𝚂𝚎 𝙱𝚞𝚜𝚌𝚊

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Killer se levantó antes de que sonara el despertador, ansioso

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Killer se levantó antes de que sonara el despertador, ansioso. A diferencia del primer día, esta vez era por volver a ver al chico pelirrojo.

Sabía que debía hablar con él, pero no estaba seguro de cómo. ¿Cómo iniciar una conversación si no sabía qué decir? Solo esperaba que, llegado el momento, no se quedara en blanco.

Suspiró y tomó su celular para buscar algo que había estado rondando en su cabeza desde el incidente.

—¿Qué son los compañeros destinados? —murmuró, mirando fijamente la pantalla de su móvil.

"Compañeros destinados: cuando un alfa y un omega se encuentran, sienten una fuerte atracción mutua desde el primer instante."

La información solo confirmó lo que ya sabía, pero no le dio pistas sobre cómo abordar la situación. Frunció el ceño, apretando los labios en una fina línea de frustración.

Su celo siempre había sido suave en comparación con la mayoría de los omegas. Hasta ahora, los inhibidores bastaban para reprimirlo por completo, y a veces ni siquiera los necesitaba. Pero desde que lo conoció, todo se descontroló.

Se volteó boca abajo, sintiendo el rubor en sus mejillas mientras enterraba la cabeza en la almohada. —Compañeros destinados —murmuró, su voz apenas audible mientras procesaba la idea. Un nudo se formó en su garganta, negándose a aceptar la verdad que su corazón insistía en reconocer. —No, no puede ser —se dijo, aunque su corazón latía con fuerza, reconociendo las sensaciones que había estado experimentando últimamente.

—Killer —llamaron, tocando la puerta con un suave golpe. —¿Estás despierto?

—Sí, mamá —respondió con rapidez, dejando escapar un suspiro al verla entrar. Se sentó en la cama, tratando de esconder su inquietud tras una máscara de calma.

—Buenos días, cariño —saludó su madre con ternura, sentándose a su lado en la cama—. ¿Cómo estás? —Sus ojos escudriñaban su rostro, buscando algún indicio de malestar.

Killer se encogió de hombros. —Bien —respondió brevemente.

—Si no quieres ir, no te voy a obligar —comentó su madre, acariciando suavemente su brazo en un gesto de consuelo.

Killer la miró con dulzura y le tocó el hombro con suavidad, tratando de transmitirle calma. —Estoy bien, mamá —aseguró, su voz firme pero reconfortante.

Ella asintió, aunque la preocupación seguía reflejada en sus ojos. —Es solo que me preocupo por ti —añadió, queriendo asegurarse de su bienestar.

—Tranquila —dijo él, envolviéndola en un cálido abrazo—. Lo del viernes no volverá a pasar. Tomé mis inhibidores y mi celo ya pasó.

Sadie suspiró, relajándose poco a poco. —Tienes razón —murmuró, reconfortada por sus palabras—. Quizás estoy siendo algo sobreprotectora.

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