Milena
Llevo todo el día sin intercambiar una palabra con Niccolò. Ni siquiera para insultarnos. ¿Y si le ha molestado lo que le he dicho? No creo, mi padre me dijo que nada que yo hiciera o dijera le podría molestar.
Voy a subir a su habitación para comprobar si está enfadado o no.—Niccolò, ¿puedo pasar?
—No. —Me responde, pero yo obviamente me lo tomo como un sí.
—Vale, gracias.
—He dicho que no. —Pone los ojos en blanco.
—Y a mí no me importa —le respondo—¿estás enfadado por lo que te he dicho?
—No, si a mí no me importa nada ¿no?
—Si te ha molestado, perdón. Pero eso es lo que me ha dicho todo el mundo.
—¿Quién es todo el mundo?
—Tu padre, mi padre...
—¿Y tu también crees eso?—Me pregunta manteniendo contacto visual conmigo.
—Lo que importa es lo que tú creas. —Rompo contacto visual con él. —Voy a pedir unas pizzas para cenar. —Le digo para cambiar de tema mientras que salgo de su habitación.
Estoy poniendo dos platos encima de la mesa cuando baja Niccolò.
—Milena, puedes poner un plato más.
—¿Por qué?
—Va a venir Anna.
—¿Quién coño es esa? ¿La rubia que salió ayer de NUESTRA casa semidesnuda? —Veo que él empieza a reírse. —¿Te hace gracia, Niccolò?
—Sí, no entiendo porque dices que salió semidesnuda.
—Sabes perfectamente porque lo digo. —Pongo los ojos en blanco.
—Sin querer le rompí la camiseta.
—Seguro que fue sin querer.
—Voy a abrir, que ya ha venido Anna.
Cuando llega Anna, Niccolò la trae a la cocina y se sienta al lado suya. Yo no puedo evitar lo mal que me cae —sigo sin saber porque— y me voy a acostar sin cenar.
—Milena, ¿a donde vas? Todavía no han llegado las pizzas. —Me pregunta la rubia pesada que todavía no sé cómo se sabe mi nombre.
—Buenas noches. —Respondo claramente enfadada.
Al día siguiente me levanto temprano, desayuno y me pongo a hacer ejercicio con la máquina de correr que tenemos en el patio.
—Milena ¿qué haces? —Pregunta Niccolò.
—¿No me ves? Haciendo ejercicio. —Sigo preguntando si está ciego.
—Ah vale tampoco hace falta que te pongas así.—Dice riéndose.
Después de hacer ejercicio me llama por teléfono mi mejor amigo Leandro.
—¡Leandro! Pensé que jamás me ibas a llamar, que te habías olvidado de mí.
—Eso jamás fresita.
Leandro me llama fresita porque cuando éramos pequeños nos escapamos de casa y traje muchas fresas porque supuestamente no íbamos a volver nunca y teníamos que alimentarnos de algo, nos comimos dos cajas y yo estuve con las manos y la cara manchada de fresa todo el día y él nunca me lo dijo. Cuando volví a casa me di cuenta de que estaba manchada entera de fresas.
—¿Quieres venir a mí casa?
—¿No se supone que es súper secreta y nadie puede saber dónde está?
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La mia Principessa
RomanceLa vida de Milena Fiore corre peligro. Ella se tiene que ir a vivir sola con el hijo del amigo de su padre, Niccolò Valetti, que además es mafioso. Ellos se odian pero... ¿Qué pasará el tiempo que estén juntos? ¿Se seguirán odiando? ¿Se volverán ami...