Capítulo 25 ~ Un cansado día

291 19 0
                                    

Después de decirle a Maxi que se tomara su tiempo para reflexionar, Aderon abandonó el salón de banquetes para inspeccionar los pasillos sombríos y las habitaciones vacías. Cuando regresó, enumeró todos los elementos que consideró necesarios. Algunas de sus sugerencias eran demasiado extravagantes, pero ella accedió a reemplazar de inmediato las barandillas de las escaleras y los ruidosos marcos de las ventanas por razones de seguridad.

Cuando el comerciante se fue, Maxi regresó a su habitación para examinar el libro de contabilidad. Contenía registros de la cantidad de monedas que Riftan había asignado para la remodelación del castillo, pero no podía calcular cuánto valían las monedas. Aunque su padre la había tratado poco mejor que a una alimaña, ella seguía siendo hija de un duque y, como suele suceder con las hijas de la nobleza, nunca había tenido una moneda en la mano.

Debería pedir ayuda...

¿Pero la ayuda de quién podría buscar? ¿Riftan? Dejaría de ser amable con ella si descubriera su incompetencia. ¿Los sirvientes? Hablarían a sus espaldas, burlándose de su ama tartamuda que carecía de los conocimientos más básicos. Cuando empezaron a surgir pensamientos paranoicos, se centró en la solución más conveniente.

Quizás debería aceptar las sugerencias del comerciante.

Aderon había viajado a muchos castillos para vender sus productos, por lo que seguramente tendría un ojo perspicaz. Podría cobrarle de más, pero estaba segura de que el castillo sufriría una espléndida transformación con su ayuda.

Riftan dijo que no era un problema.

Habiendo tomado una decisión, Maxi se sintió más tranquila. Cerró el libro de contabilidad y salió de la habitación con pasos más ligeros. Después de haber estado atrapada en el castillo durante días, deseaba respirar aire fresco.

Afuera, la fuerte lluvia se había reducido a una llovizna. Salió a la terraza que conectaba con el jardín, donde observó el cielo gris y el pasto anegado. Las delgadas ramas de los árboles al lado del pabellón estaban empapadas de negro, dándoles un aspecto espantoso. El macizo de flores, repleto de malas hierbas, despedía un olor acre a hierba mojada. Maxi extendió una mano más allá del alero y sintió gotas frías caer sobre su piel. Aunque la lluvia parecía ligera, su manga quedó empapada en unos momentos.

— ¿Por qué estás aquí?

Bajó los ojos para ver a Riftan caminando por el desolado jardín. Con largas zancadas, subió los veinte escalones que los separaban.

— Y con un vestido tan fino.

— Qu-quería un po-poco de aire fr-fresco...

Entrecerró los ojos bajo la capucha. Con una mano fría y húmeda, le apartó el mechón de pelo que le picaba los ojos. Maxi se preguntó si ella debería peinarle el flequillo oscuro a cambio. Aunque le parecía natural tocarla, algo acerca de hacer lo contrario le parecía impropio.

— Ponte un manto si quieres salir a caminar. ¿Qué pasa si te resfrías?

— Lo la-lamento...

Levantó un brazo para abrazar sus hombros antes de darse cuenta de que estaba empapado. Lo volvió a bajar.

— Deberíamos volver a entrar.

Maxi lo siguió hasta el castillo. Con cada paso, Riftan dejaba huellas gruesas y embarradas en las losas. Mientras tomaba nota en silencio para colocar una alfombra en el vestíbulo, vio un ramo de flores silvestres en su mano. Riftan notó su mirada perpleja y rápidamente escondió las flores debajo de su capa.

— No es nada.

— Oh...

Ella desvió la mirada. Se hizo un silencio incómodo. El único sonido audible fue el de sus pasos silenciosos hasta que Riftan murmuró una maldición y levantó las flores.

Debajo del Roble ~ Libro 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora