La mañana siguiente mis pasos me llevaron por caminos familiares a través de arcos de rosas y bajo los árboles que susurraban secretos con cada brisa. Sin embargo, mi mente estaba lejos de la serenidad del amanecer, enredada en las palabras de mi padre y los misterios que rodeaban a mi joven maestro de ojos dorados.
—Te veo preocupado. — dijo una voz suave que interrumpió mis pensamientos, y, al girarme, me encontré con la presencia natural de Aidán
— Bueno... las incertidumbres parecen ser una constante— respondí con una sonrisa cruzando mi rostro mientras me acercaba a él.
Aidán se adelantó a mi lado, uniéndose así a mí en mi caminata.
—Esas incertidumbres nos permiten crecer, aprender... cambiar— dijo con sus ojos reflejando el cielo matutino—. Sin ellas, seríamos meras estatuas de piedra, inmunes al mundo que nos rodea.
—¿Pero, y si pueden costarnos todo lo que conocemos?—pregunté, recordando la conversación con mi padre.
—Es el precio de la verdad— respondió—. A veces, conocer el verdadero nombre de las cosas significa estar dispuesto a aceptar no solo lo que ganamos, sino también lo que dejamos atrás.
Nos detuvimos junto a un estanque, observando las aguas tranquilas que reflejaban las primeras flores de loto de la primavera.
—Mi padre tiene preocupaciones sobre ti, sobre tu pasado y tus intenciones— confesé, encontrando sus ojos—. Yo confío en ti, pero sé que mi familia buscará respuestas que tal vez no estés dispuesto a dar.
Hubo un breve silencio en el que él se inclinó hacia el reflejo en el agua, como si en la superficie pudiera descifrar las palabras que necesitaba.
—Tienes razón— admitió finalmente—, hay cosas que he guardado para mí, pero no por desconfianza, sino por la necesidad de proteger algo más grande que yo.
Sentí un nudo de emociones en mi pecho mezclado de curiosidad y un toque de temor.
—¿Podrías... podrías contarme al menos una verdad sobre ti? Algo que pueda calmar las aguas en el palacio. Quizás algo que pueda compartir con confianza— supliqué suavemente.
El joven de ojos dorados suspiró con su mirada aún fija en el estanque antes de alzarse para encontrarse con la mía, resuelta y vulnerable al mismo tiempo.
—Mi nombre verdadero no es Aidán— dijo. Su voz era apenas más que un susurro, pero llevando un peso que sentí en cada parte de mi ser.
Las palabras se suspendieron en el aire, cargadas de una tensión casi palpable. Pude ver la lucha interna en su expresión y la necesidad de sinceridad luchando contra la cautela.
—Entonces, ¿cómo... cómo debería llamarte?—pregunté, mi voz temblorosa, al navegar por este terreno desconocido y claramente peligroso.
Una sonrisa triste tocó sus labios.
—Aidán está bien —dijo con su voz calmada, pero llevando un eco de profundas corrientes ocultas—. Es un nombres que elegí por muchas razones, uno que me ha protegido y me ha permitido estar aquí contigo.
Mi mente corría intentando comprender.
—¿Estás en peligro? ¿Es por eso por lo que ocultas tu verdadero nombre?
—No exactamente en peligro —corrigió suavemente, mirando hacia el estanque tranquilo—. Pero el poder de un nombre verdadero es vasto. En manos equivocadas podría usarse para vincularme y controlar mi poder, quitándome mi voluntad y usando mis habilidades para fines nefastos.
La gravedad de sus palabras se asentó pesadamente sobre mis hombros y me encontré estudiando aquel perfil pensativo que, aquel instante, se sentía como el de un descocido y, al tiempo, como el de un amigo cercano.
—Entonces tu secreto está seguro conmigo —prometí, aunque parte de mí se daba cuenta de que estaba comprometiéndome a proteger una verdad que no conocía completamente.
Se volvió hacia mí, su mirada dorada; intensa y brillante, cargada de emociones no dichas.
—Gracias—murmuró, y en ese momento, su gratitud parecía un regalo frágil y precioso que había confiado en mis manos.
Decidimos regresar al palacio, nuestro paso un poco más lento que antes, cargado con el peso de aquel secreto compartido. Sabía que surgirían más preguntas, tanto de mi familia como dentro de mí. Pero también entendí que, con cada verdad, Aidán y yo nos enredábamos más profundamente en hilos de confianza y destino.
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MEDIO CORÁZON DE LUZ
FantasyKartal, el príncipe del reino del Sur, es un poderoso mago de tan solo veinte años que ha agotado todas sus fuentes de conocimiento en las artes místicas, pero, su deseo de aprender más, lo llevara a conocer a un enigmático joven de ojos dorados qui...