08.

760 53 0
                                    

Luego del entrenamiento, los jugadores volvían al hotel para descansar unas horas y luego debían volver por la tarde.

Clara, las chicas y el resto del equipo que había asistido, también se retiraron, en donde podían estar un tiempo libre hasta las cuatro.

Así que la cocinera, que estaba bastante cansada, se dirigió a su cuarto. Se puso un pijama y se recostó en la cama, a la espera de dormir aunque sea por un rato.

Estaba demasiado exhausta y la cabeza le corría a mil por hora, repasando recetas, cosas que debía hacer y, además, todo lo que estaba pasando con Enzo.

Entonces alguien tocó la puerta. Pensó en no abrir, pero la persona del otro lado era insistente. Se levantó de mala gana y la abrió de un tirón. Era Cuti.

— Buenas —dijo él, entrando sin pedir permiso— Vine a verte un rato, ya que no me contestas los mensajes.

El jugador se sentó en el borde de la cama y la miró de arriba a abajo, mirando su pijama corto.

— Estoy por dormir una siesta, por eso no contesté —contestó ella, sintiéndose un poco invadida.

— Mira vos, justo estaba por hacer lo mismo —dijo Cristian, recostándose.

— No, no me entendés, yo sola estoy por dormir una siesta...

— Pero ya no estás más sola, ahora estás conmigo y vamos a dormir una siesta —Cristian hacía ademanes con la mano, explicándole.

— Cris...

— Cuti para vos —sonrió el defensor, dándole unas palmaditas en la cama para que Clara se acostara a su lado.

La cocinera hizo una mueca, terca, quería descansar un poco del nuevo drama que estaba ocurriendo en su vida. Sin embargo, el día estaba gris, hacía frío y parecía que iba a llover, lo cual era el clima perfecto para dormir abrazando a alguien.

— Está bien, pero no le digas a nadie que dormiste acá —murmuró ella, acostándose a su lado.

Cristian asintió. Los dos se acomodaron, ella encima de su pecho y él puso uno de sus brazos alrededor de Clara.

Los dos estaban exhaustos, se habían despertado muy temprano y, aunque el día no terminaba, había sido una mañana muy larga.

Luego de unos minutos, Cristian se quedó dormido abrazándola. Ella se dedicó a mirarlo desde abajo, observando la barba que tenía desde hacía unos días. Quiso acariciarle la cara, pero no lo hizo. Quizás no tenía esa confianza.

No sabía en qué momento, pero Clara se había quedado dormida. Y en sus sueños, pasaban cosas.

Estaba con Cristian, en la misma cama, en la misma habitación, y él comenzaba a quitarse la ropa. Primero, la camiseta de entrenamiento, luego los shorts y entonces se acercaba a ella.

Le dejaba besos en el cuello, las clavículas, la cara y entonces la besaba en los labios, introduciendo su lengua en la boca de ella.

Clara respiraba agitadamente, sintiendo los labios gruesos de él rozar los suyos. Con sus manos, rozaba el torso de él y entonces metía sus manos en los boxers de él, riendo.

Se le abrieron los ojos como platos cuando sintió que Cristian la despertaba, encontrándose con sus propias manos debajo de la camiseta de jugador.

— Perdón —se disculpó ella, avergonzada.

— Si vas a soñar conmigo, pedime permiso —bromeó él.

Clara intentó sacar sus manos, pero el defensor la detuvo.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 ɪɪ | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴀᴍɪꜱᴛᴏꜱᴏꜱ | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora