11. Nos reunimos con un titán

30 4 0
                                    

—¡Percy! —grité tratando de despertarlo. Parecía agitado.

Thalia lo sacudió.

—Vamos, Percy. Ya es media tarde. Y tenemos visita.

Finalmente Percy desperto. Se sentó en la cama, parecía desorientado.

—¿Visita?

Thalia asintió, muy seria.

—Ha venido a verte un titán con bandera blanca. Trae un mensaje de Cronos.

La bandera blanca era enorme y la portaba un gigante de piel azul y pelo gris helado que debía de medir unos diez metros. Un hiperbóreo. Gigantes del norte. Normalmente era pacíficos así que no era bueno que se hubieran unido a Cronos. Pero con el gigante venían tres mensajeros: un mestizo con armadura, una empusa con vestido negro y pelo llameante, y un hombre alto con esmoquín. La empusa iba del brazo de este último.

El grupo caminó con parsimonia hacia el parque infantil Hechsker. El lugar estaba vacío. Solo se oía el ruido de la fuente.

—¿Ese tipo del esmoquín es el titán? —preguntó Percy

Grover asintió nervioso.

—Parece un mago —dijo—. Y no soporto a los magos. Suelen tener conejos.

Carraspeé intentando no reírme.

—Llámalos mejor ilusionistas o me sentiré ofendida —traté de bromear

—¿Es que te dan miedo los conejos? —preguntó Percy

—¡Beee-eee! Son unos abusones. Siempre roban el apio de los sátiros indefensos.

Thalia carraspeó.

—¿Qué? —preguntó Grover

—Habrá que ocuparse de tu fobia a los conejos más tarde —dijo ella—. Ahí vienen.

El hombre del esmoquín se adelantó. Era más alto que la media de los humanos: mediría unos dos metros, llevaba el pelo oscuro recogido en una coleta y los ojos ocultos tras unas gafas de sol redondas. Su rostro estaba cubierto de arañazos.

—Percy Jackson —dijo con voz suave—. Es un gran honor.

La empusa soltó un agudo silbido.

—Querida —le dijo el del esmoquín—, ¿por qué no te pones cómoda por ahí?

Ella le soltó de brazo y se deslizó hacia un banco del parque. Ahora que estaban cerca, reconocí al semidios armado que iba detrás. Ethan Nakamura.

—Hombre, Ethan —dijo Percy—. Que buen aspecto tienes.

—Al grano —El del esmoquín le tendió la mano—. Soy Prometeo.

Interesante.

—¿El qué robó el fuego? —preguntó Percy—. ¿El qué fue encadenado a una roca donde los buitres le devoraban el hígado y todo eso?

El titán hizo una mueca y se pasó la mano por los arañazos de la cara.

—No me hables de los buitres, te lo ruego. Pero sí, yo les robé el fuego a los dioses y se lo di a tus antepasados. A cambio, el siempre piadoso Zeus me mantuvo encadenado y torturado durante toda la eternidad.

—Pero...

—¿Cómo conseguí liberarme? Lo hizo Hércules, hace mucho eones. Por eso tengo debilidad por los héroes. Algunos llegáis a ser bastante civilizados.

—A diferencia de la compañía que traes —observó Percy. El miraba a Ethan, pero creo que Prometeo pensó que hablaba de la empusa.

—Bueno, los demonios tampoco están tan mal —dijo—. Lo único que has de hacer es mantenerlos bien alimentados. Y ahora, Percy Jackson, vamos a parlamentar.

HOPE: LA BATALLA DE MANHATTAN (IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora