Cactus.

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El sonido ensordecedor del motor de aquella vieja Impala retumbaba en cada esquina del paisaje desértico. La humareda de polvo que se levantaba tras el paso a toda velocidad de la moto, daba un aviso exacto de la llegada de Matt. Nada discreto. No quería llamar tanto la atención, pero no encontró otra forma de desplazarse mas que aquella vieja moto. 

Detuvo la moto en un motel de carretera, eran cerca de las seis de la tarde y hacia excesivo calor para aquella época del año. Miró el reloj de su muñeca izquierda, Joe llegaría en menos de media hora, le había mandado ubicación en tiempo real para que estuvieran lo más conectados posible. Eso era lo que había fundido la batería del viejo móvil de Matt. Habían decidido acudir por separado ante la imposibilidad de cuadrarse con los turnos de Joe en el hospital, lo que ahora le parecía una pésima idea.

El concepto de cercanía de Izzy había sido, en realidad, casi cuatro horas aproximadas de viaje en aquella vieja moto. Sentía la espalda tan cansada y dolorida que podía oir como crujian  todos sus músculos. Llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta de manga corta negra. Cargaba una vieja mochila de cuero marrón y su vieja guitarra, porque siempre tenía que llevarla a todas partes. Matt sacó de su bolsillo trasero su teléfono móvil y volvió a revisar la ubicación que le había mandado Izzy. Tenía un 2% de batería, pero el suficiente para asegurarse que se encontraba en la dirección exacta. Dudó mirando hacia todos lados. Unas viejas luces de neón semi apagadas, un par de coches viejos y algún camión decoraban el aparcamiento de aquel viejo lugar, haciendo bastante desolador el ambiente.

Lo último que sabía de Mimi, hacía ya varios meses, es que sus padres habían tenido algún pequeño problema financiero y le había obligado a buscar trabajo, pero nunca le dio realmente importancia a aquello. Siempre pensó que Mimi era una princesita mimada y que aquel golpe de realidad le iría bien. Nunca se detuvo a preocuparse realmente por ella en esos momentos. Fue en este instante cuando se dio cuenta que jamás le había llamado para preguntarle qué tal estaba.  Había sido un amigo de mierda. Volvió a asegurarse de la dirección.

Se dirigió hacia un pequeño y angosto bar que había enfrente del motel para buscar una pista sobre el paradero de Mimi, cuando recibió un mensaje:

La puerta digital se abrirá en una hora. Avisadme si necesitáis más tiempo. Izzy

-Tendrá que ser suficiente -dijo en voz alta para sí mismo.

Abrió la puerta del bar con más duda y temor que ganas de entrar ahí. Dentro, todo era más oscuro y tenebroso de lo que aparentaba por fuera. Un viejo bar de carretera con casi nula luz, una barra de bar con un millón de botellas de licor decorando la pared, y un par de mesas viejas y desgastadas, se arremolinaban alrededor de un pequeño escenario. Un grupo de hombres descansaba en una de las mesas, hablando a gritos. Iban claramente afectados y, por suerte, no repararon en la entrada de Matt. Matt se fijó en otro par de hombres solitarios ocupando distintas mesas más pegadas a la pared. Consiguió distinguir la gabardina gris de uno de ellos, al que no podía verle la cara, y otro que parecía dormido sobre su mesa. Se acercó lentamente a la barra y se sentó en un taburete.

- ¿Qué te pongo, encanto? -dijo una camarera, de unos 40 años, morena de pelo corto.

-Whisky doble, con hielo -respondió Matt intentando mimetizarse con aquello.

- ¿De paso? Nunca te había visto por aquí -dijo en tono amable la camarera-. Lo recordaría.

-Si. -Dio un trago a su copa, notando como le quemaba la garganta-. Estoy buscando a alguien en realidad.

-Bueno, normalmente la gente que está por aquí no quiere que la encuentren. -Sonrió.

-Se llama Mimi Tachikawa -le interrumpió-. Chica joven, la última vez que la vi tenía el pelo rosa. -Dudó-. En realidad,  no sabría decirte si sigue igual. Un poco más bajita que yo, con la voz súper aguda.

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