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La posada donde se hospedaba Scaramouche estaba envuelto en un silencio abrumador

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La posada donde se hospedaba Scaramouche estaba envuelto en un silencio abrumador. Las cortinas pesadas cubrían las ventanas, bloqueando cualquier atisbo de luz que intentara penetrar en la habitación. Scaramouche yacía en el sofá, con los ojos vacíos y la mirada perdida en el vacío. Sostenía entre sus manos la bufanda que era una pertenecía de Kazuha, su amor perdido. Cada vez que miraba esa bufanda rojiza, sentía un dolor punzante en el corazón, un recordatorio constante de todo lo que había perdido. Las yemas de sus dedos constantemente pasaban por la delicada superficie de la tela con suavidad como si tuviera miedo de que un agarre demasiado fuerte la fuera a romper el único recuerdo que tenía del albino.

Desde que Kazuha se había ido, un abismo se había abierto en el corazón de Scaramouche. Se sentía como si estuviera flotando en la oscuridad, sin un rumbo claro, sin un propósito. La depresión lo envolvía como una manta fría y húmeda, ahogándolo en su abrazo implacable. Los días pasaban lentamente, cada uno más sombrío que el anterior. Scaramouche apenas comía o dormía, y sus amigos que alguna vez habían sido de Kazuha, ahora se preocupaban por él. Intentaban animarlo, sacarlo de su letargo, pero sus esfuerzos eran en vano. Scaramouche estaba atrapado en un torbellino de dolor y desesperación, incapaz de encontrar una salida.

Una noche, mientras yacía en la oscuridad de su habitación, Scaramouche sintió que ya no podía soportarlo más. El dolor en su pecho era tan intenso que le costaba respirar. Cerró los ojos con fuerza, deseando desaparecer, deseando que todo este sufrimiento llegara a su fin. Pero entonces, en medio de la oscuridad, una voz suave se filtró en su mente.

Era la voz de su creadora que lo acompañaba en estos momentos tan difíciles para la marioneta, susurrándole palabras de aliento y amor; "No estás solo, Scaramouche...", decía ella; "Siempre estaré contigo, en tu corazón, al igual que Kaedehara y Niwa.. Siempre te acompañáremos mi dulce niño...". Las lágrimas brotaron de los ojos de Scaramouche mientras dejaba que las palabras de quien había visto algunas vez como su madre lo envolvieran como un abrazo reconfortante. Aunque ella, Niwa o Kazuha ya no estuviera físicamente con él, su amor perduraba, un faro de esperanza en medio de la oscuridad.

Con un suspiro tembloroso, Scaramouche se levantó de la cama y se dirigió a un escritorio vacío que había en la posada donde se quedaba temporalmente. Encendió una vela mientras miraba por la ventana la luz tenue que daba la bella luna en su alto esplendor, recordó lo que le había pedido a Celestia en su momento de desesperación y desde su corazón, para luego mirar una vez más la luna que se cernía sobre el cielo y abrió su cuaderno de notas, dejando que las palabras fluyeran de su corazón roto.

Escribió sobre su dolor, su soledad, pero también sobre los recuerdos felices que compartió con Kazuha. Cada palabra era un paso más hacia la sanación, una manera de liberar el peso que había estado llevando consigo. No solo escribió un solo capítulo, escribió muchos más y no solo enfocados en el albino, si no también en Niwa y como había sido el primer humano en el que había confiado, como se sentía culpable de haber pensado que lo traicionó, en su creadora, en cómo sentía amor y odio a la vez por ella y por sus acciones. Se pasó la mayoría de esa noche silenciosa y fría escribiendo hasta que el cuaderno de notas rebosaba de palabras y sentimientos.

Mi flor morada.. ¡Kazuscara! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora