Árbol de cerezo
2024, Japón.
Había pasado ya tanto tiempo desde aquel momento, en mis propios sueños podía verlo, ver a Lumiel tendido en ese frío hielo y empapado de sangre de nuevo. Desperté y el aire en mis pulmones faltaba, trataba de respirar, pero me él asma me lo prohibió, extendí mi mano a un lado donde estaba una mesita de noche, encima mantenía mi inhalador y lo primero que hice fue tomarlo y ponerlo en mi boca presionándolo al instante, eso me tranquilizo. Una vez más los sueños me estaban matando, siempre que soñaba con algo así era normal despertar con falta de aire.
—¡Darío, baja a desayunar! —gritó mi madre.
Los gritos se escuchaban al otro lado de la puerta, respire profundo y me alce de la cama.
Mis pies tocaron el frío suelo que me recordaba a ese día, antes de levantarme dejé el inhalador en la mesita, como pude caminé dirigiéndome al baño para ducharme antes de salir. Al verme al espejo quedé atónico, debajo de mis ojos había unas ojeras que ni el corrector podía ocultarlas.
—Ni el corrector puede cubrirlas —susurré.
Me mire durante varios segundos para luego abrir el grifó del agua.
Con ambas manos recogí agua y moje mi rostro para luego tallarlo, levanté la mirada de nuevo al espejo y pude verme, mi cabello que antes era rizado ahora era lacio, mis ojos azules ahora eran grises, mi piel estaba pálida que quizá podría ser un fantasma y una enorme cicatriz que mantenía desde el accidente, era como una equis en la barbilla, la toqué un poco antes de volver a mojar mi rostro con agua tibia.
Quité mi ropa dejándola caer al suelo para entrar a la regadera, dejé que el agua me envolviera y sentía como quemaba cada parte de mi cuerpo, los cristales se empañaban y yo cerré mis ojos al sentir como seguía cayendo agua encima de mí.
Pasado los diez minutos bajaba la escalera, mis padres estaban en el comedor desayunando, ¿juntos?.
—Hijo, buenos días —saludo mi padre.
—Buenos días a ambos —respondí—, mamá debo irme se me hace tarde para ir a la universidad —me acerque a ella despidiéndome con un beso en la mejilla—, nos vemos por la tarde.
—¿Llevas tu inhalador? —preguntó mamá.
—Sí.
—¿También un repuesto?
—Sí mamá, ya me voy los quiero.
—Hijo quédate a desayunar —escuché al apenas cerrar la puerta.
No tuve intenciones de devolverme así que solo salí, colgué mi mochila y caminé en dirección a la universidad. Todos los días pasaba frente a la casa de mi mejor amigo Keyla para caminar juntos y también siempre veía la casa de Lumi al salir prácticamente esta al lado de la mía y Keyla vive a dos casas de distancia de Lumi.
—Nos vemos mamá, te amo —escuché a Keyla hablar.
Despidiendo a su madre que también me saludó mientras Keyla baja los pequeños escalones de su casa.
—¡Que les vaya bien muchachos, cuídense mucho!
La madre de Keyla nos despidió antes de seguir caminando hasta la universidad.
—Buenos días Darío, ¿Cómo estás? Te veo algo pálido.
—Desperté de nuevo con la falta de aire, pero ¿Has visto a Lumi? —pregunté.
—Darío deberías dejar de preguntar por él —suspiró—, he estado viéndolo de cerca y la verdad, créeme no me gustaría que te hicieras daño.
—No me hago daño, solo pregunté sí lo habías visto.
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For you: Viviendo en tu pasado ||En Edición||
Teen FictionTodo comenzó desde que tenían cinco años. Lumiel y Darío eran mejores amigos desde pequeños, inseparables hasta el momento donde a sus apenas catorce años se enamoraron profundamente. Lamentablemente cuando cumplieron sus diecisiete, Lumiel sufrió u...