¿Cómo fue que pasó? ¿Cómo inicio todo? Eso creo recordarlo bien.
La noche víspera del baile del Ocaso, evento realizado la primera noche de los Carnavales del Jubilo, aquel sueño recurrente con la lechuza me había despertado de sobresalto en un charco de sudor.
De no ser porque, al levantarme aún de madrugada los primeros rayos de luz eran todavía tan débiles como para alumbrar del todo mi habitación, hubiera jurado que, al abrir los ojos, logre captar por un segundo la silueta de aquella lechuza aguzando su mirada por medio de la ventana que, desde mi recamara, daba directamente a los altos jardines. No obstante, al aclarar la vista, la figura enigmática del ave se fundió con la sombra del fresno desapareciendo por completo, como si mi mente aún estuviera despertando del letargo mientras se esforzaba por definir que era parte del reciente sueño y que de la realidad.
Durante aquel día, ya estando completamente lucido y despierto, deambulé entre los apresurados siervos que apuraban los preparativos del baile, pensando, como casi siempre después de aquellas noches de pesadilla, en aquel raro sueño y en su desconocida simbología.
De esa forma me encontró la tarde del día del baile, cuando los últimos rayos de sol cayeron sobre el mundo y el astro rey se despidió con un suspiro dorado, tiñendo de naranjas y púrpuras los cielos sobre el palacio. Entonces llegó el momento para que los jardines, esos custodios de secretos antiguos, se vistieran de luces, melodías y risas en honor a la ocasión; un evento que prometía ser— como todos los dados en aquellos días—recordado en los rincones más apartados de nuestra tierra.
Ya en el crisol de la fiesta atravesé los senderos floridos y decorados mientras sentía sobre mi todas las miradas que como aves de rapiña se posaban, a veces indiscretamente, en mi piel canela y en la promesa muda de mi sonrisa. —«Muchas gracias por asistir»—, respondía con cortesía a cada saludo y a cada reverencia de mis súbditos siguiendo el tradicional trayecto que las familias reales de cada reino del imperio seguían al recibir invitados. Familias que, curiosamente, resultaban ser una sola: la casa de Leor, con sus seis hermanos y hermanas, y los hijos e hijas de ellos.
Aquel mes los Leor cumplían ya dos décadas y media desde el inicio de sus gobiernos en los seis reinos de la nación después de que mi tía Jaiyana, nuestra emperatriz y hermana mayor de los seis Leor, liderar los ejércitos rebeldes contra los invasores del norte en una sucesión de largas campañas y batallas sangrientas que se extendieron por años en cada reino de la nación, hasta que, finalmente, acorralados y vencidos en número, los invasores del norte no vieron otra opción que retirarse después de quinientos años de ocupación. Ya entonces liberado nuestro pueblo, nombramos soberanos a los hermanos y hermanas que, como generales, comandaron aquellas tropas exitosas—entre ellos mi padre—, para que gobernaran los recién fundados seis reinos e instauraran la paz anhelada en la nacíon de Alayaiba.
Aquella noche, los rubores del crepúsculo se reflejaban en las joyas y las sedas pero, aun así, nada brilló tanto como la mirada de comprensión que compartí con Shylah al encontrarnos entre la multitud.
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MEDIO CORÁZON DE LUZ
FantasyKartal, el príncipe del reino del Sur, es un poderoso mago de tan solo veinte años que ha agotado todas sus fuentes de conocimiento en las artes místicas, pero, su deseo de aprender más, lo llevara a conocer a un enigmático joven de ojos dorados qui...