Reencuentro

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Autora: Daluse

Perfil: IDaluse

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La gente pasaba alrededor de Sebástien, pero él no hacía más que observar a la muchedumbre sin demasiada importancia. Su familia, los Devoi, celebraban la fiesta anual que cada año traía consigo a las peores alimañas del mundo; humanos ambiciosos y crueles, que no dudarían ni un segundo en destrozarlo a él o a su padre, quien mantenía una posición bastante alta dentro de aquella jerarquía familiar. Sus ojos vagaban lentamente entre las personalidades más importantes, reconociendo a grandes empresarios, senadores e incluso a alguno que otro altos cargos de sus respectivos países, todos ellos ruines y despreciables, indignos de un trato mejor que el que una serpiente venenosa podría darles. Su padre, el señor Devoi, uno de los pocos que conservaba el apellido con todo honor debido a la pureza de su sangre, se codeaba entre los mejores, aunque Bastien estaba seguro de que era pura conveniencia y negocios.

Mientras contemplaba desde su posición acomodada en lo alto de un balcón el salón de baile, una melena rojiza captó su atención. Lucie Rosier, o Lucifer, como él le llamab, cruzó la estancia con gracia y se posicionó cerca de su protector y mentor. El padre de Sébastien, sonriendo con orgullo al mostrar lo que era uno de sus «trofeos» más preciados, aceptó cumplidos con felicidad nada disimulada. El joven la observaba con inmensa curiosidad, pues hacía más de cinco años que no la veía; aquella muchacha con la que poco convivió desde su niñez, y que, sin embargo, había representado una carga y un fastidio para él, al recibir castigos injustos y favoritismos insolentes. Estaba totalmente diferente, más alta, curvas donde antes no las había y un brillo tenue en su mirada que aparentaba madurez, irreconocible bajo sus ojos, de no ser por aquella cabellera tan llamativa; por sus delicadas curvas bajaba un vestido azul pálido, que se asentaba con cuidado en las partes más interesantes de su cuerpo y que no dejó de llamar la atención del siciliano. Veintidós años cumplía ese año, y aún no podía creer que el tiempo los hubiera separado al punto en que no sabía absolutamente nada de ella, desde aquel día en que la vio marcharse con su familia paterna, esa que tan impasiblemente la acogió tras abandonarla toda su vida. Una completa desconocida, como lo era él para ella.

Con los nudillos blancos por aferrarse a la barandilla, Sebástien dedicó otro trago largo del líquido de su copa, finalizando así su bebida y optando por abandonarla a su suerte sobre una mesa cercana. Dio la espalda al salón de baile, por primera vez en lo que llevaba de hora, la música de una orquesta bien estructurada se escuchaba al fondo, llenando de armonía la sala y dando un ambiente acogedor a los invitados. Sabía que no era conveniente que él bajase hasta el primer piso, pues su padre dejó muy claro que si querían tener la noche tranquila, debía mantener las distancias. Por él, aquello estaba bien, pues no deseaba acercarse a quien alguna vez fue su principal agresor y educador, un padre que no merecía tal título. Su mente se revolvió entre los recuerdos del pasado y los planes del futuro, omitiendo la presencia de una figura femenina que se acercó lentamente hacia él. Sus pasos eran elegantes, certeros, su pelo se movía con total sincronía, y su vestido abría a cada paso lo justo para dejar entrever su muslo izquierdo. El taconeo se detuvo justo al lado del joven Devoi, quien, al fin, se percató de esa mujer posada a su lado. Tardó un segundo en reconocer la nueva imagen que Lucie presentaba.

—¿Qué haces aquí, Bastien? —preguntó ella con una voz melosa, una que no recordaba en absoluto. Sus ojos se encontraron y ambos consiguieron entrever el anhelo del reencuentro, uno que tanto tiempo deseaban tener, y algo más, un atisbo de una pasión escondida entre los dos—. Tu padre me dijo que debía vigilarte para que-

Cortó su discurso, dirigiendo la vista hacia atrás, donde el señor mencionado seguía manteniendo una acalorada conversación con otros dos hombres igual de importantes que él. El joven dejó escapar un suspiro, aprovechando cada pequeño instante que tenía para observar a su acompañante de arriba a abajo.

Con todos lo sentidos. RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora