21.

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Era día de descanso para los jugadores de la selección, por lo que cada uno podía hacer lo que quisiera.

Un grupo se juntó en la terraza, hablando entre sí, haciendo chistes y jugando al truco. Los mates iban y venían.

Enzo estaba un poco distraído, sabía que Clara había renunciado y, si bien se sentía culpable, también estaba tranquilo. Ella ya no estaría con Cristian y él podría estar con Valentina sin sentir ese peso encima de sus hombros.

— ¿Alguno vio a Cuti? —preguntó Lisandro, sentándose al lado de Enzo.

Dibu sacudió la cabeza, negando.

— Lo último que sé es que alquiló un auto y se fue a pasear, ¿por? —dijo Leandro.

— ¿A pasear? ¿Solo? —indagó Enzo.

— Sí, parece que está mal porque se fue la cocinera —explicó el volante argentino.

— ¿Vos tuviste algo que ver con eso? —preguntó Julián, mirando de mala cara a su amigo.

Enzo se quedó inmóvil unos segundos, no quería aceptar que era su culpa que ella ya no estuviera más, por lo que optó por quedarse en silencio, sin decir ni que sí ni que no.

— Porque si es así, sos un hijo de puta —agregó Lisandro.

— Yo no tengo nada que ver, ella solita decidió renunciar —contestó Enzo, molesto.

— Mira, todos sabemos bien que vos hiciste algo, aunque sea indirectamente, culiado —dijo Julián— Ahora que ya no está, esperemos que dejes de romper las pelotas y sigas con Valentina, o solo, porque yo personalmente ya no aguanto más tus vueltas.

Enzo abrió los ojos, grandes, sorprendido. No esperaba que su mejor amigo fuera a decirle esas cosas, sin embargo, agradecía su sinceridad.

— Todo va a estar bien a partir de ahora —dijo Enzo, dando por terminada la conversación.

Cristian y Clara se encontraban juntos, paseando por la ciudad. Se habían alejado bastante de la concentración, cosa de que nadie pudiera cruzarlos.

El jugador había decidido reservarle una habitación a ella en un hotel alejado del suyo, sin decirle a nadie, ni a Lisandro, que Clara seguía en Estados Unidos.

— Dale, dame un beso —pidió él, tenía toda la boca llena de algodón de azúcar.

Clara reía, poniéndose en puntitas de pie, dándole el beso, sintiendo todo el sabor del algodón. Él la apretó contra sí, bajando su mano y tocándole un poco el culo.

— ¡Cris! —exclamó ella, riendo.

— Bueno che, una tocadita no le hace mal a nadie —contestó él.

La miraba a los ojos, enamorado. Y eso lo preocupaba. Se estaba enganchado con ella, le gustaba mucho, odiaba estar lejos de Clara y no poder verla, se moría de ganas porque volviera al hotel y tenerla cerca más seguido.

Pero entendía que esto era lo mejor para ella, para los dos, si quería que Clara se olvidará de una vez por todas de Enzo.

Cristian se limpió los restos de algodón de azúcar con una servilleta y le pasó un pedacito a Clara. Los dos hablaban, sonriéndose, intercambiando algunos besos en el medio.

— ¿Sabes que no es buena idea que vaya al próximo partido, no? —dijo Clara, cortando el momento agradable que estaban teniendo.

— Podés ir sobre la hora e irte antes —contestó Cristian, agarrándole la mano— No quiero que lo mires por la televisión.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 ɪɪ | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴀᴍɪꜱᴛᴏꜱᴏꜱ | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora