𝙱𝚎𝚜𝚘

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Por suerte, la fila para subir a la noria no era larga

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Por suerte, la fila para subir a la noria no era larga.

Ambos se instalaron en una góndola roja, y la puerta se cerró con un suave chasquido. Empezaron a ascender, y Killer sonrió emocionado. Era la primera vez que se subía a una rueda de la fortuna.

Kid se recostó en el asiento, cerrando los ojos mientras la brisa fresca les acariciaba el rostro y hacía ondear su cabello. Abrió los ojos y se quedó observando a Killer, quien miraba a su alrededor con asombro.

—Es hermoso, ¿verdad? —dijo con una sonrisa cálida, sin apartar la vista de él.

—Sí, mucho. No pensé que se vería así desde aquí arriba —respondió, con la mirada en el horizonte.

La rueda continuó su ascenso y pronto llegaron a la cima, donde todo el parque de diversiones se veía diminuto. Killer se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en el borde de la góndola. Las luces comenzaron a encenderse, creando un espectáculo luminoso en el suelo.

—La vista del parque es genial, pero prefiero mirar hacia el otro lado —dijo Kid, señalando en dirección opuesta.

Killer giró la cabeza, curioso, y lo que vio le robó el aliento. A lo lejos, se extendía el mar, con el sol ocultándose en el horizonte, tiñendo las olas de dorado y naranja.

—Wow... —susurró, sin poder apartar la vista del espectáculo—. Es increíble.

Kid sonrió, complacido al ver la reacción de su amigo. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas para observar el paisaje. Giró la cabeza hacia Killer, notando cómo el resplandor del atardecer se reflejaba en su rostro.

—Sabía que te gustaría —dijo, esbozando una sonrisa.

Ambos guardaron silencio, contemplando la puesta de sol.

—Nunca había visto algo así —confesó con asombro—. Es muy bonito.

—Sí, lo es —murmuró sin dejar de ver al rubio, con una mirada cálida.

Killer, al sentir la mirada de Kid, giró la cabeza. Sus ojos se encontraron y, por un momento, ambos quedaron inmóviles. El rubor se extendió por sus mejillas, y bajaron la mirada casi al mismo tiempo, tratando de disimular su repentina timidez.

Kid se rascó la nuca nervioso, mientras Killer jugueteaba con el borde de su asiento, trazando patrones imaginarios en el metal.

Killer carraspeó y volvió a mirar al horizonte, intentando recuperar la compostura. Se pasó una mano por el cabello, apartando un mechón de su frente antes de hablar de nuevo.

—Sabes, yo... nunca he visto el mar de cerca —confesó en un susurro.

Kid alzó la mirada, sorprendido. —¿En serio?

Killer asintió, aún mirando el horizonte. —Siempre he vivido lejos de la costa. Lo más cercano que he visto son imágenes en libros o películas, pero nada se compara con esto —murmuró feliz.

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