzas, pero debía ayudar a Felix de una manera. — Sala de confinamiento — dijo con dificultad sorprendiendo a Mingi. — Debes ayudarlo v vio a Mingi y unas lágrimas salieron. — Debes ir a verlo — sentía su vista cansada y borrosa. — Por favor — dijo por último para caer dormido en el hombro de Mingi.

Mingi se preocuparía si es que no supiera que Hyunjin es demasiado fuerte, por lo que rápidamente ayudo a que Hyunjin se acostará y salió de la habitación.

Mingi se preocuparía si es que no supiera que Hyunjin es demasiado fuerte, por lo que rápidamente ayudo a que Hyunjin se acostará y salió de la habitación

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Felix era llevado por un lugar que desconocía completamente. Mentiría si dijera que no tenía miedo, cuando claramente se estaba muriendo de aquello, sin embargo, no quería que Hyunjin tuviera más problemas, así que solo se dejó guiar, además ¿qué tan malo podía ser estar aislado de las personas?

Llegaron a una habitación, donde no había nada más que una cruz en medio de la habitación, hecha de cemento, muy grande donde fácilmente cabía una persona, cadenas en cada extremo de esta.

— ¿Qué es esto? — y por primera vez, demostró mucho miedo, pero nadie respondió. — ¿Qué es esto? — volvió a preguntar con más miedo. Los guardias no dijeron nada, solo comenzaron a acercar a Felix a aquella cruz. — No, no, esperen — lo guardias lo cargaron y lo acostaron en la cruz. — No, suéltenme — dos guardias tomaban sus manos, uno de cada lado, mientras que otro amarraba sus pies.

Y así, las suplicas por parte de Felix siguieron, pero nadie decía o hacía caso a sus palabras. Terminaron de amarrarlo y pensó que eso sería todo, pero al ver a un tipo con un bote se asustó y aún más cuando comenzó a regar el contenido alrededor de la cruz, no tan cerca, pero tampoco tan lejos, llegándole el olor a gasolina. 

— ¿Qué hacen? — dijo asustado. — ¿No dijeron que no me matarían? — reclamo con miedo, pero aun así nadie dijo nada. Vio a un guardia sacar un encendedor. — Espera, espera, no lo hagas v grito, pero de poco sirvió ya que el guardia lanzo el encendedor haciendo que la llama prendiera rápidamente. Felix iba a decir algo más, pero los guardias ya habían salido.

Felix comenzó a forcejear esperando a que por obra del destino las cadenas se rompieran o hicieran algo para que pudiera salir de ahí, pero como era de esperarse no funciono, tardo un gran tiempo así hasta que perdió las fuerzas.

No sabía cuento tiempo había pasado ahí, pero sentía que había sido una eternidad, las lágrimas ya no salían, el sudor estaba en todo su cuerpo, el calor lo agotaba tanto que quería dormir, pero la deshidratación le impedía cerrar los ojos, pasaba saliva y respiraba pesado intentando mantener la cordura, sentía que iba a morir y nuevamente todos los recuerdos del pasado llegaron a su cabeza. 

— Perdón — menciono en un susurro. — Papá, mamá. Perdón — nuevas lágrimas salieron, pero se secaron inmediatamente por el calor. — Soy un mal hijo, lo siento — sentía que moriría y le dolía no poder decírselo a sus padres de frente. — Si tan solo pudiera cambiar todo.

El sonido de la puerta abriéndose se escuchó por lo que intento girar a ver, sin embargo, el cansancio se lo impidió, solo viendo el techo.

Escucho como alguien se acercaba. — Hyunjin — dijo con pocas fuerzas. — Hyunjin, ¿eres tú?

 — Hyunjin, ¿eres tú?

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Club Del Diablo || HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora