24.

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Contra la pared, Enzo besaba el cuello de Clara. Ella suspiraba, acomodándose para que él pudiera tener mejor acceso. El jugador succionaba la piel de ella, dejando pequeños chupones.

Había una cocina en el lugar, con una pequeña mesada en la que podías apoyar cosas. Enzo corrió todo hacia un costado y la sentó a Clara encima, quitándole la ropa interior de un movimiento.

Le abrió las piernas, dejando besos en el interior de sus muslos, con ella echando la cabeza hacia atrás. Estaba aferrada a la mesada, esperando no caerse.

El jugador beso y mordió a su antojo, hasta que rozó con su lengua su intimidad, provocando que Clara gimiera su nombre. Era lo más parecido a música angelical en sus oídos.

Lamió y succionó ese punto específico, su clítoris, subiendo y bajando, mirándole la cara mientras le provocaba placer por todo el cuerpo.

Con cuidado, introdujo primero un dedo. Entró y salió lento, ella ciñéndose a su alrededor. Entonces metió otro y buscó su punto g, todavía estimulándola con la lengua.

Empezó a apurarse, entrando y saliendo, en un vaivén que enloquecía el cuerpo de Clara, quien gemía de placer mientras él jugaba con ella.

Terminó en unos minutos, respirando agitadamente, mordiéndose el labio para no gritar.

Sin darle ni un minuto de descanso, Enzo la obligó a pararse y la puso contra la mesada, arremangando el vestido de Clara hasta la cintura.

Se posicionó detrás de ella, se bajó un poco los pantalones junto con el bóxer, y, entrando con cuidado, empezó a penetrarla.

A Clara le provocaba un poco de dolor estar apoyada contra la mesada, pero sentía un placer inexplicable mientras Enzo la cogía, sintiendo su miembro tibio penetrándola.

Enzo entraba y salía, le apretaba el culo a Clara y de vez en cuando le daba alguna nalgada, gruñendo y respirando entrecortado, producto de lo que estaba haciendo.

Clara alcanzó un segundo orgasmo, aferrándose a la mesada, apoyada sobre esta, de espaldas a Enzo.

El jugador le besó los hombros expuestos, dándole unos minutos de respiro, mientras la acariciaba en ese momento de hipersensibilidad post orgasmo.

Una vez que ella recuperó la respiración, se acomodó los pantalones y le arregló el vestido a Clara.

Pero ella no quería terminar ahí, necesitaba más de él, necesitaba todo. Lo arrastró hasta la cama, besándolo en el proceso.

Lo tiró con cuidado contra esta y volvió a bajarle los pantalones hasta los tobillos, junto con el bóxer. Sus miradas se cruzaron, mientras ella se llevaba su miembro a la boca.

— Clari... —gruñó él, sintiendo que abandonaba el plano del universo, con ella realizándole sexo oral.

Ella subía y bajaba con la lengua, dibujando círculos sobre su glande, gimiendo levemente con él dentro de su boca. Acompañaba los movimientos con sus manos, acariciándole un muslo y los testículos con la otra.

— Dios mío —susurró Enzo, echando la cabeza hacia atrás.

Clara quería saborear todo de él, hasta la última gota, por lo que no se detuvo ni siquiera cuando él terminó en su boca. Trago gustosa, mirándolo a los ojos.

Enzo no podía ni respirar, aferrado a las sábanas, mordiéndose el labio para no gruñir y maldecirla.

Le tomó unos minutos recobrar la consciencia, dado que todavía sufrían los efectos del alcohol.

Clara iba a acostarse, pero Enzo la agarró por la mano y la alzó, empujándola contra la cama, dejándola debajo de él.

— ¿A dónde vas, princesa? Recién empezamos —murmuró Enzo sobre la boca de Clara.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 ɪɪ | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴀᴍɪꜱᴛᴏꜱᴏꜱ | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora