10.- Ceibo

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KIMBERLY

En el universo cada estrella,
cada elemento que lo conforma,
es único, lo mismo pasa en la
Tierra, eres única, nadie
se compara a ti.

Los días pasaban apresuradamente, las vacaciones llegaron, y no había visto a Ale desde aquel día.

Dibujaba en digital mientras escuchaba música atraves de los cascos.

Me sentía rara, no encontraba la manera de describirlo.

En fin, Ale había dejado la escuela, jamás volvería. Es lo que soltó despues de un rato el profesor.

No tenía la menor idea de lo que estaba pensando, aunque llegue a la conclusión de que no era nada bueno, ver a Dylan tenso todo el tiempo…

La clase sin él era aburrida.

Joder como odiaba estar en casa y no poder hacer nada, bueno solo el dibujo, aquella era mi vía de escape.

Remarcó las sombras de los ojos de la chica, siempre me ha gustado dibujar, es como desconectarte del mundo y sumergirte en un mundo que tu mismo diseñas, creas dándole vida, dándole color a cada parte de su cuerpo, paisaje, en fin, eso que tanto te gusta...

Los días pasaban lentamente, sentía que una parte de mi se apagaba.

Aunque eso sí, devoraba libros de diferentes generos, si me preguntasen ¿Cuántos leía? Mi respuesta sería 10 por semana.

Desde muy pequeña amaba la literatura, me pasaba horas en la biblioteca, o pedía prestado, a los doce años una historia nació en mi mente, han pasado los años y sigue desarrollándose, aunque no he tenido en qué plasmarla.

Ale: ¿Nos vemos para salir?

Kim: Vale.

Salgo de casa, camino unos cuantos pasos y me encuentro a Ale escondido detrás del tronco de un árbol.

—¿De quien te escondes? —pregunto cuando llegó a su lado.

—De tu hermano.

—Él no está, está de viaje —explico.

Por qué es verdad, Kevin pasa muy poco tiempo en casa, su vida es el viaje. Se dedica a eso a tiempo completo, y pues cuando vuelve se va a tomar con sus amigos.

—¿No se aburre?

—Lo dudo, le pagan bien.

—Si claro.

El resto del camino, lo hacemos en silencio, respiró el aire puro.

A pesar de que la enfermedad conocida como COVID-19 está en la mayoría de los países, aquí todo sigue igual, la gente pasea, juegan en el parque, todos los finde se juntan en el parque para pasar un rato de familia.

Es bonito ver a la gente disfrutar de su familia.

Ale me compra un helado de Chicle por  qué sabe que es mi favorito, él escoge uno de galleta Oreo.

Vamos al parque y nos subimos al Kiosko.

Disfruto de mi helado, miro a los niños jugar en los columpios, el sube baja.

¿Que tal las vacaciones? —pregunta Ale rompiendo el silencio.

—Las odio, no entiendo cómo es que la gente sobrevive a esto.

—¿Y el libro?

—No lo sé Ale —encojo los hombros—. No conozco nada de nada, no se dónde plasmarlo.

Por qué él sabe que en el fondo de mi ser ha nacido una historia, se lo he contado un millón de veces y él me ha dicho que lo escriba, pero no sé cómo.

—Ademas —añado—. Mamá dice que es mala idea.

—¿Es tu sueño? —pregunta con la mirada perdida en el horizonte.

—Mi sueño siempre ha sido ser escritora.

—Pues ahi lo tienes —me mira a los ojos—. No dejes que apaguen tus sueños, por más que cueste conseguirlos, algún día lo conseguirás y todo el mundo te amara.

—Pero, no creo que pueda, hay escritoras con más potencial que el mío —digo desilusionada.

Se acerca y acuna una de mis mejillas.

—No dejes que eso te desanime, algún día alguien se fijará en lo que escribes y entonces verás que lo que tanto querías, por fin se está cumpliendo.

Me lanzo a sus brazos y lo abrazó con fuerza.

—No dejes que esto te desanime, tú eres única… nadie se compara a ti.

NO DEJES QUE APAGUEN TUS SUEÑOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora