14. El drakon

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Desperté en una cama improvisada en el vestíbulo de Empire State. Me incorporé frotándome los ojos. No sabía cuanto había dormido. Me sentía como si hubiera despertado de una pesadilla solo para estar en otra, me sentía como si apenas hubiera descansado. A mi alrededor había muchos campistas (no en mejores condiciones que yo) y algunos centauros.

Decidí levantarme y salir, a ver que podía hacer, ver si había pasado algo. Al parecer, la cabaña de Hefesto se había quedado sin fuego griego. La de Apolo y las cazadoras andaban por ahí mendigando flechas. Y la mayoría habíamos ingerido tanto néctar y ambrosía que no nos atrevíamos a tomar más.

Sólo quedábamos en condiciones de combatir diecisiete campistas, quince cazadoras y media docena de sátiros. Los demás se habían refugiado en el Olimpo. Los Ponis Juerguistas intentaban mantenerse en formación, pero no paraban de dar tumbos y soltar risitas, y todos apestaban a cerveza de raíces. Los de Texas les daban cabezazos a los de Colorado. Y la sección de Missouri se había enzarzado en una discusión con la de Illinois. Había bastantes posibilidades de que acabaran peleándose entre ellos, en lugar de hacer frente al enemigo.

—¿Rachel? —pregunté confundida cuando la vi con Percy, Annabeth, Thalia y Quirón

—Oh, hola, Hope —saludó ella

—¿Qué me he perdido? —dije

—No mucho, en realidad —dijo Percy

—Vale...

—Tu amiga tiene intuiciones muy útiles, Percy —dijo Quirón.

Rachel se sonrojó.

—Sólo son cosas que he visto en mi cabeza.

—¿Qué has visto...? —dije confundida

—Un drakon —dijo Quirón—. Un drakon lidio, para ser exactos. El tipo más antiguo y peligroso.

Percy y yo nos miramos sorprendidos.

—¿Cómo lo has sabido?

—Ni idea. Pero ese drakon tiene un destino especial. Morirá a manos de un hijo de Ares.

Annabeth se cruzó de brazos.

—¿Cómo es posible que sepas algo así? —preguntó.

Suspiré. No era momento para estar celosa.

—Lo he visto, simplemente. No sé cómo explicarlo.

—Bueno, esperemos que te equivoques —dijo—. Porque andamos un poco escasos de hijos de Ares... —Entonces, de repente, Percy soltó un juramento en griego antiguo.

—¿Qué pasa? —preguntó Annabeth.

—El espía. Cronos ha dicho: «Sabemos que no pueden derrotar a ese drakon.» El espía los ha mantenido informados. Cronos se ha enterado de que la cabaña de Ares no está aquí. Ha escogido adrede un monstruo que no podemos matar.

—¿Pero cuando ha dicho Cronos eso? —pregunté confundida

—He tenido un sueño —explicó Percy rápidamente

Thalia frunció el entrecejo.

—Como agarre a tu espía, te aseguro que se va a arrepentir. A lo mejor podríamos enviar otro mensaje al campamento...

—Ya lo he hecho —dijo Quirón—. Blackjack está en camino. Pero si Silena no ha logrado convencer a Clarisse, dudo mucho que Blackjack...

Un rugido sacudió el suelo. Sonaba muy, muy cerca.

—Rachel —dijo Percy—, entra en el edificio.

—Quiero quedarme.

Una sombra tapó el sol. Al otro lado de la calle, el drakon se deslizó por la fachada de un rascacielos. Soltó un rugido y un millar de ventanas se hicieron añicos.

HOPE: LA BATALLA DE MANHATTAN (IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora